Paco encontró su lugar en el mundo
Desde su llegada al Borussia Dortmund, Alcácer se ha convertido en un goleador letal. Muy alejado de la versión que mostró en su aventura por Barcelona.

Los futbolistas, pese a ser los verdaderos protagonistas de ese deporte, son esclavos de su entorno, es decir, dependen excesivamente de lo que ocurra a su alrededor para ser ellos mismos: de los comportamientos de sus compañeros, del funcionamiento colectivo de su equipo y de lo que haga su rival de turno. Por ello, explicar el buen rendimiento de un jugador tiene que ir de la mano de la contextualización y desarrollo del colectivo que lo rodea. El caso de Paco Alcácer es maravilloso para explicar el concepto antes mencionado porque, desde su arribo a Dortmund, es un hombre nuevo. Después de solo anotar 15 goles en dos temporadas como blaugrana, el nacido en Torrente está demostrando en el Borussia que cuenta con las habilidades para mantenerse en la elite. Pero, para poder explicar su impacto desde su llegada a la Bundesliga, es necesario explicar en qué contexto se comporta.
Con Lucien Favre, el Dortmund, a la vez que Paco Alcácer, está viviendo un resurgimiento que se explica desde un funcionamiento colectivo fresco basado en conceptos empleados de una manera, prácticamente, inmejorable. El Borussia se ha convertido en un equipo cíclico que, debido a la calidad de sus intérpretes, varía constantemente de dibujo táctico y donde no existen puntos de partida fijos. Cuando se posiciona en campo rival, con los centrales en la media cancha para neutralizar cualquier contragolpe y como últimos hombres, sus atacantes se mueven al son del manejo de la pelota con la intención de sorprender a su rival y de desactivar cualquier sistema defensivo empleado por el contrincante. Mucha movilidad tanto de hombres como de la pelota, con una verticalidad que recuerda la época de Jürgen Klopp o Thomas Tuchel. Todos se unen a través de la pelota pero a una velocidad tremenda.
Dentro de ese contexto, Alcácer cuaja a la perfección. Paco cuenta, pese a no demostrarlo en sus dos años en Cataluña, con una habilidad para desmarcarse tremenda, que se complementa con la capacidad para asistir de nombres como Marco Reus, Jadon Sancho y Mario Götze y una capacidad para asociarse en corto en la que se apoya para formar parte del circuito de manejo de la pelota y a no desconectarse del partido. Mientras más intervenciones tenga, sean de alto impacto o no, el español se va sintiendo más cómodo en el partido. Pero es su capacidad goleadora, ese olfato que tienen los privilegiados, lo que lo ha llevado a deslumbrar en suelo alemán.
Sus números (nueve goles en sus primeros ocho partidos) aunados a su comportamiento dentro del rectángulo, fueron capitales en el momento de asentamiento, donde todavía no se encontraba el conjunto. Sus goles, que sirvieron para sobrellevar partidos y ganar duelos cuando no se merecía, le dieron a Favre el tiempo para terminar de dibujar a un Dortmund que se ha convertido, nuevamente, en uno de los mejores de Europa. Alcácer necesitaba del contexto para ser él mismo, para poder olvidarse rápidamente de sus años en Barcelona donde se cohibió y fue víctima de un entorno en el que no encajaba. En Dortmund, donde irrumpió de manera violenta a punta de goles, regresó a ser el Paco que maravilló a todos.