Lucas Moura y la adaptación europea en el PSG
El brasileño está teniendo problemas para adaptarse al estilo del Viejo Continente
Lucas Moura está teniendo problemas para adaptarse al fútbol europeo desde que ha llegado al Paris Saint-Germain. En el equipo galo le excusan asegurando que su bajo rendimiento se debe a problemas físicos. Analizamos sus primeros días en Europa y sus opciones de triunfar en el PSG.
La clave que marca la diferencia entre escalones de la pirámide futbolística, esa que califica la capacidad de quienes lo practican, hace tiempo que depende de una serie de premisas que acaban reducidas en una. Cierto es que la mezcla de todas ellas acaba desembocando en la valoración ideal, pues la unión de calidad individual, fuerza, velocidad, firmeza y dinamismo, acaban otorgando a cada jugador la posibilidad de aportar en beneficio individual y, por ende, colectivo. Todas podrían, no obstante, acabar centradas en una única función, una cualidad que define actitud, intensidad y carácter, pero sobre todo, la capacidad de adaptación a diferentes estilos de juego, países donde practicarlo y campeonatos que afrontar. El ritmo se convirtió hace muchos años en la piedra filosofal de quienes pretenden escalar la pirámide desde la primera piedra hasta la cima, donde solo los ‘elegidos’ han logrado salir airosos dominando los tiempos, esfuerzos y decisiones. La clave, es el ritmo.
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La falta de aceleraciones, la ausencia de contacto habitual con la pelota o la nula determinación para modificar el guión de un encuentro, es un factor imprescindible para explicar hoy las diferencias existentes (y crecientes en muchísimos aspectos únicamente futbolísticos), entre Sudamérica y Europa. Sin esos condicionantes sobre el formato de juego, los espacios son mayores, la libertad táctica se multiplica y provocan la proliferación de los jugadores individualmente más destacados. Muchos de ellos crean escenografías sobre el césped con ‘shows’ particulares para el público más romántico, ese que por aquellas tierras se vincula más con el espectáculo que con cualquier otro tipo de registro ‘pizarrero’. La credibilidad aumenta con cada quiebro, regate o maniobra talentosa, lo que les hace únicos e infalibles en un contexto que dominan. Llegan a Europa con esa aureola de estrellas juveniles con la idea de títulos como principal elemento de su menú, aunque pronto el apetito empieza a sentir nostalgia de sus propios productos. El salto jamás fue sencillo, las diferencias son notables y el costo de las operaciones no entiende de adaptaciones. Ese, es el ‘otro’ precio a pagar.
La imagen perfecta de ese momento de titubeo profesional donde un jugador consagrado con premios, palmarés y experiencia en un contexto concreto, sufre para iniciar su nuevo camino en otro club de mayor potencial, es ahora mismo Lucas Moura. El otrora líder ofensivo del Sao Paulo (con quien ganó la Copa Sudamericana hace apenas unos meses), llegó a la élite absoluta el día en el que la selección brasileña lo vistió de corto para endulzar su registro futbolístico, dotandole de la brillantez de una canarinha joven, renovada y talentosa donde sus arrancadas veloces, dinámicas y llenas de desequilibrios, obtendrían el impulso necesario para dirigirse con celeridad a los clubes más poderosos. No había motivo para la duda pues su crecimiento (pese a ciertos momentos de irregularidad evidente), apuntaba a lo más alto. Se cumplió poco después, despidiéndose con título en Morumbí y convirtiéndose en el fichaje más caro del ultra-millonario proyecto del PSG.
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Presentado durante la gira navideña en Dubai, ampliando la ‘marca’ parisina en Sudamérica y apresurándose para debutar en el primer partido del año, Lucas Moura tenía el plan perfecto, pero pocos contaron con un proceso de adaptación que incluía una ‘merma’ inesperada. El primer balón que recibió el brasileño el día en el que Carlo Ancelotti lo premió con la titularidad, fue para mostrar sin dudarlo, su capacidad para encarar rivales pero más allá de la imposibilidad de conseguir eficientes aportes a su equipo, acabó literalmente exprimido. Su físico aguantó apenas 60 minutos, los que no podían entender porqué sus movimientos perdían lucidez, porqué sus recortes no se imponían al defensor rival y, sobre todo, porqué las piernas se habían quedado congeladas. Las imágenes de la estrella parisina dolorido en el suelo, sufriendo intensos calambres en sus piernas, mostraron un agarrotamiento muscular sin recuerdos cercanos en un jugador de élite.
El club atribuye estos problemas a una gran pérdida de liquido corporal (debido al esfuerzo continuado por encima de lo habitual), así como a la pérdida de electrolitos (sobre todo el sodio), que aportan señales eléctricas de los nervios que producen los movimientos musculares. Su déficit determina la presencia de músculos ¨irritables¨, con lo que un aporte físico más intenso puede desencadenar una contractura muscular incontrolable. Claros síntomas de pérdida alta de líquido corporal debido a la sudoración profusa, algo que ha frenado en seco la expectación que había logrado el fichaje de Lucas Moura a su llegada a París. Una estrella para Brasil, para Sudamérica y para el mundo, siempre que la adaptación no acabe con su paciencia (y físico).