Lazio - Inter, la final de Ronaldo en 1998

El delantero brasileño vivió uno de sus momentos cumbre en aquella final.

Lazio e Inter de Milán se enfrentan hoy en el Estadio Olímpico de Roma en la 17ª jornada de la Serie A, los dos equipos se encuentran en la parte alta de la tabla y necesitan un buen resultado para no perder de vista a la Juventus. En 1998, Inter y Lazio jugaron la primera final de la Copa de la UEFA a partido único de la historia, fue la noche más feliz de Ronaldo en las filas del conjunto nerazzurri.

En Mayo de 1998, los caminos de Inter de Milán y Lazio se cruzaron en París. Se disputaba la primera final de la historia de la Copa de la UEFA a un único partido. En el pasado, concretamente en la Copa de Ferias, ya se habían jugado dos finales en un solo acto, la que enfrentó a Zaragoza y Valencia en 1964 y la gran desilusión del Comunale en 1965, el día en el que la Juventus de Turín en la que se alineaba el español Luis del Sol, perdió el trofeo ante su público, en la consagración del Ferencvaros de Florian Albert.

El Inter fue el equipo más temido en la Copa de la UEFA de los años noventa, con un palmarés que debía considerarse brillante. Y es que si el campeonato italiano se les resistía, no podía decirse lo mismo de la tercera competición europea, donde los de Milán eran sin duda un referente. El Inter 1997-98 prometía mucho más de lo que había podido verse durante los últimos tiempos. Conservaba gran parte del potencial individual generado en años anteriores, había firmado a Simeone, a Recoba y al sorprendente Taribo West, uno de los defensas de la Nigeria que había conquistado el oro olímpico en Atlanta un año antes. Pero lo que realmente hacía especial a aquel equipo era Ronaldo. "El fenómeno" llegó a Italia tras una temporada monumental en el Barcelona, donde estaba llamado a ser la gran estrella del club catalán en los siguientes años y nadie dudaba de que echaría raíces.

En la parte final de 1996-97, Ronaldo se fue a jugar la Copa América dejando una espectacular cifra de 34 goles en la liga; la ciudad condal le despedía con un hasta luego que se transformaría en un adiós para siempre. Sus compañeros perdieron la liga sin él, aunque se llevaron la Copa tras batir en una apasionante final al Betis. Las negociaciones de renovación del contrato que unía a Ronaldo con el Barça se torcieron, y entonces aparecieron los dólares desde Italia. El Inter se hacía con la joya más codiciada, el inminente balón de oro... los nerazzurri estaban dispuestos a cambiar la jerarquía del fútbol europeo.

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El Inter de Ronaldo no lo tuvo fácil en sus inicios. Con un Luigi Simoni cuestionado debido a los pobres resultados de pretemporada, el "chino" Recoba salvó el debut del galáctico brasileño en San Siro. Pero aquella mala impresión del comienzo sólo fue una mancha dentro de un inicio de campeonato realmente bueno. Ronaldo empezó a marcar goles, y tanto en la liga como en la Copa de la UEFA, la maquinaria del equipo comenzó a funcionar.

El Inter siempre fue una institución especial, cargada de magnetismo pero también de una inusitada presión en el entorno. El peso de su gloriosa historia atenazó en ocasiones a entrenadores y jugadores: defender la camiseta del Inter nunca fue fácil, y menos a finales de los años noventa, cuando los dirigentes comenzaron a perder casi por completo la racionalidad en el gasto y la planificación de las temporadas. Por eso, y por su juego, el club siempre tuvo muchas antipatías en Europa, ya que su tradición siempre estuvo ligada a concepciones de juego conservadoras .

La experiencia de Ronaldo se antojaba un desafío de gran magnitud; una especie de reto "maradoniano" del que sin duda el brasileño no salió todo lo bien que hubiera deseado. Al Ronaldo del Inter le faltaba algo: se notaba en la mirada, en la confianza y la finalización de sus jugadas. Las defensas italianas fueron implacables con él desde el primer día, Ronaldo recibió patadas y marcajes que hasta ese momento no conocía. Ninguna de las zagas que pudo encontrarse en 1996-97 en España, tenía mecanizada de forma tan meticulosa el acoso físico al delantero rival. Ronaldo aprendería pronto a manejarse en tan difíciles circunstancias, al mismo tiempo que su cuerpo iría cambiando, ganando peso y musculatura; un proceso que no ayudó a sus rodillas. Ronaldo fue una víctima del exceso de exigencia en el fútbol europeo. Ya en el PSV había tenido problemas relacionados con el crecimiento, y finalmente Italia fue el lugar donde su carrera pudo perderse para siempre... aunque afortunadamente no fue así.

Pero con todo, el Inter 1997-98 fue un conjunto para recordar: con el magnífico Javier Zanetti acomodado completamente en el once y el cholo Simeone mandando en el centro del campo, los nerazzurri podían estar tranquilos encomendándose a sus hombres de arriba, ya que su potencial en ataque era grandioso, probablemente el mejor del mundo a nivel de clubes que podía verse en ese momento. Djorkaeff, que ya había despuntado en Francia, encontró en Italia el verdadero escaparate para lucirse y llegar en condiciones a su gran reto, la Copa del Mundo de 1998. Jugando al lado de Ronaldo, luchaban por un puesto Zamorano, Recoba y Kanu, cuando su corazón se lo permitió. Por detrás de ellos se encontraba Franceso Moriero, un futbolista que llegó al equipo tapado por otras estrellas rutilantes pero que firmó su mejor año en aquella 1997-98; fue convocado por primera vez por la selección e incluso terminó disputando el mundial.

Pero una fecha clave quedó marcada en el historial de la temporada. El 26 de Abril, en la jornada 31, el Inter visitaba Delle Alpi con el título en juego. Cuando mejor jugaban los hombres de Luigi Simoni y la Juve se mostraba más atenazada, surgió el escándalo. El colegiado Piero Ceccarini no señaló un clarísimo penalti sobre Ronaldo, aunque sí que pitó otro a favor de la Juve. Pese al error de Del Piero, el Inter se descompuso y terminó perdiendo un encuentro que le alejaba de la lucha por el título. Ronaldo habló de campeonato adulterado, y el fútbol italiano clamó contra los favoritismos hacia la Vecchia Signora.

La Copa de la UEFA era la tabla de salvación para un equipo que necesitaba títulos con el fin de rentabilizar la inversión realizada. La sensación en el club era que habían sido despojados de la posibilidad de ser campeones de la Serie A. Con todo ello, la final de París, disputada 10 días más tarde del escándalo y ante otro club italiano, se convirtió en el escenario ideal donde demostrar la categoría de aquel ramillete de estrellas.

A la Lazio de Sven Goran Eriksson, el rival de la final, todavía le quedaba recorrer un largo camino para llegar a la cima: lo conseguirían en 1999-2000. Llegaron a París tras derrotar al Atlético de Madrid, un club que merodeó durante aquellos años las finales europeas pero que no consiguió llegar a ninguna. La Lazio, con más oficio y calidad, tenía aprendida la lección desde que fuera eliminado por otro equipo español poco tiempo atrás, el día que el Tenerife le ganó en la isla por 5-3. Esta vez no hubo sorpresa. Pero el Inter herido que se encontró en el Parque de los Príncipes, fue demasiado hueso para el conjunto lacial.

Pronto, Ivan Zamorano demostró su olfato adelantándose dentro del área de la Lazio. El chileno volvía a marcar como un año antes frente al Schalke 04, esta vez el título no se le escaparía. Ya en la segunda parte, Zanetti rubricó el triunfo del Inter con un precioso lanzamiento que se coló por la escuadra de Marchegiani. La Copa de la UEFA sería del Inter pero faltaba la guinda de la fiesta... faltaba Ronaldo.

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El brasileño no podía marcharse de aquella jornada de gloria para el Inter sin dejar su huella en el césped. Muy vigilado durante el partido, Ronaldo ya avisó con un disparo a la cruceta en la primera parte, pero fue a falta de 20 minutos con el Lazio ya desordenado, cuando recibió un balón que le dejaba solo ante el cancerbero del conjunto de Roma. La jugada fue muy rápida, en las televisiones de todo el mundo se percibió la facilidad con la que Ronaldo resolvió, pero no fue hasta la emisión de la repetición cuando pudo juzgarse el gol con toda justícia. El movimiento de Ronaldo era producto de un genio: un giro espectacular que culminó con un regate perfecto. Tenía más peso que el año anterior, menos brillo en la mirada y sus piernas a punto de partirse, pero seguía guardando en su chistera grandes dosis de talento, la magia aprendida en Río de Janeiro... fue la imagen inolvidable de aquel histórico Inter 3 Lazio 0.

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