Karim Benzema: el delantero silencioso
El francés lleva 9 años en el Real Madrid. Lo ganó todo, siendo un gran participe. Sin embargo, su talento genera sospechas en el Madrid.


El ámbito del fútbol suele tener sus caprichos. En ese marco, uno de los grandes problemas que se visualizan, es la división entre el fútbol rápido y el fútbol lento. División que no nos permite entender que, dentro de este deporte, hay inteligencia mental, situaciones cualitativas del juego, cuestiones intangibles. Esto se potencia, mucho más, dentro del mundo televisivo, donde lo visible es lo que aglutina mayores adeptos: la actitud, la garra, lo físico, el gol. Sin embargo, lo invisible; es sospechado, infravalorado, subestimado. Karim Benzema vive en este mundo, donde su incidencia silenciosa no tiene el valor que debería.
La muchedumbre, dentro del fútbol, elabora fantasías. El delantero tiene ciertos manuales a cumplir: debe ser efectivo, estar en racha, empacharse de goles. Es ahí, donde se construyen ilusiones, y si no se cumplen, se transforman en desilusiones. Esto lleva a que el jugador tienda a ir hacía las demandas externas y se envuelva en la obsesión por el gol. Obsesión que lleva al delantero a dejar de darle importancia a aquello por lo cual se llega al gol y a olvidarse de que las opciones de juego es el eslabón, por donde hay que pasar, para llegar con mayores posibilidades al momento de definición. Es así, que lo primero es lo primero: la construcción del juego. Cómo causa de esto, se llega a la consecuencia: el gol. Cuando se invierte esta idea, el jugador se individualiza en un deporte colectivo.
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Benzema convive en una institución que se lleva mal con las desilusiones y entra en el exceso mediático cuando un jugador no cumple con sus obsesiones. Convivir en la desmesura del Real Madrid, no es para un jugador con medias tintas. Especialmente, si la desmesura termina reduciendo al delantero a su capacidad de gol, sin tener en cuenta su relación con el juego. Sin embargo, el francés no se distorsionó. Sigue estando ahí. Cómo delantero titular, que lo ganó todo en el club merengue. Sigue siendo el 9 con cabeza de 10, que se saca adversarios de encima, que asiste, que genera pausa, que frena cuando hay exceso de vértigo, que forma parte del juego asociado, que produce movimientos para crear espacios a sus compañeros. Un delantero, donde la primera idea no es el arco, sino cooperar con el engranaje colectivo, con la producción de pases, con la entrega del último toque.
Termina siendo lógica la mirada de refilón que se tiene sobre Benzema. Y mucho más, si se lo situa en tiempo y espacio. Se dice en los pasillos del Bernabéu, que Di Stefano, era un jugador de largos recorridos, de esfuerzos reiterativos, capaz de ayudar en situaciones defensivas y en un periodo corto estar en zona de remate. Que Raúl, era un jugador del deber antes que el placer. Es ahí donde se produce el espíritu simbólico de la casa blanca, que tiende a no llevarse bien con la pereza, con las intermitencias, con zonas grises. Es un resquicio donde el “todo” o el “siempre” forman parte de sus valores.
Dentro de ese contexto, el carácter bohemio de Benzema, siempre requiere de segundas pruebas en el Real Madrid. Y mucho más, en tiempos de impacto y prisa. Entender a jugadores como Karim, requieren de paciencia. El fútbol no es lo que se ve en la inmediatez de Twitter o en los resúmenes televisivos. Cada jugador tiene su peculiaridad, su inteligencia, sus virtudes, sus defectos, sus tiempos, su relación con el juego. Y la intermitencia, dentro de un club, donde en el túnel, antes de salir al campo, se escucha: “esto es el Real Madrid”, no existe como opción. Debido a esto, es que esta institución requiere de jugadores con carácter y con calidad para adaptarse a su entorno y cumplir con sus expectativas.
Se podría decir, entonces, que Benzema ya lleno el vaso. Sin embargo, el Madrid es amistoso con las paradojas: el francés debe seguir rindiendo exámenes y rebalsando el recipiente.