Jurgen Klopp y el ser macho
El Liverpool le ganó 3 a 1 al Manchester City y toma distancia en la Premier League. Hablemos de su entrenador y la evolución en Anfield.


Si tuviéramos que configurar en que ámbito está constituido el fútbol, debemos decir que es dentro de un ideario del macho. Toda actitud afectiva es delatada por este imaginario, donde el macho es aquel que debe demostrar actitudes ligadas al no parecer débil, al no ser vulnerable, al no ser demasiado expresivo. Hasta inclusive hay una racionalidad económica, donde los tiburones financieros, que arrasan con el dinero, olvidándose del costado humano, también tienen un arraigamiento en este imaginario que trato de revelar.
Siguiendo con este concepto, los mejores entrenadores han sido aquellos que han podido ser seres disruptivos hacía ese ser macho que se crea. El futbol no es para ellos un espacio de excesiva seriedad, donde la identidad del futbol es algo real y sustancial. Es más bien un lugar donde hay que tomar riesgos, porque ser ganador no te hace ni más fuerte, ni ser perdedor más débil. Reconocen que perder es lo normal y que lo único que se tiene a mano es apuntar hacia la excelencia con los ingredientes que se tienen. Sin teorizar excusas.
Jurgen Klopp es un ejemplo de esto. Su norma afectiva ha modificado las condiciones de existencia del Liverpool. No solo el jugador maximiza sus posibilidades de juego con el entrenador alemán, sino que también crea un sentido de compromiso. El jugador aprende sobre los conceptos que se buscan asimilar y adquirir y al mismo tiempo convive con la riqueza corporal de su entrenador. La riqueza de Klopp no solo radica en las variantes tácticas, en la mejora y corrección individual de cada jugador en particular, sino que también en como generar lazos intrapersonales.
La construcción de estos lazos, están emparentados con entrenadores que al mismo tiempo administran lo que significa el liderazgo: influir sobre lo externo. En ese influir, el jugador se potencia, encuentra una plataforma para mejorar sus condiciones, estimula el grado de conexión con el partido, genera una comunión con el sentir y pensar del entrenador, donde las respuestas están relacionadas a la producción de largos esfuerzos reiterativos, de colaboraciones colectivas en diferentes puntos del campo, etc.
En este contexto donde lo afectivo genera resfríos, es ese componente, el que edifica los mejores equipos. Es donde el jugador, al mismo tiempo que se enriquece del idioma de juego, también incorpora un lado afectuoso que genera en ellos signos de reconocimiento, hasta inclusive de amistad. Hasta ahora: el jugador no es igual, antes o después de pasar por Klopp. Transforma jugadores y equipos. No solo desde los fundamentos, sino desde emocional-corporal.