Hamburgo: Un bloqueo angustiosamente eterno
Continúan viviendo de glorias pasadas

En Fútbol Primera.es estamos cuidando especialmente la Bundesliga y ya estamos mirando hacia la temporada 2013-2014, para conocer los equipos a los que se enfrentará Pep Guardiola con el Bayern de Munich. Le echamos un vistazo al Hamburgo y eterno bloqueo.
Hace unos años, un amigo periodista sacó entre ‘cañas’ una conversación delicada. Opinaba sobre una curiosa forma de morir y cuestionaba el poder destructivo del agua cuando un cuerpo golpea el H2O. No soy físico, ni siquiera me habría planteado algo así de no ser porque él mismo me pasó un enlace con una noticia que aseguraba la muerte de un hombre tras colisionar contra el agua desde unos metros. Improbable pero real. Un israelí había fallecido cayendo tan sólo al vacío desde unos 5 metros. La única pega que rompía mis cábalas era que se había golpeado directamente en la cabeza. Perdió la vida al instante y demostró que, pese a la aparente vulnerabilidad del líquido más útil del planeta, un choque puede ser mortal.
Esta teoría llevada al deporte rey se demuestra a la perfección en equipos que no encuentran facilidades ofensivas, que se atascan a la hora de crear peligro y que son incapaces de encontrar soluciones creativas. Chocan una vez tras otra contra el muro que, manteniendo un mínimo carácter competitivo y colocación táctica, muestra carencias. No existen rivales menores, enemigos complicados ni defensas infranqueables, sino falta absoluta de guión constructivo y capacidad para desbordar. Un muro, una farola, un coche…, la tozudez e ineptitud está por encima de todo. En Hamburgo llevan varios años padeciendo esta dinámica. Chocar una vez tras otra por falta de argumentos para definir, cansa pero, sobre todo, termina matándote. Por más que sea agua lo que aplaque el golpe, al final, lo pagas…
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Y es que aunque estemos hablando de un campeón de Europa (1983), de una entidad con grandes iconos en su historia (Horst Hrubesch, Kevin Keegan, Uwe Seeler) y de un auténtico gigante social en la Bundesliga, el Hamburgo lleva muchos años en el ostracismo del segundo escalón continental. A grandes rasgos, ese aspecto debilita sus opciones como plantilla respecto a aquellos a los que un día retaba cara a cara. Ahora se ha perdido regularidad, no existe un guión sobre el que trabajar con paciencia y, año tras año, se destruyen los dubitativos pilares creados con el último inquilino de su banquillo. Tienen un estadio cinco estrellas (el majestuoso Nordbank Arena), una masa social enorme y buenas intenciones en el mercado de fichajes (no correspondidas con aciertos y excesivamente arriesgadas) pero no existe lógica en la elaboración del bloque.
Los Rothosen, necesitados de un jugador experimentado pero con mentalidad de cerebro y dotes de mando en la medular, destinaron tal misión a Zé Roberto hace unos años y pese a que el brasileño llegaba de haber rendido ya a su mejor nivel, resultó ser la única referencia de estilo que por allí ha pasado en años. Hoy, muy lejos de cualquier elemento básico que ejemplifique un modelo a seguir, una identidad de juego y un adn estructural, las tareas medulares son terciarias, pues pese a su ímpetu y combatividad, el aguerrido Rincón o el irregular Skjelbred, basan su rendimiento en la lucha (esa misma línea siguen sus sustitutos). Por ello, el fichaje del croata Badelj aportaba una visión más periférica, cualificada y talento, aunque excesivamente lenta. Las llegadas al área y la frontal del balcánica, se convirtieron en la mejor noticia del curso, puesto que esa misma premisa la amplía al lado de un Van Der Vaart tan clave (sobe todo a balón parado) como disperso por continuos problemas de lesiones. Un equipo con un acusado juego directo, físico, lleno de disparos lejanos como única válvula de escape y anclado en un sistema de juego arcaico.
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A ello se le sumaría una gravísima falta de solvencia defensiva. El gran problema de un sistema que ha buscado durante años varios centrales que arreglaran la nula confianza existente a la hora de iniciar jugada desde atrás, bloquear los ataques rivales o impedir la comodidad de los delanteros al más mínimo intento de ruptura. La ‘armada Blue’ (esa dinámica de fichajes ex Chelsea que llegaron al club), formada por Mancienne, Bruma o Rajkovic, mostró carencia notables pese a su continuidad y constantes intentos de confianza. Ninguna de sus apuestas desequilibrantes en bandas, algo que durante años ha sido su gran búsqueda (por aquí pasaron sin pena ni gloria Castelen, Pitroipa, Elia…), pero solo el irregular Jansen ha logrado cierta continuidad con dudas sobre su estado de forma casi a diario. Fracasos de identidad, de propuesta y de búsqueda de valores que multiplicaron los obstáculos para jóvenes que legaron como grandes apuestas de futuro y quedaron en el más oculto de los ostracismos (Berg, Kacar, Ilicevic…). Sólo el pundonor del letón Rudnevs (goleador pese a sus enormes dificultades técnicas) y la explosión definitiva del coreano Heung Min Son (deseado yaporlos mejores clubes de la Premier por su dinamismo, disparo y velocidad), han colocado ciertos elementos interesantes ara seguir apurando sus opciones de aparecer por Europa los próximos años.
El intento de renovación (enésima tras Thomas Doll, Hubb Stevens o Bruno Labbadia), corre a cargo de Thomas Fink pero lo hace sin una clara predisposición desde cero y hacia una meta desconocida. Un ex campeón que corretea descabezado tras golpearse insistentemente contra la sin razón y la carencia de ideales que concreten su idea de club. Demasiado tiempo en caída libre. Demasiado tiempo con un bloqueo angustiosamente eterno. Da igual que al final de la caída sólo haya agua…