La última gabarra del Athletic

El Athletic Club tiene muchas opciones de volver a ser campeón de un título oficial. Recordamos la última vez que sacó la gabarra, una fiesta apoteósica.

El Athletic Club se encuentra a las puertas de volver a ganar un título 31 años después. Si bien es cierto que la Supercopa es un trofeo menor, también lo es que en caso de ser campeón el club terminaría con una sequía de más de tres décadas. No sabemos si en el caso de producirse la victoria el Athletic realizaría grandes celebraciones ¿Cómo fue la última gabarra?

La mayor fiesta que se recuerda en Bilbao. Una alegría que se prolongó durante más de una semana y llevó al éxtasis a los aficionados. Todos saben que el último título oficial del Athletic fue la copa de 1984, que unida a la liga conquistada una semana antes elevó a los altares del fútbol español a aquel equipo legendario. Pero en esa ocasión, y a pesar de que la fiesta duró muchos días y tuvo varios epicentros, solo hubo una gabarra. Los chicos de Clemente se convirtieron en los jugadores más admirados del país y alargaron la gloria del fútbol vasco vivida al comienzo de los años ochenta (cuatro títulos de liga, dos de la Real y otros tantos del Athletic). 1984 fue el año de los leones y el adiós de la Gabarra hasta el momento.

Los dos goles de "Rocky" Liceranzu

​El 29 de abril de 1984 el Athletic vivió su primer momento de felicidad de la temporada. Javier Clemente, el joven técnico del equipo, decidió no concentrar a sus hombres antes del decisivo partido de la última jornada ante la Real Sociedad. Anteriormente había dado mala suerte en los encuentros frente al Liverpool y el Barça, por lo que quiso otorgar vía libre a sus jugadores no sin antes aclarar: "de todas formas vendrán a dormir a Lezama seis o siete". Y es que la concentración y tensión era máxima ante un choque que tenía enloquecida a la ciudad. El mismísimo Telmo Zarra, que regentaba entonces un establecimiento de material deportivo en el centro de la capital, colocó un león de dimensiones considerables en el escaparate con el escudo serigrafiado; Bilbao estaba preparada para vivir el espectáculo a lo grande y hacer de la fiesta del alirón un acontecimiento inolvidable. Las tribunas de San Mamés rebosaban de bufandas rojiblancas, y fuera de la catedral, se prolongaban hacia la calle Licenciado Poza en una auténtica cadena de fervor y entusiasmo.

Sobre el campo un once cargado de ilustres como Andoni Zubizarreta, Urtubi, Argote, De Andrés o Goikoetxea, que ilustraban en sus caras el sentido de la responsabilidad. Clemente había sido tajante: "Vamos a ganar la liga y la final de copa ante el Barça, pero si no lo hacemos será una tragedia". A diferencia del año anterior (cuando el Athletic ya había sido campeón), el equipo dependía de sí mismo para terminar primero, y el hecho de que el rival fuera la Real Sociedad daba un punto de suspicacia al partido. Existía la creencia de que los equipos vascos se ayudaban en situaciones límite, pero lo cierto es que la Real no ofreció tregua durante los 90 minutos. El conjunto Txuri-Urdin tenía opciones de clasificarse para la Copa de la UEFA, un premio menor para los discípulos de Ormaetxea teniendo en cuenta que poco tiempo atrás habían sido campeones de liga. Pero esa tarde, bajo la atenta mirada del Lehendakari Carlos Garaikoetxea, terminarían cediendo el trono al nuevo embajador del fútbol vasco.

El Athletic salió en tromba, fiel a su estilo y con un combustible especial que venía desde la grada. Una llegada tras otra, decenas de centros que esperaban encontrar una cabeza rojiblanca o aquello que los de Clemente dominaban tan bien, los rechaces en segundas jugadas. En una de aquellas acometidas Liceranzu se adelantó a los defensas realistas y batió a Arconada; por algo le apodaban "Rocky", y en esa jugada demostró más fuerza que nadie. Iba a ser su partido y él se convertiría en "Pichichi" improvisado de la tarde a pesar de ser defensa, San Mamés olía a título.Pero como decimos, el Athletic tendría que luchar, sufrir, y sobre todo superar el gol que marcó Pedro Uralde en el minuto 68. Aquel tanto del empate apagó de tal forma el estadio que el propio delantero se negó a celebrarlo, parecía que había profanado una tumba. Y es que el conjunto visitante jugó muy bien en el segundo tiempo, con Txiki Beguiristain y Zamora combinando sobre el céped mientras el Athletic solo tenía fuelle para lanzar balones largos y forzar corners una y otra vez. Siempre se habla de la magia de San Mamés y el calor del público, pero en los siguientes minutos a aquel gol la grada se quedó muerta como pocas veces. Liceranzu, otra vez él, hizo buenas las palabras de Clemente y logró el gol que convertía en campeón al Athletic.

La emoción copó el césped de San Mamés y llegó al vestuario. Clemente lloró como nunca y el club le hizo caso, ya que no habría celebraciones oficiales excesivas con el fin de preparar la final de copa. En la calle fue otra cosa. El equipo abandonó el estadio en autocar aclamado por los aficionados en la Gran Vía y el Arenal, a ritmo lento ya que la multitud no dejaba que alcanzara velocidad. Los jugadores llegaron a Lezama sobre las 22:30 y pernoctaron lejos de la euforia. Al día siguiente aparecieron tímidamente en la gran fiesta de los aficionados, una multitudinaria cena organizada por el diario Deia en la que se prepararon 4000 botellas de vino, 2000 de Champagne, 50.000 espárragos y numerosas raciones de pavo. Bilbao celebró la liga a lo grande, pero no hubo gabarra.

"Superstar Maradona" ante el rubio de Baracaldo

​Así denominó Javier Clemente a Diego Armando Maradona en los días previos a la final de copa que enfrentaría en Madrid al Athletic con el Barça. El entrenador vasco se paseó por varios platós de televisiones nacionales con el pecho bien alto tras el título conquistado. Sabía que las opciones de ganar serían grandes si conseguía encender todavía más a sus rivales, y llegados a este punto su pelea con Maradona y Menotti ya había alcanzado cotas de show. El Barça comenzó a perder la final con el desembarco previo de aficionados; desde Bilbao llegaron 40.000 y las peticiones tras la semana del alirón se aproximaron a 20.000 más. Pasara lo que pasara habría fiesta grande a la llegada de los jugadores, pero el doblete era un caramelo demasiado goloso como para no darlo todo en la batalla final. Los que se quedaron en Bilbao también disfrutaron en las horas previas, por ejemplo paseando un león verdadero por las calles de la ciudad en señal de apoyo al equipo.

"Que no me toquen los higadillos", "Maradona es un imbécil de tomo y lomo" o "si perdemos 4-0 la afición estará contenta, yo mismo he bajado de categoría en el pasado y me lo tomé bien", fueron algunos de los mensajes previos (alguno de ellos pronunciado meses atrás) con los que Javi Clemente intentó ganar la batalla psicológica al rival. Pero en Can Barça existían muchas ganas de ganar ese título, una tensión que se convirtió en presión y que Maradona no pudo resistir. El pelusa salió extramotivado a aquel partido, pero el Athletic tenía oficio, era más agresivo y estaba en un punto de gracia histórico. Esta vez fue Endika el autor del gol decisivo, el tanto que daba a los rojiblancos el doblete. Más tarde llegaron las tortas, las provocaciones, las patadas y uno de los espectáculos más lamentables que ha acontecido nunca en una final de la copa del rey.

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La fiesta grande, y por fin la gabarra

Ya lo había anunciado el entonces secretario de comunicación José María Arrate: "El lunes, ganemos o perdamos viviremos el homenaje al equipo y a partir de las 15:30 saldrá la gabarra". El equipo volvió al día siguiente de la final y ofreció el título a San Mamés antes de la disputa de un partido de juveniles, pero todas las gargantas se reservaron para el 7 de mayo de 1984, el último día en el que salió la gabarra por la ría de Bilbao y el Athletic celebró a lo grande un título, en este caso dos. Nada más llegar de Madrid el autobús del equipo tuvo que pararse en numerosas localidades de Vizcaya, pero el gran homenaje llegaría aquella tarde en la que cerraron muchos comercios y se decretó fiesta oficial en la mayoría de colegios. El Athletic había hecho historia de una forma inimaginable, aunque lo que no sabían los aficionados es que terminaban de tocar techo. Aquel Athletic era el producto de un trabajo de cantera de años y la explosión de muchos jugadores en el mejor momento de sus carreras. Al frente de todos ellos el ambicioso Javier Clemente, quien dotó a sus futbolistas de un espíritu ejemplar. Aquel Athletic, lleno de hombres que en algunos casos llevaban juntos desde juveniles, había derrotado a los dos grandes imperios del fútbol español, pero la alegría no tendría continuidad en las siguientes décadas.

La gabarra salió desde el embarcadero de Las Arenas y avanzó con los dos márgenes de la ría abarrotados de banderas rojiblancas e ikurriñas. Miles de personas aclamaron a los campeones del doblete y más tarde los jugadores ofrecieron los triunfos en la basílica de la virgen de Begoña. En el ayuntamiento se vivió el fin de fiesta al lado de una afición extasiada. El Athletic, uno de los históricos del fútbol nacional había vuelto a ser campeón. Fue el fin de la cronología de una semana de pasión, la que llevó a la ciudad de Bilbao a disfrutar con su club de una manera que no ha vuelto a suceder. Ahora el Athletic puede volver a levantar un título y sin duda la fiesta no será igual. No tendrá nada que ver ya que el valor de esta Supercopa está muy lejos del que tuvo el doblete de 1984, pero lo cierto es que el corazón de los leones volverá a recordar aquel momento si definitivamente, después de 31 años, el Athletic vuelve a ser campeón.

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