Juan Fernando Quintero: el jugador bohemio

Con el tiempo, el jugador bohemio fue relegando su lugar dentro del plano del futbol. Quintero volvió a recordar esa especie de jugador.

El futbol se ha vuelto famoso y rico. Pero también tecnificado o tecnocrático. El tecnicismo enroco el placer por el deber, la espontaneidad por el trabajo, el disfrute por el sacrificio, lo libérrimo por los ajustes colectivos. En esa coyuntura, el hombre libre y la bohemia creativa ha perdido cada vez más pisada. El jugador productivo post industrial, es aquel que lleva a cabo ciertos méritos: como el esfuerzo, correr de un lado hacia el otro, el de la actitud, el de la intensidad. El futbol de hoy acrecentó su ritmo en dos de sus fases de juego: elaboración y recuperación. Es ahí, donde cada vez hay menos espacio para jugadores estáticos y bohemios que caminaban la cancha, pero que tenían la licencia de tener el conocimiento del juego en la cabeza. Así, fueron dejando lugar, especies de jugadores como Bochini, Riquelme, Romario, etc. Futbolistas de bajo ritmo, baja cooperación colectiva en la recuperación de la pelota, pero de una alta inteligencia mental.

Con el tiempo, se ha planteado un problema: no saber que hacer con este biotipo de jugadores. De no saber que hacer con los jugadores creativos. Algunos se inclinaron en jugar con dobles 5 para ser mas fiables. Otros en situar a estos futbolistas como media punta, quitándole radio de influencia. También vemos entrenadores con excesivo poder, donde plantean ajustes tácticos desmesurados, quitándole al ingenio su cualidad de intuición de radiografiar donde ubicarse y donde incidir. Por último, vemos esos casos donde el primer cambio es el virtuosismo por la conservación.

Se podría decir que el que paga los platos rotos, en el mundo de la plusmarca y el productivismo, es el que se aparta del status quo e inventa. La seguridad esta del lado del conservadurismo, del control, del orden y no del riesgo y el placer. Es aquí, donde el futbol es amistoso con las paradojas: nos incomoda el jugador que se sale de lo preestablecido, de su círculo de influencia, pero al mismo tiempo recurrimos a esos jugadores cuando necesitamos esperanza, ilusión y juego.

Sin embargo, hay un colombiano en el fútbol argentino que ha reflotado ese arquetipo de jugador bohemio: Juan Fernando Quintero. Un tipo de futbolista que requiere que el equipo juegue a favor de su intuición. En el análisis, se puede denotar dentro de su repertorio, el amago como herramienta de engaño, el control como instrumento para abreviar la jugada y todo tipo de pases para generar relaciones: engañoso, corto, largo, imaginativo, con riesgo (a pesar de ser su virtud, a veces peca de exceso en este rubro), medido, tenso, horizontal, penetrante.

Sumado a esto, se le agrega su capacidad de remate, con una zurda que reconoce que hacer en cada momento: cuando el disparo requiere de una distracción previa para descolocar al rival y así cambiar de objetivo, cuando requiere de dirección, cuando de velocidad y aceleración adecuada, cuando de solo acomodarla en un rincón con un pase a la red o de un disparo tenso. Todo esto acompañado con un gran balanceo, utilizando bien el pie de apoyo y un gesto corporal necesario para acompañar el pie de ejecución.

Es necesario para estos jugadores, un entrenador con sensibilidad para generar un pacto con el talento y así mejorar sus condiciones. Que el contexto sea en virtud de conquistar su creatividad. Que sea un juego de conceptos colectivos, empatías y afinidades, donde Quintero pueda explotar su capacidad de jugar y hacer jugar. Un entorno, donde haya compinches y aliados que le den al colombiano todo tipo de líneas de descarga (al pie, en profundidad), de pase (horizontal, vertical) y de altura (por detrás de la línea de la pelota y entre líneas). Siempre superioridad en la jugada, que le permita no solo utilizar esas líneas para emprender un pase, sino también para utilizarlas como señuelo para engañar y así gambetear o rematar.

Jugadores como estos, hay que dejarlos ser. El exceso táctico lo encasilla, le quita libertad y posibilidades de juego para intuir donde entrar en contacto con la pelota y cuando apartarse hasta que el juego mismo lo encuentre como hombre libre. Son una especie de jugador donde una zona geográfica delimitada o un alto grado de sacrificio sin dosificación, le quita poder. Y lo que más necesita Quintero, es de poder.

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