Las sombras del Estadio Nacional de Chile
El estadio de la capital chilena ha sido testigo de lo mejor y de lo peor que puede llegar a hacer la especie humana en menos de medio siglo

Ayer Chile se coronó como campeona de Sudamérica por primera vez en su historia al vencer en la final de la Copa América ante su afición, en el Estadio Nacional de la capital chilena. Bajo las luces del campo de fútbol, el capitán Claudio Bravo levantaba el tan ansiado título, pero no hace mucho tiempo en aquel mismo escenario pero esta vez en las sombras se vivieron algunos de los crímenes más horroríficos que ha vivido el país hace poco más de 40 años. Los más hábiles se fijarían en que un sector de la grada, la gradería de la escotilla 8, estaba vacío a modo de homenaje, y es que el estadio que anoche abarrotaron 48.000 espectadores fue un campo de concentración durante los momentos más salvajes de la dictadura de Augusto Pinochet.
El 11 de septiembre de 1973 la historia de Chile cambió para siempre. Los militares se sublevaron y la junta militar comandada por el fascista Pinochet mandó bombardear el Palacio de La Moneda, donde se había atrincherado el presidente Salvador Allende, que viéndose acorralado optó por el suicidio, dando inicio de esta forma una dictadura militar que se prolongaría durante más de 15 años saldándose con un total de 28.259 víctimas de prisión política y tortura, de las cuales 2.298 serían ejecutadas y 1.209 desaparecidas. En todas estas violaciones de los Derechos Humanos jugó un papel muy importante el Estadio Nacional de Santiago de Chile.
Durante los primeros meses del nuevo régimen, los calabozos se quedaron pequeños para la 'caza de brujas' que los militares y partidos de extrema derecha estaban llevando a cabo, por este motivo se habilitaron numerosas instalaciones para albergar -dicho de una manera demasiado amable- a todos aquellos pertenecientes a ciertos partidos políticos, familiares de estos o que, simplemente, habían sido denunciados como tal por otros vecinos por pensar distinto. Uno de los lugares más emblemáticos era el Estadio Nacional de Chile, rodeado por decenas de tanques, donde centenares de prisioneros fueron retenidos, torturados e incluso encontraron la muerte. "En el inicio de la pista atlética, junto a la entrada de maratón, había un disco pintado de negro. Los que llamaban a ese sitio iban para el velódromo, donde las torturas eran peores. Hubo gente que nunca volvió. Los que quedábamos compartíamos alimento o frazadas y tratábamos de darle ánimo a los cabizbajos.", explica Luis Cárdenas Quintana, hijo entonces de un líder sindical, en ElEspectador.com.
En total, más de 20.000 hombres y mujeres sufrieron los abusos de la dictadura. Los soldados realizaban simulacros de fusilamientos o directamente ejecutaban a presos ante la mirada de todos los reclusos, que allí permanecían sin cargos ni procesos pendientes con la justicia; un auténtico escenario del horror que duró desde el 12 de septiembre hasta el 9 de noviembre de 1973, momento en el que se decidió que el coliseo debía volver a pertenecer al fútbol, un opio que entonces el pueblo necesitaba para olvidar, pero que la junta militar ansiaba mucho más para que el colectivo fuera olvidando poco a poco aquellos crímenes que se estaban cometiendo a lo largo y ancho del país.
Doce días después, el 21 de noviembre de aquel mismo año, el destino quiso que a Chile le tocara jugar la repesca del Mundial 1974 contra la URSS. No había otro rival posible. El encuentro de ida se saldó con empate a cero en suelo soviético, y para la vuelta la Unión Soviética había pedido a la FIFA que no se disputara en el Estadio Nacional de Chile después de lo ocurrido en aquel escenario semanas atrás y que se jugara el partido en un campo neutral. Ante la negativa del órgano rector del fútbol mundial, la URSS emitió este comunicado en el que señalaba que no se iba a presentar a disputar el partido: "Por consideraciones morales los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos (…) La Unión Soviética hace una resuelta protesta y declara que en las actuales condiciones, cuando la FIFA, obrando contra los dictados del sentido común, permite que los reaccionarios chilenos le lleven de la mano, tiene que negarse a participar en el partido de eliminación en suelo chileno y responsabiliza por el hecho a la administración de la FIFA". Chile estaba clasificada para el Mundial. Pero por si con esto no bastara, la junta militar que ostentaba el poder decidió que se celebraría un encuentro sólo con la selección chilena, un partido berlanguesco en el que los 15.000 espectadores pudieron gritar el gol que a puerta vacía anotaba Francisco Valdés, capitán de la selección. Este tanto quedaría grabado en la historia como el Gol de la Vergüenza.
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Poco a poco, el Estadio Nacional fue abandonando esas sombras que se cernían sobre él pintadas con la sangre de los que allí sufrieron y murieron. Con el paso del tiempo fue escenario de otros compromisos de la selección nacional, pero también de eventos como lugar para congregar a las mayorías católicas que escucharon al papa Juan Pablo II en 1987, o para que Patricio Aylwin, primer presidente después de 17 años de dictadura, tomara posesión del cargo en marzo de 1990.
Anoche, Chile se coronó como campeona de la Copa América bajo las luces del Estadio Nacional de Santiago y quizá hubiera sido mejor dedicar estas líneas a los campeones, pero no debemos olvidar las sombras de ese mismo coliseo ni a aquellos que perdieron allí la vida, y es que tal y como rezaba la pancarta de la grada de la escotilla 8, 'Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro'.