Los héroes de la chicharra

El mundo del deporte está de luto. Kobe Bryant, falleció en un trágico accidente aéreo. Su legado es imborrable. Lo recuerdo.

No pueden dejarnos. No pueden desaparecer. No pueden morir. La idealización de nuestros héroes de la chicharra está emparentada con el hacer frente a la incertidumbre que provoca la muerte. La creación de los héroes de la chicharra está ligada a la incredulidad de por un momento vencer al tiempo, a la incertidumbre de la agonía que implica vivir. Son los vencedores de la chicharra, que cuando suena y la pelota entra en el aro, niegan el sufrimiento y la convierten en un momento de éxtasis. Ese éxtasis que la muerte nos quita, pero que los héroes de la chicharra, por un momento se la arrebatan para dárnosla a nosotros.

Es así, que cuando la muerte les llega a esos héroes, nos quedamos helados sabiendo que el destino es finito y vulnerable. ¿Por qué a esos héroes construidos desde la perpetuidad, les llega el límite de la muerte? Perpetuidad, que se refleja en el legado de los héroes que es enfatizado cuando estos nos dejan. Es increíble. No los conocíamos a esos héroes. Los mirábamos desde la lejanía. Pero aun así lo idealizábamos. Había algo en su manera de imponerse a situaciones, que nos acercaban a ellos, a pesar de la distancia. Esa aproximación estaba relacionada a la necesidad de estabilidad en este mundo donde la muerte es lo premeditado. Veíamos en ellos el talento, la destreza, el desafío de obstáculos, la creación de acciones sorprendentes, la personalidad de sobresalir ante la adversidad. En fin, la hazaña de los héroes de la chicharra, que nos daban seguridad ante lo único seguro: la muerte.

Visualizaba, que los héroes de la chicharra creados en la infancia es un motor de identificación. Se convive con ellos, se los quiere emular, se construye necesidades y expectativas en función de lo que representan. Es cierto que la infancia aumenta las posibilidades de construir significados ingenuos. Los héroes de la chicharra son más fáciles de construir en la edad del niño, porque la ingenuidad en esa etapa nos hace emocionarnos y sensibilizarnos con el verdadero talento. Creamos un vinculo afectivo porque creemos en lo que pueden hacer los héroes de la chicharra y al mismo tiempo, creamos implicancias ligadas a la fidelidad, el sentimiento de identidad, el enraizamiento, el reconocimiento y el respeto hacia ellos. Un poder de representatividad, que en estos tiempos líquidos se han ido perdiendo.

Es por eso que cuando se marchan esos héroes que edificamos, al mismo tiempo, la ingenuidad que creamos de niño, también nos deja. Y es ahí, donde retornamos a nuestra infancia y producimos un dejo de nostalgia. En efecto, esos héroes de la chicharra, cuando nos abandonan, no nos abandonan del todo, porque nos revelan nuestro sentido de pertenencia, que, en su muerte, se expresa en la ruptura de la frontera deportiva, las memorias, la tristeza y la esperanza de que lo que sucedió no haya sido verdad.

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