Sandaza: Rangers, taxis y Lugo

Comparto varias cosas con Francisco Sandaza, delantero español. Ambos somos de la provincia de Toledo (que no de la misma ciudad) y ambos nacidos en el mismo año, 1984. Fruto de su entorno, la pelota empezó a rodar para él en clubes cercanos de la comunidad de Madrid, aunque fue en su ciudad toledana donde encontró su primera oportunidad. Muy alejado de sus metas personales, llegó a entrenar algún tiempo con el Valencia como punta del equipo filial durante varias campañas pero, tras ser cedido a clubes menores, decidió empezar su aventura en el exterior. No llegó a la élite del fútbol español, pero se convirtió en asiduo de equipos británicos que buscaran un punta potente, fuerte, corpulento y casi más ‘brittish’ en su estilo que los propios compañeros que lo rodearon en Dundee, Brighton y St.Johnstone. Sus 14 goles en The Saints escocés, le iban a cambiar la vida.

Las llamadas de clubes superiores en las Islas empezaron a llegar pero, curiosamente, esperar demasiado en su decisión aletargó algunos de estos movimientos. Sólo el destino quiso que en las últimas horas del mercado de fichajes veraniego de hace apenas siete meses, Sandaza terminara aceptando una oferta irrechazable. Iba a jugar cuatro posiciones más abajo, no iba a poder aspirar a competiciones europeas, seguía teniendo un clima dolorosamente idéntico y había dejado escapar algunas de superior nivel en su espera. Sin embargo, esa llamada era del Glasgow Rangers que, pese a intentar ficharlo ya en el mes de diciembre anterior, se vio arrastrado a una crisis económica sin precedentes que lo llevó a las catacumbas de fútbol escocés, completamente ignorado por el resto de clubes al haber sido intervenido por hacienda. Pero Sandaza paró, pensó y divisó. Jugaría en el club con más títulos de Escocia, en el que llena su poderoso Ibrox Park cada semana y, desde luego, acababa de solventar su carrera profesional con el contrato que siempre soñó (1 millón de euros anual para tres cursos). Pero el sueño se tornó en la peor de sus pesadillas.

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Antes de todo esto, yo había tenido tres contactos meramente profesionales con Sandaza. El primero, como analista del programa de fútbol internacional Play Fútbol de la Cadena SER, donde ya con el curso terminado, diseccionamos su estupenda campaña con un modesto del fútbol escocés como el St.Johnstone. No dejó asunto sin crítica y aseguró que pese a sus cifras goleadoras, en el fútbol español no se habían fijado en él porque no iban a poder “circular sobres por debajo de la mesa”. Seguramente no le faltaba razón pero la vida no le había mostrado la dureza que puede provocar ante estos comentarios. Un tipo directo, duro en sus declaraciones pero tremendamente tímido y excesivamente premeditado. De eso me di cuenta meses después cuando, trabajando para un reportaje de ESPN, tuvimos que citarlo (lo que me llevó a hablar numerosas veces con él) y entrevistarlo en su casa de Glasgow, donde admitía que estaba viviendo su sueño deportivo por la grandeza de un club que le superaba en sus previsiones. Eso sí, se sentía solo, algo apartado de la vida social que quisiera tener y sin el cariño que necesitaba para colocarse como uno de los referentes de su nuevo club.

Verlo cara a cara, fue un tremendo impacto, pues su pesadilla ya había comenzado. Sandaza tuvo graves problemas de adaptación a la dinámica de su nuevo club entre otras cosas, porque ese club pasaba por el peor momento de su vida, había dejado de existir para renacer como otra ‘empresa’, tenía nuevos inquilinos, directivos y hasta había tenido que dejar escapar a todas sus estrellas para confiar en un par de fichajes (él era uno de ellos), la experiencia de las clásicos que no iban a salir del club (McCulloch, Alexander…) y la cantera que ahora estaba absolutamente representada en el primer equipo. Y destaco lo de verlo cara a cara, porque en la búsqueda de goles que rápidamente lo reivindicaran como el killer titular del equipo, Sandaza sufrió una de las lesiones más dolorosas y complicadas de su vida. No fue en una pierna, no tocaba las rodillas y tampoco los tobillos, pero estuvo a un solo centímetro de perder su ojo. El delantero sufrió un terrible choque accidental de cabeza durante un partido y su rostro, completamente desfigurado, marcó la pauta de su estancia en Glasgow. Tan agresiva era incluso la foto que nos mostró, que el entrenador Ally McCoist llegó a decir que jamás había visto un destrozo similar. Varios meses parado, desfondado y sin opciones de regresar como jugador importante, devastaron su moral. Para Sandaza, era el principio de un final caótico.

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Quizás una pizca de ingenuidad y otra de dolor interior por querer solucionar una campaña que nunca presentó alicientes cercanos, llevó al toledano a cometer más errores. Esa facilidad para abrir sentimientos y la constante contundencia de ciertos de sus comentarios, lo convertían en un aliado perfecto para quienes quisieran declaraciones altisonantes. Y aunque no es problema grueso en un fútbol terciario como el escocés, se convierte en uno de índole nacional cuando se trata del gigante Glasgow Rangers y sus fuertes premisas tradicionales. Allí no hay opción al desprestigio, a la ofensa o al insulto en cualquiera de sus caras. Una de ellas, la de un irónico (para algunos será mucho más que eso) taxista llamado Tommy, acabó por convertir a Sandaza en un futbolista delatado, inocente, repudiado por su propia afición y, desde luego, héroe para el eterno enemigo, un vecino llamado Celtic de Glasgow que ríe más y como nunca.

Esa accesibilidad, sinceridad y falta de razonamiento pausado a cargo del delantero español, le llevó a cometer un tamaño error. El taxi-driver, hincha del rival ciudadano, decidió mofarse de él en una llamada telefónica donde se hizo pasar por un agente de la MLS estadounidense. Pese a su notorio acento británico, logró hablar durante veinte minutos con el jugador, que no pudo retener su pesadumbre ante la campaña desastrosa que lo acompaña. Debilitado moralmente, encontró en ese ‘taxista amigo’, una voz que lo escuchara, siendo tan peligrosamente sincero como siempre. Tanto, que admitió estar mal en el Rangers, dolido por su soledad, por la cara magullada, por la falta de goles (solo dos en catorce partidos) y hasta por el tiempo. Y cuando sonaban posibles compradores para un fútbol en auge y en un contexto mucho más atractivo como la MLS, Sandaza no ocultó que su preferencia a la hora de haber fichado por el Rangers era únicamente el dinero. Declaraciones que nunca deben salir de la boca de un profesional (y no hablo solo del fútbol), pero que desencajaron desde entonces su futuro, puesto en duda desde el momento en el que la conversación empezó a moverse por la red.

Cuando Sandaza regresó a los entrenamientos después de su vergonzoso episodio, The Scottish Sun aseguraba que fue despiadadamente acorralado por las bromas de quienes se cruzaban con él. Fue sancionado y suspendido por el club, hasta que el pasado 4 de abril fue despedido por lo que el Rangers llamó “incumplimiento material del contrato”. El delantero perdió la oportunidad de demostrar su categoría, recuperar su auto-estima y volver a reencontrarse con una versión agradable de ese fútbol que lo ha abandonado de golpe, drásticamente y de la manera más despiadada posible. Su adiós ya es una realidad. En Rangers alcanzó su cima, su sueño y su mejor momento profesional. Nunca olvidará Glasgow. Allí le colocaron una placa de metal para toda la vida en su rostro, encontró una cicatriz alrededor del ojo que nunca se desvanecerá y, sobre todo, una herida psicológica concretada por una llamada que nunca debió atender. Hoy, Tommy es el ‘Taxi Driver’ más famoso de la ciudad gracias a su habilidad, la de romper para siempre la carrera de un chico ingenuo que solo acudió allí a buscar goles. Un final, muy triste, en 7 meses y 23 minutos Por suerte, en las últimas horas del mercado, logró encontrar equipo en el Lugo, de Segunda División española.

EL DEBATE: ¿TRIUNFARÁ SANDAZA EN EL LUGO ESTA TEMPORADA?

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