30 años del primer título de Maradona en Europa

El Barcelona ganó la final de copa al Real Madrid con el gol de Marcos

Se cumplen 30 años del primer título en Europa de Maradona, la final de la copa del Rey ganada por el Barcelona ante el Real Madrid en el estadio de la Romareda supuso la gran noche como jugador azulgrana de la estrella argentina. Recordamos aquel partido y el controvertido primer año de Diego Armando Maradona en España.

La fiesta del hotel Don Yo de Zaragoza se alargó hasta altas horas de la madrugada. José Luis Nuñez y Jordi Pujol, presidentes del Barcelona y la Generalitat de Catalunya respectivamente, ejercían de perfectos patriarcas de la fiesta con la copa ganada mojada de Champán encima de la mesa. En otro lugar del banquete Bernd Schuster festejaba el triunfo alejado de burócratas y directivos de aplauso fácil en la victoria. Y luego estaba el clan Maradona que, comandado por Jorge Cysterpiller, celebraba el título conquistado en La Romareda como si se tratara del mejor aval de futuro; pensaban ya en la siguiente reunión con la directiva del Barça, un nuevo encuentro en el que discutir porcentajes y exigir respeto eterno hacia el "pibe de oro".

Quedaba la Copa de la Liga, pero el triunfo en la final del trofeo del KO frente al Real Madrid constituyó la salvación de la primera temporada de Maradona en el Barça. El gol de Marcos en La Romareda dio inicio al sueño de pasión barcelonista; con Menotti y Maradona este equipo sería imparable, pero eran solo eso, sueños evocados gracias a una noche de arrebatada pasión en la que las senyeras y banderas azulgranas se fundieron con más fuerza que nunca. Aquella noche el Real Madrid había sido derrotado por primera vez a manos del Barça en una final tras la muerte de Franco.

Pese a las disputas con la directiva (alguna de ellas en los días previos a la final), la hepatitis que enmascaraba problemas más graves y la falta de armonía entre su séquito de acompañantes y el pueblo barcelonés, Maradona había llevado al Barça al título de copa, ganando además a un Madrid que contaba en el banquillo con Alfredo Di Stéfano y que terminaría aquella temporada 1982-83 como subcampeón de los cinco títulos que disputó.

Y es que el último año de Diego había sido una cascada de emociones desde que el 2 de Julio de 1982 abandonara Sarrià expulsado en su partido del mundial ante Brasil. A partir de ese momento el 10 de la albiceleste iba a convertirse en el protagonista de su propia telenovela. Debutó en la liga española en Septiembre de ese mismo año, y por supuesto aquel primer capítulo batió récords de audiencia en España y América; se enfrentaba al Valencia de Mario Kempes, uno de sus ídolos. Diego se calzó las botas y pese a la derrota de su equipo interpretó a la perfección su papel de conquistador del fútbol europeo. Marcó su primer gol recogiendo un rechace en una acción revuelta en el área... habría tiempo para más.

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Ante el Málaga en La Rosaleda demostraría una gran fortaleza física en la jugada que significaba el cuarto gol de su equipo. Ocurrió días antes de que Maradona fuera el autor de una de las "cucharas" más maravillosas jamás ejecutadas en un campo de fútbol; su gol ante el Estrella Roja en la Recopa de Europa demostró que estábamos ante un jugador de otra dimensión y velocidad respecto a lo visto en España en los últimos años, quizá el más grande desde que en 1973-74 Johan Cruyff hiciera saltar los plomos de la liga.

Antes de abandonar los terrenos de juego en diciembre por enfermedad, Diego despidió 1982 marcando otro extraordinario tanto frente a la Real Sociedad. Encaró a Arconada sin miedo y le batió con un toque sutil que levantó a los espectadores del Camp Nou. El genio ofrecía en el campo pequeñas dosis de su grandioso talento innato, siempre y cuando la espiral de acontecimientos que rodeaba su vida sin la pelota de por medio se lo permitía.

El argentino se especializó en mandar golpes francos a la cruceta de las porterías en su primer año. Buscaba la escuadra siempre, y por eso muchos disparos se le marchaban besando los postes. Otros iban dentro, limpiando las redes de telarañas y provocando el asombro de compañeros y rivales: así fue en San Mamés por ejemplo, donde el balón fue al primer palo haciendo inútil la estirada de Andoni Zubizarreta. Nuevamente el conjunto rojiblanco sería víctima de otro golpe franco de la estrella barcelonista; esta vez en la copa y sufriendo un remate al palo largo de la portería del Camp Nou.

Pero no sólo de vaselinas y disparos magistrales se alimentó el que sería bautizado por Víctor Hugo Morales como "Barrilete Cósmico". Frente a la Unión Deportiva Las Palmas emuló a Garrincha en una jugada por banda derecha. Caracoleó, fintó y engañó al defensa cuantas veces pudo, para después ceder un balón de oro a Marcos Alonso en boca de remate. Como el cántabro no llegó, el Pelusa dio un último paso y finalizó la jugada. Así era él: tenaz, hambriento, impulsivo...

Y llegó la final de copa, un torneo en el que Diego había sido un hombre muy importante en las rondas previas. Los días anteriores estuvieron cargados de tensión, ya que tanto Schuster como Maradona fueron invitados por Paul Breitner para jugar el partido de homenaje al alemán. Ninguno de los dos recibió permiso del club y se formó un problema de dimensiones "maradonianas". Schuster negó el saludo a todo aquel dirigente que se le acercara, incluido el presidente de la Generalitat en una recepción ofrecida para dar ánimos al equipo. Tampoco Diego pudo disfrutar de tranquilidad: su coche y el de sus representantes y guardaespaldas fue zarandeado a la salida de un entrenamiento. En La Romareda las dos estrellas debían dar la cara, jugar como lo habían hecho sólo en algunos encuentros de la temporada.

Fue un partido feo, muy bronco y especialmente agresivo. Cada vez que Maradona encaraba recibía el ataque de varios defensas del Real Madrid. Las órdenes eran claras: anulando a Maradona el Barça tenía pocas opciones de ganar. Pero lo cierto es que el Real Madrid tampoco hizo méritos para obtener la victoria más allá de secar el entramado ofensivo propuesto por Menotti.

Se adelantó el Barça con un remate de Víctor tras una acción de Maradona; carente de fortuna en el remate, Diego se dedicó a entregar balones a los hombres que se incorporaban al ataque. El argentino se encontraba muy solo en punta, únicamente ayudado por Marcos y las incisivas incorporaciones del Lobo Carrasco... demasiado vigilado como para buscar la heroica por su cuenta, demasiado perseguido como para salir ileso de aquella batalla. Atrás Schuster no fue el de las grandes ocasiones, además jugó muy retrasado. El Barcelona intentó mover la pelota con la valentía que se esperaba de un equipo entrenado por Menotti, pero tantos riesgos en la circulación terminaron dando vida a un Real Madrid que se encontró el empate tras un regalo de Gerardo.

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El defensa azulgrana entregó la pelota a Santillana, que obviamente no perdonó ante Urruti. La desesperación en el bando barcelonista era total. Menotti adelantó líneas, hizo que sus jugadores intensificaran la presión y que extremos y laterales acudieran en auxilio de los hombres de ataque. Así fue como Julio Alberto acaparó protagonismo en la final, tanto que se convirtió en uno de los hombres clave del partido. El Barça tensó la cuerda y echó a suertes su estabilidad defensiva, ya que el Real Madrid pudo resolver la final en un par de acciones en las que sus delanteros rompieron con ingenio la línea del fuera de juego barcelonista; los de Di Stéfano terminarían lamentando esos errores.

Cuando el partido ya tocaba a su fin y los dos equipos se preparaban para jugar una prórroga de alto voltaje, llegó la histórica jugada. Maradona recibió el balón en la zona central del campo, cambiando el sentido del juego y abriendo la pelota hasta la posición de Julio Alberto. El asturiano recibió a dos metros del área de castigo del Real Madrid. Sólo le quedaba superar a Salguero para centrar un balón que pudiera convertirse en el último cartucho del Barça.

Julio Alberto fabricó medio gol tras una jugada maravillosa, centró y allí estaba Marcos. El gol hizo estallar La Romareda y encendió los ánimos de Schuster, que con su histórica "butifarrada" dedicada no se sabe a quién, pasó a la historia de los conocidos posteriormente como clásicos. El Barça era el nuevo campeón de copa tras vencer de forma apasionante. Maradona no marcó en la final, pero gran parte del título era suyo. La victoria representaba la paz definitiva entre él y Menotti (el hombre que le había dejado fuera del mundial de 1978 a última hora), y probablemente era también la tregua respecto a su guerra con la directiva. Maradona, el chico que vino de los suburbios de Buenos Aires, era el nuevo símbolo de Catalunya.

Hoy se cumplen 30 años de aquel histórico partido, el único título de copa del Rey en la carrera de Diego Armando Maradona, el primer trofeo en Europa del crack albiceleste. Europa significaría una parte muy importante en el legado posterior de su carrera, pero a pesar de la euforia vivida aquel 4 de Junio de 1983, su futuro no estaría ligado a Barcelona mucho tiempo más.

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