Racing, surfeando las olas del campeón

Racing ganó su título número 18 del fútbol argentino al empatarle a Tigre. El emparde de Defensa y Justicia con Unión, ayudo a los de Avellaneda.

Del futbol se aprende mucho del aplazamiento de la recompensa. Tal es así, que uno debe tener un gran temple o esperar sus oportunidades inventándose razones para seguir y no abandonarse. Y generalmente cuando se expresan esas oportunidades aplazadas, tienden a relacionarse con la acumulación de desilusiones y el trabajo invisible. Es ahí donde el resultado se vuelve importante, ya que es la distincion de aquello que se busco a partir de la búsqueda de ser mejores, de buscar un juego pulcro y asociativo. Y esta bien que se distingan ese tipo de personas, ideas e impulsos.

La recompensa en el fútbol está ligada con la imposibilidad de poder lograr algo. Ya sea por finales frustrados o por un recado que no pudiste cumplir en el pasado y que con el correr del tiempo, volviste para poder saldarlo. Y los saldos son mas cercanos de lograr cuando hay deseo y capacidad. Y Cuando impulsas un proceso de maximización de probabilidades y posibilidades.

El nuevo campeón del futbol argentino, tuvo en dos personajes, dentro del orgullo y el ecosistema colectivo, la encarnación de la recompensa. Es ahí, donde se visualiza el poder simbólico del fútbol. Por un lado, del cuadrilátero, se encuentra Lisandro López. De los últimos reductos de identificación pura con un club. Esa fuerza representativa que se ha ido perdiendo con la fascinación instantánea y que se va devorando la tradición de los clubes. Estos jugadores generan un espejo colectivo hacia al aficionado. Correr los 90 minutos como si tuviera 19 años, tener la rebeldía de un niño, enojarse cuando las cosas no suceden, constituyen un efecto virtuoso en su entorno. Lo verdaderos lideres tienen esto de influir sobre su contexto y al mismo tiempo transfieren objetivos, anhelos, motivos.

Del otro lado del cuadrilátero, se encuentra Eduardo Coudet. En un punto, hay entrenadores que le imprimen a sus equipos, un mayor grado de autoestima. Es decir, que cuando hablamos de esta característica, nos referimos a que los equipos acumulan, con estos entrenadores, un sentir y un pensar mucho fresco, lucido, imaginativo e inventivo. El chacho es un entrenador que aún confía en el mediocentro único que distribuye, que pierde pocas pelotas, que le da continuidad y organiza el juego. Todavía respalda a los laterales que incursionan en ofensiva. Persiste en los mediocampistas dúctiles y versátiles. En los defensores que tienen la capacidad de dar un primer pase, de construir enlaces desde atrás.

En Avellaneda se vio algo de esto. Se palpaba un funcionamiento, donde el impulso de generar intenciones y un sentido concreto a través de la pelota, buscaba ordenar a propios y desordenar a extraños. Y como todo campeón, cuando ese propósito no funcionaba en toda su dimensión- ya que es difícil expandir un nivel pletórico en el tiempo- lo compensaba siendo un conjunto que competía aun sin jugar bien. Es así, que solventaba los propios perjuicios con inspiraciones individuales, no desmoralizándose cuando no se podía reconocer a través del juego, no perdiendo complejos y voluntades.

Racing no fue un campeón de fachada. Fue un campeón de contenido. Contenido que a veces tuvo que desandar olas favorables y otras olas mas adversas. Esta en la armonización de las partes, ser lo que queremos ser luego de esas olas y desandar objetivos comunes.

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