Real Madrid: Khedira, el debate de Ancelotti

¿Sabrá valorar el nuevo técnico al centrocampista alemán?

No es que el templo de los madridistas haya tomado medidas inicuas y exageradas contra todo un internacional alemán, ni tampoco que el rendimiento del jugador en las dos temporadas que lleva, hubiera abochornado a quienes pagaron 14 millones de euros por él hace dos veranos. Y es que aún hoy, sigue siendo el mal endémico de un club malaventurado con todo aquél que osa ocupar labores de destrucción en sus esquemas. Mahamadou Diarra, Lassana Diarra, Gravesen (aunque el danés sí estaba en un escalón inferior), Gago y hasta en su día Makelele (para quien escribe, el mejor mediocentro destructor puro de los últimos años), han sufrido ese calvario del ostracismo, la invisibilidad y la negatividad que levantaba en todos los análisis desde los medios de comunicación.

Ninguno era el más habilidoso con los pies, no lograba desplazamientos en largo, limitaba la asociación en la medular e impedía la celeridad en la transición ofensiva. Es decir, que cumplía el rol estándar de mediocentro físico de contención que sirve de fiel escudero a sus compañeros, que frena las amenazas rivales y que mitigaba con su sacrificio cualquier intento de romper el equilibrio defensivo blanco. Ejercían con mayor o menor capacidad, su única y ajustada labor. Cualidades todas ellas ancladas a una figura que jamás triunfó (ni parece que logrará hacerlo en el futuro) en el Real Madrid. Un papel para el que no puede haber actor plausible a ojos del Bernabéu y para el que nadie podrá convencer por la obediencia táctica y la sumisión estratégica que requiere dentro de un esquema. Y eso, a pesar de terna ahora en ese rol a uno de los mediocentros más completos por físico, experiencia y liderazgo, cualidades que Sami Khedira sólo puede mostrar cuando la confianza le empuja, algo hermanado al blanco de la selección alemana pero no al blanco madridista.

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No es el más aseado técnicamente ni tampoco el más estético, pero la versión entre ambas camisetas define perfectamente lo que significa para un jugador el sentirse defendido por quienes lo acompañan. Cierto que este año le hemos visto marcar en Liga goles determinantes como el que logró en el Camp Nou y que ya hemos hablado en otros momentos sobre su enorme capacidad para llegar al área contraria recordando que, en principio, en el Stuttgart, era casi un delantero. Pero en esta Eurocopa y sobre todo en el partido de cuartos de final contra Grecia, Sami reflejó su enorme complicidad con el patrón al que Joachim Low le ajusta (algo que también tiene en el Real Madrid porque para Mourinho es intocable más allá de los debates sobre su potencial), marcando un gol clave que rompe el choque en favor alemán, llegando desde segunda línea con una volea poco estética pero reivindicativa de su grandísimo encuentro.

Un tanto que define a la perfección la naturaleza de todos sus movimientos y acciones previas. Lideró la medular germana, se ofrecía, generaba el inicio de la jugada, organizaba pero sobre todo, siempre que tocaba buscaba progresar y alteraba con rotaciones constantes entre las líneas helenas. No es destructor por decreto, sino un mixto de ida y vuelta, un batallador incansable que siempre se asoma a las cercanías del área y un todo-campista por su enorme proyección y recorrido (fruto de sus primeros años de profesional), lo que le hace llegar con mucha potencia y fuerza a zonas de ataque. Gran disparo con ambas piernas, consciente de la sorpresa que suponen sus centímetros en ataque y una gran capacidad de desarrollo físico no necesariamente explotado como primer muro para el enemigo.

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Desde 2010, cuando se dudó de su carácter para suplir a Michael Ballack (líder oficioso de la Mannschaft), pero se convirtió en el sirviente de un Schweinsteiger al que ahora parece superar en rendimiento e importancia en el equipo, y en el llegador por decreto de una selección cosmopolita (él mismo es un ejemplo de integración social), que le alzó a su mejor momento de forma. Eso sí, ese mismo papel y como estrella, siempre lo había soportado ya e categorías inferiores de Alemania donde era líder, jefe y auténtico pilar en los últimos éxitos inferiores de la selección. Solventadas las dudas, Joachim Low y José Mourinho lo han sabido potenciar, le han ofrecido cada vez más jerarquía y Khedira ha respondido, aunque el perfil que ambos buscan en él, sea completamente distinto. Lo que nunca cambiará, por desgracia, será la lectura debatible que arrastrará en el Bernabéu. ¿Y ahora? A esperar que el que llegue (Carlo Ancelotti), sepa leer la parte positiva de sus cualidades…

EL DEBATE: ¿VALORARÁ EN SU JUSTA MEDIDA ANCELOTTI A KHEDIRA?

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