El Barca y el escudo dado vuelta

La foto sacada por Valentí Enrich, fotógrafo del diario Sport, remarca aquello intangible, pero que al mismo tiempo se pone en manifiesto en las producciones del Barcelona en los últimos años: ganar, no es sinónimo de identidad. Y el Barcelona ha ganado, claro que sí. Pero dando la espalda a su forma de identificación y vinculación con el juego. El escudo al revés reflejado en el vidrio del auto de Valverde, tiene su peso en la indiferencia, en este aspecto burocrático no solo en la gestión empresarial sino también deportiva. Y lo más paradójico: el Barca posee jugadores contraculturales al fútbol medido como empresa. Esos mismos futbolistas contraculturales, que han maquillado esa dejadez hacía lo que representa la institución culé.

Sin embargo, la individualidad contracultural, no es tan fuerte como la acción colectiva. Un equipo para potenciarse requiere de muchos factores. Cada jugador tiene su personalidad, su inteligencia, su posición en el campo predilecta, algunos pueden ser versátiles, otros no, algunos pueden recorrer largos trayectos, otros no, están aquellos que necesitan de la pelota para juntarse, están los otros que pueden autoabastecerse en largos tramos del campo, etc. Gestionar eso, visualizar que ingredientes se tienen y como potenciarlo, es la tarea de un entrenador.

Una tarea que requiere de convicción, de saber, de intuición, de sensibilidad, de obsesión, para interpretar cuales son los limites que tienen mis jugadores y de que manera, a partir de eso, armonizar cada individualidad. De esta manera, mejorar un equipo, parte de la idea de que cada jugador es una isla, donde poseen sus peculiaridades y singularidades.

Para esto trabajo exhaustivo, se necesita de motivos para elegir un entrenador. Motivos que estén ligados a un filtro: ¿Qué es lo que quiero? ¿Por qué? ¿Con que intenciones? A partir de ahí, se edifica.