Mourinho y la mirada absoluta

Mourinho marcha octavo en la Premier League y clasificó a la ronda final de la Champions League. Pero, el funcionamiento no es el óptimo.

En el ámbito del fútbol, cada uno busca diversas estrategias para administrar la presión. Algunos desactivando controversias. Otros, a través de la polémica, terminan custodiando los recursos utilizados en un partido. Bien sabemos, que, en esta realidad mediática, si hay una buena anécdota por contar, poco importa lo que haya sucedido dentro del campo. El segundo caso corresponde a José Mourinho.

El portugués es un entrenador con un gran impacto mediático. Impacto que lo utiliza para generar un show de espectáculo que lo transforma en un personaje que pasa de divino a maldito y viceversa. Cabe ver sus conferencias de prensa, que están constituidas por justificativos de sus derrotas mencionando sus logros, triunfos y torneos. O con verlo entrar en controversia con el aficionado, con algún jugador, con el periodismo, con entrenadores, con el árbitro. De esta manera, para los medios, es un titan, porque se vale de la polémica. Y Mourinho, sabe reconocer el poder de los medios y saca redito de eso, desviando la mirada del rendimiento de su equipo a situaciones anecdóticas que poco tienen que ver con la interacción entre jugador, pelota y juego.

Lo cierto es que un club esta conformado por aficionados que saben en que representarse. Un club es un proceso de conformación distintiva. Se busca encontrar elementos diferenciadores y generar un sentido de pertenencia. Es ahí, donde se vislumbra una historia, un simbolismo, jugadores que pasaron y construyeron cierta idiosincrasia, un sistema de creencias. A partir de este sistema, se generan obligaciones. Obligaciones que conforman ciertos procedimientos: jugar bien, dar espectáculo y ganar. Y Mourinho no ha podido hasta ahora ser esa idea, esa persona que pueda cumplir con ese sentido de representatividad.

El Manchester United forma parte de los clubes ricos del mundo. Pudiente y opuloso. Vale remarcar que el dinero te acerca al éxito. Pero también hay que apuntalar que el éxito necesita de una identidad, de un soporte, de un sostén para arropar al jugador. Siempre es mala señal depender de inspiraciones individuales, inspiraciones colectivas o el azar. Especialmente cuando no aparecen. Y cuando no brotan, lo que te permite sujetarte es el estilo, lo colectivo y la estructura para poder competir, sobrellevar un partido, tener estabilidad en el tiempo.

El United de Mourinho vive en esa dinámica. Corresponde más al talento que al juego. Mas al ímpetu que a la lucidez colectiva. Es un equipo que no otorga grandes variantes o riqueza táctica. En ese contexto, los jugadores no se potencian y no tienen una plataforma para explotar sus condiciones. Esto lo podemos constatar en algunas situaciones del juego, como la faceta de elaboración, donde se presenta un juego rígido, con posiciones fijas. Circula la pelota, se pasan la pelota unos a otros, se relacionan entre sí, pero se torna una posesión espesa, previsible y sin cambio de ritmo. De esa manera, el rival no realiza grandes esfuerzos para fijar marcas, captar recorridos, tomar referencias.

En el contexto de la merma de rendimiento, para no toparse con el ruido de la opinión pública, es vital ganar. Pero el fútbol es volátil. Y ganar no es lo normal. Otro modo es el que impulsa Mourinho, al utilizar el poder de la anécdota, en tiempos mediáticos, para contrarrestar cualquier ruido que se acerque. Es ahí donde el foco no se dirige hacía el juego o hacia la exigencia a un equipo que posee materia prima para proponer algo más de lo que expresa dentro de la cancha, y si hacía cosas frívolas o superficiales cómo el revoleo de las botellas, en el partido contra el Young Boys, de local.

Dentro de ese entorno superficial, es donde se encasilla un pensamiento absoluto sobre Mourinho y el análisis se aparta de los recursos y elementos estratégicos, tácticos y conceptuales que definen a los equipos del portugués. Y es ahí donde se analiza al lusitano desde lo vulgar y no desde el juego mismo, sus progresos o sus retrocesos, sus límites.

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