Colombia: Mao Molina, el brillante nómada de la pelota

El colombiano brilla ahora en el fútbol surcoreano

El centrocampista colombiano Mauricio 'Mao' Molina continúa mostrando su calidad por todo el mundo y después de haber jugador en Sudamérica y Europa, ahora brilla en el fútbol asiático, en el FC Seoul de Corea del Sur.

En Talavera, donde nací y crecí, el día del denominado ‘mercadillo’ siempre se estableció en los miércoles. No soy muy afín a este tipo de aglomeraciones comerciales de perfil básico, tan ordinario en algunas ocasiones por el nivel de calidad de lo que se expone en venta, pero aún mantengo recuerdos de cuando apenas levantaba un metro del suelo. Frutas cultivadas en los terrenos de aquellos vendedores con más labia que apariencia, prendas con singular parecido a las que vendían cinco veces más caras en la tienda deportiva de enfrente y cd’s musicales de incierta originalidad, eran el patrón universal que se sigue repitiendo hoy en día (supongo desde la distancia).

A miles de kilómetros, actualmente en Seoul, otro exponente de la venta ambulante estará practicando su oficio en uno de los escenarios más exóticos para todo aquél que se inicia en esta cruzada sin fronteras. Su lugar de venta es el césped de un campo de fútbol y su producto, una destacable calidad con la pelota, su materia prima. No existen gritos del que vende, sino de los que lo disfrutan. Tampoco hay quejas por la garantía de su género, sino aplausos por lo regular de su empeño. Su nombre, Mauricio (Mao) Molina. Su profesión, el más brillante y eficaz ambulante de la pelota.

[video:https://www.youtube.com/watch?v=7IuPpcRYzzo]

Y es que a Mao le enseñaron el oficio al norte de su Medellín natal, en Antioquía, en los naranjas del Envigado. Tuvo que hacerse mayor y saber dominar sensaciones ante jugadores mucho más aguerridos y agresivos, sin miramientos pese a tener delante a un pequeño delantero de apenas 16 años. Fue vendido a Santa Fé para foguarse a nivel nacional ya como referencia de futuro, aunque una grave lesión le frenó, reapareciendo ya como referencia ofensiva del Independiente de Medellín. Sólo estuvo en año en el DIM, porque fue el killer de una institución que volvía a liderar el fútbol colombiano tras 45 años de sequía. Ante su explosión, la fuerza económica de México le hizo abandonar su país rumbo al Monarcas Morelia, donde inició una gira mundial que aún hoy sigue siendo su ADN, el del ‘trotamundos’ más carismático del fútbol actual.

Al Ain de Emiratos Árabes, San Lorenzo de Almagro en Argentina, Olimpia en Paraguay, Estrella Roja en Serbia, Santos en Brasil y, desde 2009, estrella absoluta en Corea del Sur. Primero en el Seongnam y desde 2011 en Seoul. Ocho países, doce equipos. Ha tenido tiempo de marcar cuatro goles en un partido de la Libertadores, se asomó a las competiciones internacionales en el mítico ‘Pequeño Maracaná’ de Belgrado, ha levantado la Champions de Asia siendo el eje central y el jugador clave en uno de los epicentros asiáticos de mayor crecimiento futbolístico en la última década (Corea del Sur con Seongnam) y desde este año, campeón sur-coreano con una envidiable regularidad y desempeño. 18 goles que lo convierten en tercer máximo goleador del campeonato pero, además, 19 asistencias que demuestran la fertilidad de sus acciones por el bien global de un equipo que se basó en su brillantez para dominar cada partido.

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Ahora, cerca de los 33 años y en u último año de contrato, su último reto es mantener la esperanza coreana en la próxima Champions Asia y, a ser posible, despedirse con un título que le abra la puerta del adiós en el próximo Mundial de Clubes. Sabe que la ‘espinita’ a su carrera está en Colombia, pues con la selección ‘cafetera’ apenas ha podido mostrar su nivel, sólo aprovechado en mínimas proporciones en la Copa América 2001 (precisamente celebrada en su país y con victoria final para los de Pacho Maturana). “No sé qué pasa en la selección pero evidentemente, hace tiempo que no voy y me gustaría contribuir“, dejó caer hace pocas fechas. Podría hacerlo con goles, carácter ganador y una cultura balompédica que nadie en el planeta puede igualar porque, tomando gotitas de cada una de sus aventuras, este bohemio vendedor de balones, es capaz de hablar cuatro idiomas lingúisticos y uno planetario, el del fútbol, su vida.

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