No se puede tapar el sol con un dedo

 El conjunto vasco planteó el partido con la intención de potenciar cada falencia de su rival y ganó con goles de Escalante, Enrich y García.

En el fútbol no existen verdades absolutas y, mucho menos en el más alto nivel. La derrota del Real Madrid ante la SD Eibar de José Luis Mendilibar (3-0) es una explicación clara de esto porque, aunque se consiguieron algunos resultados positivos y las sensaciones eran otras, el problema va más allá de quien se siente en el banquillo de suplentes. La llegada de Santiago Hernán Solari, que todavía no se le puede llamar entrenador profesional, no ha logrado resolver los problemas estructurales de un equipo que parece haberse olvidado de jugar a la pelota después de ganar tres veces la Liga de Campeones de Europa de manera consecutiva.

La presentación en Ipurua fue la peor en toda la temporada del conjunto merengue, lo que ya es mucho decir entendiendo que en la 2018/19 el Real Madrid ha vivido más episodios trágicos que cualquier otra cosa. La ausencia de certezas colectivas, desde el planteamiento hasta la ejecución, y la continuidad en el bajo rendimiento individual de los que forman parte de la columna vertebral, potenciaron los problemas de compresión del juego que ha atravesado este equipo desde el fin de la era de Carletto Ancelloti. Porque más allá de los problemas estructurales, el Real Madrid ha perdido la capacidad de sobrellevar los partidos desde las soluciones más sencillas y se transformó en un conjunto errático que no logra construir por sí mismo.

Contra la SD Eibar, desde la puesta en escena y la elección de intérpretes, el merengue empezó perdiendo el encuentro. Con dos extremos bien abiertos en banda (Marco Asensio y Gareth Bale), se evidenciaron aun más los problemas con la pelota a la hora de intentar progresar en el terreno de juego. En situaciones posicionales, con el rival replegado cerca de su propio guardameta, el Madrid se pierde y termina desordenándose a sí mismo. Ante la imposibilidad de encontrar variantes, los centros laterales terminaron predominando en el juego pero, sin nadie que los defina era complicado sacar frutos de ellos. Aunado a esto, las lagunas dentro del funcionamiento siguen predominando. No hay un vínculo que una las líneas, no existen sociedades a las cuales potenciar. Todo parece improvisado y sin un camino claro seguir.

Por otro lado, el paupérrimo momento blanco no puede eclipsar la labor de la SD Eibar de Mendilibar. El conjunto vasco planteó un partido maravilloso con la intención de potenciar cada falencia colectiva e individual de su rival de turno. Presionaron arriba con mucho criterio a la hora de elegir los lugares a ocupar, dominando las segundas jugadas que nacían del mecanismo antes mencionado, generando superioridades numéricas en zonas puntuales para hacer daño en ataque y resguardarse mejor cerca de su arquero y un gran partido de nombres propios como los de Cucurella, que con su velocidad y juego entre líneas fue un arma punzante para cortar al conjunto blanco junto al chileno Orellana; Kike García y Sergio Enrich, que no dejaron reposar tranquila a la defensa contraria. El trabajo de Mendilibar es maravilloso, entendiendo sus limitaciones, construyo un equipo de autor que no le teme a ningún rival y que toma los riegos que debe tomar.

Los problemas del Real Madrid exceden cualquier solución simplista de cambiar de entrenador o de intérpretes. La ausencia de variantes, soluciones, funcionamiento y respuesta se mantienen y, la llegada de Santiago Solari no podía resolverlo todo de la noche a la mañana porque no se puede tapar el sol con un dedo. Con la poca intervención de su entrenador, la continuidad en el bajo rendimiento bajo de nombres propios puntuales (Sergio Ramos, Luka Modric, Toni Kroos, Gareth Bale y Karim Benzema) y la ausencia de un camino claro a seguir, la dinámica negativa seguirá envolviendo al trece veces campeón de Europa que, hoy, no es un equipo.

Artículos destacados

Comentarios recientes