Chelsea: Etoo, la promesa del destino
El camerunés Samuel Eto'o sigue a la caza de títulos y ahora lucha por ganar Liga de Campeones y Premier League con el Chelsea.

No se entrena. No se crea. No se encuentra. Se tiene. Se nace. Se cimienta. El carácter, ese gen desastrosamente perjudicial sin premisas claras que lo sustenten por su naturaleza imprevisible. El carácter, ese gen asombrosamente positivo con la dosis perfecta de intensidad que termina siendo diferencial en situaciones de máxima competitividad. Esa dualidad, en su vertiente ganadora, representa una aptitud altamente diferencial en épocas de sistemas tácticos predefinidos y de pizarras homologadas por el protagonismo del entrenador en el fútbol. No se puede construir y no se puede despertar, pero quien lo tiene, amplía su margen de éxito sobre los rivales en multitud de detalles. Porque es quien más presiona, quien más pelea, quien más empuja al colectivo, quien más actitud despierta en las gradas y, desde luego, quien más celebra el éxito de todos esos ingredientes que aporta al césped. No parar nunca. No rendirse jamás. Promesas automatizadas en el gen eternamente ganador de Samuel Etoo.
El delantero camerunés es ejemplo ideal para contextualizar cualquier reto cumplido. Su empeño es infinito, su ambición imperecedera y su potestad para llevar a cabo dichas promesas, supera las barreras más exigentes. Quería ser futbolista profesional desde uno de los epicentros más inaccesibles para conseguirlo. Pero no solo lo hizo, sino que su perspicacia e inteligencia, le permitió ser adorado-valorado a partes iguales por seguidores y detractores. Caerán mal algunas de sus formas externas a la pelota e incluso su excesiva claridad ante hechos tabú, pero su capacidad para ser tan directo en la vida como en el césped, sigue haciendo del ‘León Indomable’ un ganador único. Un delantero histórico. Un killer de éxito perpetuo. Y pese a todo, tan sincero y veraz, como para reconocer que incluso bajo su prisma leal y confiado, existen promesas incumplidas que arrastra sin pudor: “Nuestra relación era tan tensa que incluso llegué a pensar y decir que jamás jugaría en un club que tuviera como entrenador a… Mourinho”. Hoy, ambos son un afortunado error del destino.
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Aquellos pensamientos anti-mourinhistas, sí respondían más al peculiar arte de Samuel por encender chispas con su libertad de palabra. Siempre le acompañó la ironía, las excesos de literatura callejera, los dichos adaptados a sus premisas de vida y, sobre todo, los gestos tan efusivos que hacían temer sus consecuencias incluso más que dentro del campo. Allí, todo acababa con goles. Aquí, todo acababa con polémica. No puede sorprender esta vertiente comunicativa del ídolo africano, a quien recuerde que con cada entrenador que tuvo en su carrera, acumuló escenografías para enmarcar. El primer día que pisó Madrid acabó gritando en la Ciudad Deportiva del Real Madrid porque nadie había ido al aeropuerto a ayudarlo sin que hablara una letra de castellano. Era un aviso. La línea creció, su estatus se multiplicó y las ironías-diversiones, crearon un símbolo de lucha personal épica, aunque con aromas globales. Su pelea, su lucha, su honor, era el de su país, el de su continente, el de su raza. “Correré como un negro para vivir como un blanco”, un afamado recordatorio de sus expresiones, jamás lanzadas con la espontaneidad que hacía creer, sino matizadas para golpear sobre quien apuntaba previamente.
Y en esa dinámica de amor u odio, se topó con Luis Aragonés para que el ‘Sabio’ le agarrara del cuello y le exigiera respeto eterno por su profesión si quería convertirse en alguien en esto del fútbol. Desde que le pusieron enfrente aquello que él proponía a sus símiles cada día, su ego disminuía, pero volví a alimentarse rápidamente si la fórmula no era constante. En plena efervescencia, terminaría soltando el látigo sobre Pep Guardiola cuando el catalán le acusó como parte del ‘clan’ polémico que frenaba los éxito de un Barcelona multi-campeón. Distorsionado y excesivamente controvertido fue cada uno de los pasos que dio con su selección, pues en Camerún había una lista de jefes y hasta el sexto lugar no aparecía el técnico. El primero era Etoo, el segundo era Etoo, el tercero era Etoo… lo supieron consecutivamente algunos intrépidos como Arthur Jorge, Claude Roy, Otto Pfister, Paul Le Guen y hasta Javier Clemente. El ‘Rey Samu’ superó cualquier barrera cuando de egocentrismo permitido el día que el millonario Suleyman Kerimov le convirtió en el jugador mejor pagado del mundo sin haber llegado ni a la ‘treintena’. En Makhachkala, él era dueño del banquillo, del vestuario, del hotel de concentración y hasta elegía la cena de sus compañeros. Un ‘intocable’ con la única pistola amenazante de su actitud ganadora.
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Solo existió una persona capaz de reconducir su mentalidad en pro del colectivo. Lo consiguió alejándolo del área e incorporando a sus cualidades la de aparecer por bandas e incluso teniendo responsabilidades defensivas. Le retiró del gol, del área, de los penaltis, de las cifras y de los elogios. Le hizo inmune al odio, al llanto, a la rabia de todo ganador en épocas de angustia. "Dios sabe lo mejor. Quiso enseñarme que estaba equivocado y ahora José Mourinho es mi amigo. Y ahora también, de nuevo, mi entrenador", dijo años después de su primera perspectiva sobre el entrenador portugués. Ya había ganado una Champions League bajo su batuta en el Inter de Milan donde aprendió a dejar de ser protagonista y compartir los ecos victoriosos. Y cuando hace unos meses la petición de última hora de Mourinho fue ‘repescar’ para sus batallas inglesas al delantero camerunés, la primera puesta en escena fue contundente, o al menos lo necesario como para saber que las reverencias tenían que volver a merecerse: “No sé qué ha hecho en Rusia, pero si quería competir al primer nivel no debió ir allí. Ahora le está costando, no tiene el físico ni la velocidad de antes. Tendrá que trabajar mucho”, le comentó ante los medios en las primeras semanas de reencuentro en el Chelsea.
La respuesta no tardó en llegar. Por un lado, en público ante los medios con un sutíl “es un placer trabajar en el mismo equipo de nuevo”. Por otro, un contundente rédito inmediato con 5 asistencias y 8 goles ya en su cuenta, muy por encima de cualquier otro jugador actual en el Chelsea (solo Hazard puede ser tan diferencial ahora mismo) y bajo la idea de colocarlo como referente de área y definidor puro. Samuel se impuso a todos cuando alzó la voz, se hizo notar cuando levantó el tono y acumuló aplausos cuando sus celebraciones se traducían en alegrías. Pero solo alguien fue capaz de hacerle romper una promesa en su vida, el mismo que se acordó de su carácter, de su energía y de su personalidad ganadora para impulsar su proyecto Blue 2.0. Hoy, ambos saben que el destino les ha unido para seguir sonriendo pues ninguno tiene necesidad de títulos ni de dinero, pero siguen siendo tan especiales como siempre…