Las dos caras de La Roja

La selección de España no ha logrado cuajar, en estos primeros partidos de la era de Luis Enrique Martínez, un rendimiento colectivo para competir ante las potencias.

La derrota en Zagreb evidenció aún más los problemas futbolísticos de España a nivel colectivo. Los dirigidos por Luis Enrique Martínez están sufriendo a la hora de traducir en peligro las posesiones de la pelota, un mal que afecta a todos los equipos que intentan llevar el protagonismo del partido a raíz del ataque posicional. Sin profundidad cada manejo de la esférica termina transformándose en un ciclo inofensivo y repetitivo.

España sufrió ante Croacia y previamente ante Inglaterra en el Benito Villmarín, ante un planteamiento bien organizado que tenía como fin neutralizar la circulación de la pelota por los carriles exteriores y, cuando pasaba por la zona central, que la batuta la llevaran Sergio Ramos e Iñigo Martínez, quienes terminaron el encuentro como los jugadores que más pases precisos completaron con 125 y 112 respectivamente (con una diferencia importante en comparación a Sergio Busquets, quien completó solo 73 y se ubicó tercero en la lista), pero sin generar ningún peligro o ventaja posicional con ellos. Comportamientos e inconvenientes que se convirtieron en repetitivos y que reflejan un problema mucho más profundo.Sin la capacidad para progresar por las bandas con sus laterales, Jordi Alba y Sergi Roberto no tuvieron influencia real en ofensiva y sin las variantes para activar a Sergio Busquets y compañía en la medular, la presión croata terminaba surtiendo efecto. España no se sentía cómoda en el terreno de juego y comenzó a cometer errores que terminaron reflejándose en el marcador.

Otro gran problema de España, que parece trascender el actual proceso dirigido por Luis Enrique Martínez, es la transición ataque-defensa cuando se pierde la pelota en campo rival. A la hora de manejar la pelota, La Roja no se organiza de la mejor manera a nivel posicional para poder contrarrestar cualquier contragolpe que pueda construir su rival. Ante Inglaterra y Croacia se notó de manera capital como, con solo tres o cuatro contactos, podían construir situaciones ventajosas para que sus jugadores desequilibrantes pudieran marcar la diferencia. Un ejemplo claro fue la exhibición de Harry Kane en Sevilla en Octubre, cuando logró desarticular la defensa española con buenos movimientos para desmarcarse y con contactos de calidad para encontrar a Raheem Sterling y Marcus Rashford. La libertad de movilidad no viene con desplazamientos defensivos que puedan complementar a nivel defensivo dicha libertad.

En contraparte, desde el arribo de Luis Enrique, se ha encontrado una frescura ofensiva y una capacidad para verticalizar tremenda, apoyadas en el buen rendimiento que ha mostrado Saúl Ñiguez, un jugador que, desde la zona de interior, es el que mejor interpreta lo que quiere el actual entrenador de la selección. El volante del Atlético de Madrid, en el rol que le está dando el seleccionador, cuaja de maravilla. Sus movimientos para desmarcarse en ataque, sus rupturas internas y su capacidad para impactar en el juego han ayudado a España a ser muy agresiva en ataque, hasta el punto de haber anotado 12 goles en cuatro partidos de la Liga de Naciones de la UEFA ante dos rivales que disputaron los siete partidos en la Copa del Mundo. Pero, en ocasiones, los goles no pueden tapar todas las fisuras que tiene una estructura y, para poder trascender y conseguir los resultados esperados ante rivales de un nivel tan alto, es necesario cubrir cada hueco con un funcionamiento colectivo que potencie los nombres propios y que se revalorice a través de los intérpretes con los que cuenta. Ese será el trabajo que Luis Enrique tendrá, independiente-mente de cuál sea el resultado en el partido entre Croacia e Inglaterra, pensando en la Eurocopa del 2020 y en el proceso eliminatorio para el Mundial de Qatar 2022.

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