Lyon: La descomposición del ex dictador
La Real Sociedad se mide ante el que fuera el gran dominador de Francia
La Real Sociedad se enfrenta al Olympique de Lyon en el partido de ida de la previa de la Liga de Campeones 2013-2014 y en Fútbol Primera.es analizamos la decadencia del equipo que fuera líder hegemónico de la Ligue 1.
El afamado The Wall Street Journal, publicó hace poco más de un año, un artículo sobre las maniobras de los ‘dictadores vanguardistas’. Todos aquellos líderes políticos de nuevo cuño, invocan la democracia. Si hace décadas detenían miembros de grupos por los derechos humanos y organizaban elecciones manipuladas sin oficialidad del recuento total, hoy dictaduras retrógradas de la vieja escuela son mucho más inteligentes. “Han entendido que en un mundo globalizado las formas más brutales de intimidación (como las detenciones en masa, los pelotones de fusilamiento y las violentas represiones), son mejor remplazadas por formas más sutiles de coerción”. En resumen, que interpretan eficazmente la relación ante sus lacayos. Es mejor dar la impresión de ganar una elección reñida que robarla abiertamente o asegurar leyes redactadas en términos generales para usarlas posteriormente como arma para atacar a sus amenazas.
En fútbol, por toda Europa se han multiplicado este tipo de comandos dictatoriales. Instituciones que, abogando por la tremenda cualidad de su cantera, la sabiduría para contratar jugadores a explotar o últimamente, rompiendo el mercado gracias a inversiones extranjeras de dudosa credibilidad, han sentado cátedra y no son exigidos en su podio de ‘elegidos’. El mayor de esos dominios fronterizos sacudió el fútbol francés a principios de siglo, cuando un proyecto incipiente, preciosista en su concepto raíz, se convirtió en el déspota más intolerable del continente. El Olympique de Lyon sumó siete Ligue 1, una Coupe y seis Trophée des Champions, ejerciendo un papel opresor bajo un perfecto equilibrio directivo-deportivo. Como inteligente tirano, su reto no era tener armas sobradas para arrasar a los enemigos en sus movilizaciones, sino evitar que comprendieran siquiera que podían contrarrestarles. Pero la falta de un auge definitivo en la Champions League y la carencia de estrellas-clubes potentes en la Ligue 1, frenó poco a poco sus aspiraciones, obligándole a vender durante los últimos años sus mejores bazas y claudicar ante el creciente empuje enemigo.
Sus títulos, goleadas y shows dominicales, lo catapultaron a la historia para los anales y esa magnífica racha, se mantendrá eterna en los libros del fútbol galo. Hablarán de un club poderoso en su carácter ganador, intrépido en cuando a su crecimiento como club en una Europa que desconocía y, sobre todo, de velocidad, ambición y ritmo de juego sobre el césped. Todo ello llegó al Olympique de Lyon de la mano del ambicioso y negociante Jean Michel Aulas en la directiva pero, sobre todo, del buen hacer en el banquillo del ahora por muchos odiado, Paul Le Guen. Un técnico caracterial, con las ideas muy claras de cómo explotar un fútbol que dominaba y que supo encontrar jugo en una serie de jugadores que pasaron a la historia. Títulos, sensaciones y reflexiones que jamás se repitieron porque noches como la de aquél 7-2 al Bremen en Gerland, sólo dejaron el recuerdo. El recuerdo de los Essien, Diarra, Anderson, Malouda, Govou, Wiltord o, desde luego, Juninho Pernambucano.
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El equipo fue perdiendo jugadores, atrapados por las garras económicas de clubes mucho más poderosos y debilitándose pasito a pasito. Seguía levantando títulos, sí. Seguía sumando victorias, sí. Pero sin la brillantez de antaño y viendo cómo los perseguidores, aquellos que querían destronar su incansable dominio, iban reduciendo distancias. La etapa del veterano Gerard Houllier sirvió para sacar algún canterano más en tiempos donde las amenazas eran mayores y fue quizás con Alain Perrin donde se levantó un poco el prestigio, continuando los buenos resultados y logrando por vez primera en su historia, el ‘doblete’ con Ligue 1 y Copa. Pero allí acabaron las buenas noticias. Allí empezó a concretarse el principio del fin de una dictadura que agonizaba hasta deprimirse por completo.
Aulas, un empresario cada vez más poderoso, creyó entender que el Lyon estaba preparado para el asalto europeo y la Champions se convirtió en su obsesión. Colocar el nombre del Lyon entre los ganadores y dejar así a un lado el único título francés del Marsella, le haría entrar en la historia del fútbol moderno en el país galo, pero su osadía superó la realidad. No administró bien sus ventas, dejó escapar a los últimos integrantes del gran Lyon de años anteriores y el rendimiento cayó en picado cuando cesó a Perrin y colocó en su lugar a Claude Puel. La falta de acierto en los repuestos que debían levantar el proyecto y mantenerlo en la cúspide nacional, no lo lograron y aunque los gastos en fichajes empezaban a ser mayores incluso que las ventas que siempre le habían caracterizado, el club cedió. Su economía no le soportó tan basto error y la salida a bolsa fue el caos definitivo para desestructurar esa combinación efectiva que los despachos habían promulgado siempre al césped. Era un Lyon más competente, menos canterano y más necesitado que nunca. Por el contrario, un equipo desnaturalizado que ni siquiera pudo cesar al único técnico que durante muchos años le dejó sin levantar títulos nacionales.
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Tras varios veranos de hermetismo, dada la nula solvencia financiera y el arrastre de malas decisiones empresariales, el caché se ha devaluado drásticamente. Obligado a participar en rondas previas para sobrevivir en una élite que antes adueñaba, sus últimas apuestas acabaron saliendo sin el brillo de antaño (Benzema, Toulalan, Pjanic, Lloris) y este verano, la descomposición ha sido definitiva dejando escapar a Michel Bastos, Lisandro López, Lovren y quizás en las próximas horas a Gomis. La inversión, por el contrario, apenas argumenta expectativas con 4 millones en refuerzos que no superan claramente la única solución factible para mirar de frente al futuro con cierta esperanza: su cantera. La base, la raíz, el inicio que a principios de siglo fue la premisa básica sobre la que se estructuró el éxito, vuelve a ser protagonista por obligación, por necesidad y por única salvación. Un día fueron esos jóvenes talentosos los que lograron aupar hasta lo inimaginable a un equipo modesto adaptado a pequeñas alegrías.
Ahora, una nueva generación repleta de crecientes internacionales en categorías inferiores, busca que ese éxito se pueda reactivar. La clase de Grenier (personalmente, el jugador más talentoso y moderno ya preparado ara un salto cualitativo), la velocidad del comodín ofensivo Lacazette, la potencia defensiva-medular de Umtiti-Fofana o apariciones aún expectantes como Ghezzal, Ferri, Bahlouli, Benzia, Tolisso o Labidi, hacen que el mañana sea hoy. Un líder olvidado pero necesitado como Gourcuff (empezó genial esta primera jornada), una contratación de rentabilidad asegurada como Bedimo y el líder cuya contribución sobrepasa calificativos cuando el equipo ha sufrido lo indecible, Gonalons, son sus únicas esperanzas más experimentadas.
Hoy, condenado a un rol terciario y nuevamente aspirante, el OL regresó a su papel histórico, ese que destrozó positivamente en el nuevo siglo y que le enseñó las mieles pero también las desgracias. Aulas quiso oro pero le robaron la mina. El autoritarismo moderno (PSG o Mónaco), es más duradero que el destino de un solo dictador (Lyon). Empezar de cero, única fórmula para aprender de los errores. Los del viejo dictador. Los del nuevo OL.
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