Milan: Honda, la predicción rossoneri

El japonés cambia a los rossoneri

Pantalón corto pese al frío, zapatos negros casi de claqué por el ruido que emitían al andar y camisa blanca, tan inmaculada en color como dadivosa en creatividad. Las escuelas educativas japonesas son la base del pensamiento nacional y primer escalón de sus premisas tradicionales. Perseverancia, diligencia y auto-crítica en los hábitos de estudio para alcanzar el éxito en la vida. No solo se aboga por ampliar conocimientos, sino por desarrollar la enseñanza de valores morales, actitudes y gestión de personalidad-carácter. La condición primaria es superponer las expectativas y objetivos de la sociedad misma antes que los de los individuos. El triunfo global como meta educativa. Por ello, a nivel personal, son los detalles los que marcan diferencias y aquellas camisas impolutas de sus singulares uniformes, reflejaban el único resquicio de identidad interior. Unos preferían corbata, otros incluso pajarita, pero los más atrevidos, en cuanto los profesores se despistaban, mostraban el cuello descamisado rodeado de una bufanda al más puro estilo occidental (algo que las nuevas generaciones japonesas han empezado a clonar en las últimas décadas).

Se trataba de innovar, de mostrar personalidad, de diferenciarse en la época en la que el ego compite a diario por cualquier pequeño reto. Desde una chica guapa a un manga nuevo o, en su caso, una pelota de fútbol que le acompañaba todo el día. Su bufanda portaba pegatinas de clubes de fútbol italiano y ello le había convertido en el icono estudiantil. Era el chico elegante, el que ya descollaba en el equipo escolar (Settsu FC) y el que había decidido tintarse el pelo cuando aquél gesto malhumoraba a la mayoría. A Keisuke no le importaba. Las metas de sus compañeros hablaban de logros globales, pero el suyo era propio, único, casi exclusivo. Ese reto, encontró un enclave determinante en una mañana de 1999. Su maestro propuso a la clase un ejercicio de pretensiones futuras, de ambiciones que lograr y de estímulos para desarrollarlos. Se trataba de escribir lo que cada uno deseaba ser de mayor, cuando sus cualidades hablaran sobre sí mismos en una nómina hermanada a un rol laboral. Honda, con solo 12 años, ya tenía clara su idea: “Cuando sea mayor, quiero convertirme en el mejor futbolista del mundo. Voy a ser el mejor. Voy a ser famoso porque voy a jugar Mundiales y firmaré por un equipo de la Serie A. Voy a ser titular allí y jugaré con el número 10, el que demuestra que eres el líder por talento de tu equipo”.

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Solo la alta ambición y los extraordinarios valores morales de todo japonés, podían conseguir que aquellas palabras tuvieran un mínimo porcentaje de realidad en un país que, por entonces, acababa de disputar su primera fase final mundialista. Su reto estaba nítido y cristalino en sus pensamientos porque disfrutaba de sus pasos a diario. Se acostaba más tarde que ningún niño cada domingo porque a sus 23:00 horas (15:00 en Europa) pasaban algún partido de un fútbol italiano que le apasionaba. ¿Por qué Italia? Había leído mil historias y crecido con los mitos que poblaban el Calcio en los 80-90 y por entonces, justo en ese momento, un japonés había logrado lo impensable, colarse entre aquellos genios. La heroicidad de Hidetoshi Nakata, recién fichado por el Perugia con el 7 a la espalda, era la culminación posible del sueño de Honda.

El primero, prototipo de futbolista de calidad individual, llegador y primer japonés que sumaba potencial como para granjearse a nivel europeo, tenía el pelo tintado, había salido de un pequeño club (Shonan Bellmare) y se convirtió con su llegada a Italia en el gran epicentro comercial—publicitario del gigante nipón. Era el futuro de Keisuke, los pasos a seguir, el principal motivador para sus ambiciones y el motor que le permitía crear en que su sueño no era imposible. Su profecía aquella mañana ante la sonrisa de sus compañeros y las ironías de su técnico, le dieron más coraje y convicción, traducida justo diez años más tarde, en un traspaso al fútbol europeo. Tras debutar en Japan League con el Nagoya Grampus (club que consiguió ser campeón en 2010 pero que no tiene mayor tradición) y acudir como estrella juvenil al Mundial Sub 20-2005, la propuesta de un desconocido club holandés lo llevaría a la Eerste Divisie (segunda holandesa). El VVVenlo, gracias a su experimental política de fichajes jóvenes en cualquier epicentro del planeta, había acumulado varios videos positivos con sus proezas, las que en solo dos temporadas le sirvieron para ser reconocido como valuarte de futuro, ascender a Eredivisie y dar un siguiente paso. El CSKA lo contrataba como rutilante líder de su proyecto y aunque la frialdad moscovita influyó enormemente en molestias físicas, pasividad en largos tramos de sus partidos y hasta desidia cuando el camino encontraba obstáculos, su talento aparecía con cuentagotas para demostrar que su sueño estaba aún latente. Ganó títulos (4 nacionales en Rusia), brilló cada vez más con Japón (su Mundial 2010 es brutal) y hoy, 15 años después de aquella mañana de sueños futuros, la Serie A le da la bienvenida.

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160 periodistas (50 de ellos japoneses), una imagen personalizada en la rueda de prensa, un diseño exclusivo con su perfil, la camiseta soñada de fondo y un reflejo promocional del sol naciente de la bandera nipona sobre la mesa milanista, le daban el ‘Okaeri nasai’ (Welcome). Como si aquellos instantes que esperaste durante toda tu vida, aparecen rutilantes ante ti mostrándote la luz al final de ese túnel. Su profecía convertida en real. Honda es el heredero del 10 que elevaron a los altares mitos rossoneri como Gianni Rivera, Ruud Gullit, Dejan Savicevic , Zvoni Boban o Rui Costa (el último que lo portó fue hace solo unos meses Kevin -Prince Boateng, hoy en Schalke). Y no es solo el culmen de su idolatría personal, sino la camiseta que más se va a vender durante los próximos años en Japón, en Asia y probablemente en todo el mundo (las primeras estimaciones ya hablaban de que solo el día de su presentación ya se habían vendido unas 50.000).

Ingresos frescos que la entidad milanista reconocerá como óptimos en días negros para su economía, la misma que pese a tener pactado su contratación hace mucho tiempo, fue incapaz de pagar traspaso y volvió a repetir la fórmula del pobre-rico, la de esperar que terminara contrato para acecharlo definitivamente. A falta de dinero e inversiones, han llegado últimamente el propio Kaká, Rami, Birsa, Muntari, Montolivo… Crear un proyecto bajo mínimos que, con evidentes mermas en diferentes conceptos, atraviesa seguramente el peor momento institucional en décadas. Sin opciones de Scudetto y muy lejos de puestos de Champions League para la próxima campaña, Honda llega como rutilante refuerzo para seguir enmascarando sus gravísimos déficits globales. El actual seleccionador japonés, un Alberto Zaccheroni que lo conoce a la perfección y que ya fue entrenador del Milan, es la persona adecuada para tantear sus posibilidades en un club más exigente: “Es extraño que haya pasado tanto tiempo en CSKA, pero allí apretaron todo lo posible para frenarle y retenerle. Es un gran jugador. Es un gran fichaje. Hay que verlo ya”, aseguró esta semana, ampliando así el debate sobre cómo podrá Massimiliano Allegri darle cabida en su esquema justo cuando Kaká, el otro enganche, ha empezado a explotar en su mejor versión en años.

La expectativa por tanto, es máxima por diferentes aspectos. Honda debería jugar con Kaká por detrás de Balotelli, pero eso pronostica fácilmente un movimiento del brasileño o el japonés respecto a la zona de enganche que es donde mejor rinden ambos. El que pierda esa posición prioritaria, tendrá que adaptarse, frenando así su mayor potencial. Encontrar solución a este tridente para aprovechar sus cualidades al máximo, es ya el reto del Milan en una segunda vuelta de Serie A donde no puede permitirse ningún error no forzado. Su precioso pelo rubio y su bronceada tez morena, evidencian que Keisuke lleva preparando su asalto a la presumida Italia toda una vida, pero bajo las premisas de todo buen nipón: “Tenemos una mentalidad excelente y somos disciplinados, por lo que espero poder demostrar en el terreno de juego este tipo de espíritu para apuntar a lo más alto”. Su historia, su sueño, ya está aquí. Cambiar aquella recta camisa blanca de la escuela por una ajustada de seda italiana y pasearse como estrella futbolística por los estadios de la Serie A con el 10 a la espalda. Hoy, Keisuke Honda sonríe exhibiendo ‘su’ fantasía en Milan, la cuna de la moda y en la pasarela más elitista, San Siro. 幸運に恵まれる(¡Mucha suerte!)

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