Messi: el profeta del ser “macho”
Terminó la Copa América de Brasil 2019. Poco fútbol, donde el acento estuvo en lo superficial, en lo periférico al juego.


Hay una idea suburbana que suele inmiscuirse dentro de los resquicios de las comunidades y luego se esfuma: el fútbol debe desmacharse. Este termino se dice, se plantea, se piensa, pero en el fútbol sigue estando latente y manifestante el mote del “macho”. Los adeptos a este concepto se inmiscuyen en una cultura del aguante donde lo aceptable es ser valiente, confrontativo, contestatario, impulsivo, etc.
Partiendo de este punto, no resulta sorpresivo que las personas que se encuentran afuera de esa cultura no sean aceptadas, sean incomprendidas y de esa manera aisladas por aquellos que integran la cultura futbolística del “macho”. Las actitudes de refinamiento que otorga el juego no bastan si hay abstinencia mediática. Los medios de comunicación necesitan del énfasis de la sobreactuación para reconocer a un individuo dentro de su cultura.
La belleza efectiva no alcanza para el aparato mediático. Messi no alcanzaba para ese aparato. Necesitaba que sea errante de sus virtudes futbolísticas y cante el himno, que divulgue corrupciones, que entre en excesos de actitud. Y el argentino se transformó en ese ser “macho” que esa mediatización anhelaba. No esperaban que Messi cumpliera sus expectativas a través de sus genialidades, si no que las consumara a partir de su liderazgo a partir del aguante.
Durante la Copa América, el discurso sobre Messi no era sobre su rendimiento futbolístico. Estaban alagados por su poca moderación mediática, por “poner la cara”, por ser el líder que ellos querían. Poco importaba que Messi estuviera haciendo un torneo de bajo calibre desde el plano del juego. Mientras cumpla con esa adaptación a la demanda del aguante, iba a ser aceptado y arropado. Como sabemos: para cierto sector del periodismo lo superficial va por delante de lo sustancial. Y lo sustancial no es el juego, sino las emociones.
Emociones que necesitan de un huésped para radicarse y expandirse. Y ese huésped fue Messi, que en antaño era imposible hallarlo por su poca presencia en los medios. De esta manera, aquellos que requerian de una palabra para autoconvencerse de que el partido frente a Brasil fue un robo, la supieron localizar en el rosarino. Y generalmente la expansión se da a través de las paranoias, fiel aliada de la cultura del aguante. Poco importa si no hay pruebas, si hay negligencias arbitrales. Lo importante es que hay corrupción. Quiero que haya corrupción. No necesito de las cosas para que sean verdad, necesito de la verdad por que la quiero. Hola, post verdad.
Quiero subrayar, que con esto no quiero decir que los jugadores no deban dar un martillazo a la mesa de decisión. El fútbol tiene un poder simbólico y un sentido de representatividad enorme que hay que protegerlo. La pelota tiene un significado enorme para las comunidades. La CONMEBOL y el fútbol empresa le ha quitado al deporte limpieza e ingenuidad. El juego cada vez pierde más seducción y atracción, estadios vacíos, precios exorbitantes, canchas deplorables, desidias arbitrales, sospechas de corrupción. Hay que ser cínicos para creer que el futbol este librado de pureza.
Finalizando, Messi en esta Copa América le dio rienda suelta al “macho” que necesitaba la mediatización. Sigue siendo el hombre que personaliza a la mujer dentro del juego, a través de su belleza técnica, a partir de las emociones que genera y de sus decisiones y ejecuciones maravillosas. A partir de esta idea, no seré yo parte de la comunidad twittera que dicta que es lo moralmente bueno o malo. Messi, el ser humano, no es una foto fija, es un ser vivo con sus variables e identidades múltiples. Quiero que siga manifestándose a través de la palabra y el juego, pero reduciendo la identidad del “macho”.