El espejo retrovisor del Betis de Quique Setien

El Betis cerró la competencia liguera, al ganarle 2 a 0 al Real Madrid, en condición de visitante. Sin embargo, Setien dejo el cargo. Profundicemos. 

El resultado pervierte. Su psicología llega a limites insospechados y es capaz de enaltecer o degradar a una institución, un trayecto o una persona. Es en este ápice, donde se vislumbra la entronización del presente. Entronización que esta regida por las emociones, que no son ni malas, ni buenas, son. Pueden adherir en el triunfo o soltarte la mano cuando caes en una sintonía negativa del resultado. Bielsa hablaba sobre la adhesión o la dejadez del aficionado. Mencionaba lo fácil que era adherir en el éxito y lo difícil que era seguir haciéndolo en la derrota.

En una era de consumo, los jugadores y los entrenadores cambian constantemente, impidiendo el tiempo para conformar un proyecto. En esta época de las novedades continuas, la estabilidad aburre. Pero se requiere de la estabilidad para poder construir, cimentar y edificar. Se le debe dar lugar a lo verdaderamente importante: la pelota, el juego, la interacción jugador-funcionamiento, la configuración del sentido de pertenencia. Elementos que ayudan a la mejora de las acciones de juego.

El Betis de Quique Setien, tuvo momentos donde volaba, jugaba a uno o dos toques, contenía memoria colectiva. Querer y poder no van siempre de la mano. Sin embargo, el Betis ejecutaba lo que se vaticinaba en los entrenamientos. Estimulaba el juego de posición, las diferentes velocidades del juego, el control-pase sucedían de forma natural. Pero el fútbol también tiene sus contradicciones y los equipos no son algo fijo. Son un ser vivo. Retrocede y avanza, se adquieren y se pierden conceptos, aparecen estados de animo que mejoran o empeoran nuestras decisiones. Comprender la complejidad de un equipo, requiere desligarnos de la superficialidad y agregar entendimiento de los fenómenos que rodean un equipo. Pero la prisa y la inmediatez del resultado no es hija de la comprensión.

No todos los equipos poseen interpretes para perpetuarse en el tiempo. El juego de tenencia y dominio requiere de jugadores que tengan la sistematicidad de asimilar el desgaste que provoca saber que hacer antes de recibir, la concentración absoluta para ejecutar en espacios reducidos, la aptitud técnica para ganar un tiempo, los constantes movimientos para generar espacios. Hay poco relax en la construcción y fabricación de espacios. La complejidad y la dificultad aumentan cuando se busca construir.

El Betis cayó derrotado ante el Valencia en semifinales de la Copa del Rey (al ganar 2 a 0 de local y sabiendo que la final se jugaba en su casa) y quedo eliminado por el Rennes en la Europa League. No solo es una excepción, el mantenimiento de un juego sofisticado con el correr del tiempo, sino que también las convicciones entran en un proceso de volatilidad cuando comienzan a aparecer los primeros indicios negativos en el juego o cuando el resultado no acompaña.

Mas allá de que el Betis no pudo sostenerse en cuanto a un ecosistema de juego y en cuanto a resultado, Setien deja un legado, un idioma que se ha desarrollado, jugadores que adquirieron conceptos y herramientas para reconocer diferentes necesidades que surjan en un partido. Hay entrenadores que buscan que los jugadores obedezcan, sigan mandatos e instrucciones. Pero Setien es de esos que le presenta al futbolista un escenario donde debe pensar, tener responsabilidades y obligaciones. Y esos son los escenarios, donde el jugador a través de la toma de decisiones, asimila fundamentos, crece, se potencia.

En épocas donde las segundas chances cada vez tienen menos espacio, Setien no las tuvo. Y el redoble de apuestas sobre un proyecto, se necesitan para pulir los conceptos que se tenían almacenados, recordar aquellas ideas que se olvidaron en el camino, seguir fortaleciendo un camino de valores y representatividad. De algo estoy seguro: el Betis con Quique Setien jugo un fútbol virtuoso, compitió, se codeo con instancias que antes no atravesaba. A veces utilizar el espejo retrovisor para ver lo que fuimos y tener una perspectiva de lo que somos ahora, no viene mal.

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