River y Boca: el fútbol que no logra ordenarse en estantes

River y Boca disputaran el partido de vuelta en el Monumental para derimir al campeón del certamen americano. Se disputara a las 17 horas.

El Sábado que viene, a las 17 horas, River y Boca se disputaran el partido de vuelta de la Copa Libertadores de América, en el Monumental, que definirá al campeón del certamen. Son partidos que se juegan antes de que se jueguen. Momentos donde las expectativas se acrecientan y se potencian a partir de ciertos elementos: la trascendencia del hecho, la historia que enmarca el evento en particular, el poder simbólico que construyeron ciertos jugadores que pasaron por la institución, el sentido de pertenencia, el club como lugar de distinción para el aficionado, entre otros. Y como en toda expectativa, nacen obligaciones y presiones. Y en el ámbito del deporte, estos dos puntos disparan en el deportista su capacidad de administrar las cargas emocionales.

Estas cargas emocionales se agudizan en el marco de un superclásico. Acontecimiento donde el exhibicionismo popular encuentra su nicho, encuentra su clara oportunidad para generar clamor. Clamor que se constituye con mayor facilidad en épocas virtuales. La novedad, la entronización del presente y las nuevas tecnologías, han cambiado nuestra forma de pertenecer a un lugar. La era digital ha democratizado la palabra, pero ha sido cooptada por la prisa y la necesidad de ser visibles. Es ahí donde radica la sobreactuación de los hechos, la teatralización de los sentimientos, la pasión desmesurada, las ganas de ser reconocidos, el darle importancia a lo periférico, en otorgarle al fútbol un encono identitario vital, sustancial, religioso.

Los canales deportivos también son otra vía de clamor popular. No hay alternativa ante el mercado. River-Boca venden, generan plusvalía, conforman rédito mercantil. Este tipo de partidos disparan emisiones que concentran su poder en un solo hecho, abunda la auto referencia periodística, el periodista se transforma en un personaje, es más importante lo que acontece afuera que lo que se puede producir adentro del campo, se potencia la anécdota, se confunde quien es el verdadero protagonista, se crean programas las 24/7, se constituyen previas extensas del partido, le dan al hecho un carácter más importante de lo que es, llevándolo a un exceso espiritual, actitudinal y psicológico.

En ese entorno, es donde los jugadores tienen que entrar a la cancha y tratar de expresarse. No hay peor tara para el jugador que darle entidad al contexto excesivo y pensar las consecuencias de sus actos. Eso te lleva a visibilizar tus defectos y esconder tus virtudes. A no desenvolverte en tu mayor expresión mental y corporal. El jugador necesita cierta inconsciencia para jugar al fútbol. Cuando se vuelve consciente de lo que se está jugando, es ahí donde las ejecuciones pierden fluidez, llegas a destiempo, no dividís bien el campo, las piernas pesan. Es en este tipo de partidos, donde el jugador debe generar anticuerpos ante la ansiedad y ante la carga emocional para sacar su valía, su atrevimiento y su determinación.

Es un partido donde no solo van a jugar los condimentos estratégicos, tácticos, conceptuales y técnicos. Sino también como los equipos van a asimilar los momentos del partido. Porque un equipo se encuentra apático o lucido dependiendo de los estímulos que vaya recogiendo del mismo juego. Ante esa incertidumbre, la jerarquía es la que debe administrar los pequeños detalles y factores que vayan sucediendo. La jerarquía es la que termina encontrando la efectividad en el juego, la personalidad para tomar decisiones, la que capta el contexto de una mejor manera, la que sortea los obstáculos que se le van presentando.

El fútbol puede pre establecerse. Pero siempre está lo emocional, lo imprevisible y el descontrol sobre lo que se trató de controlar. Por eso el fútbol no se puede ordenar en estantes.

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