La mutación de la Copa Intercontinental al Mundial de Clubes

La FIFA ha transformado el torneo en busca de multiplicar los ingresos

El Mundial de Clubes 2012 está en marcha con el Corinthians y el Chelsea como grandes favoritos a ganar al título y antes de que ambos entren en liza echamos un vistazo atrás para analizar como nació el 'último' torneo FIFA.

Todavía no había amanecido y la casa estaba en absoluto silencio. Tenía que ser muy sigiloso para que nadie me oyera y abortara mi misión. A oscuras, bajé de la cama con mucho cuidado, recogí las provisiones que había dejado preparadas la noche anterior y camine a hurtadillas hasta el salón. Una vez allí faltaba el paso más complicado: encender el televisor y ser lo suficientemente rápido pulsando el mute para acallar cualquier conato de ruido. Lo conseguí, o, al menos, eso creo. Ya sólo quedaba disfrutar del éxito de misión.

Esta aventura corresponde a uno de los primeros recuerdos futbolísticos de mi infancia. El objetivo no era otro que seguir en directo un partido bautizado con el sugerente nombre de Copa Intercontinental y en la prensa se decía que quien lo ganará sería proclamado como mejor equipo del mundo. ¿Acaso se podía aspirar a más? Además, uno de los aspirantes era español: el Barcelona de Johann Cruyff, al que recordaba por haberme impresionado tras su paso por Mestalla. Así comenzó mi idilio con un torneo que me llamada la atención de manera especial. No sólo por su horario diferente, o su estirada periodicidad, si no también porque cada año me permitía descubrir a un equipo de más allá del Atlántico del que jamás había oído hablar.

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Tal vez esta particular afición por la extinta Copa Intercontinental sea el motivo de mi escaso afecto hacia el torneo que la engulló años después: el Mundial de Clubes. Impulsado por necesidades económicas y una ambición globalizadora, la FIFA decidió darle un lavado de cara al torneo continental. Su idea era abrir las puertas a clubes de otros continentes y no retringirlo a equipos sudamericanos y europeos. El proyecto, que vio la luz en 1999, sufrió durante sus primeros años de vida su escaso atractivo deportivo, pero la FIFA insistió en su realización a sabiendas de los ingresos televisivos que podría reportar.

Toyota había comprado los derechos de la Copa Intercontinental en 1998, por lo que el repentino cambio de planes de la FIFA no encontró el beneplático de la automovilística japonesa. Así, la FIFA se vio obligada a desarrollar su torneo desde la ilegalidad. En el 2000 cobró vida el primer Mundial de Clubes con los participantes elegidos a dedo. El torneo se disputó en Brasil y lo disputaron, entre otros, el Real Madrid. Pasó sin pena ni gloria y si por algo es recordado es porque ofreció lo mejor de Nicolas Anelka como jugador del Real Madrid.

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Para la segunda edición de su prefrabricado torneo tenía pensado hacer algo grande. Eligió España como sede, invitó a 16 equipos y anunció premios millonarios para el ganador. Contaba con el respaldo económico de una potente empresa, pero todo se fue al garate. La bancarrota de ISL mandó al traste las esperanzas de Joseph Blatter y amenazó la supervivencia del Mundial de Clubes, pero Toyota volvió a aparecer salvadora. La empresa japonesa accedió a abrir las puertas del torneo y desde el 2005 Tokio se convirtió en la sede del nuevo Mundial de Clubes. La internacionalización del torneo no trajo consigo novedades en su palmarés y continuó intercalando ganadores sudamericanos con europeos.

En el 2009 la FIFA le dio una vuelta de tuerca más. Entonces el Mundial de Clubes rezumó más que nunca tufo a intereses económicos y se mudó a Abu Dhabi, la cuna de los petrodólares. La caja de caudales se abrió de nuevo para empezar a recaudar. Ante la falta de éxito, en 2011 se regresó a Japón, y está previsto que en 2013 el torneo emigre a Marruecos. La FIFA pasea el torneo allá donde huela a dinero, mientras los intereses de los clubes participantes, especialmente los más importantes (paradójicamente los que le dan el caché al torneo) pasan a un segundo plano.

Para esta edición, todavía con Japón como sede, han entrado en liza siete equipos: el Chelsea, campeón de Europa; el Corinthians, campeón de Sudamérica; el Monterrey, campeón de la Concacaf; el Ulsan Hyundai, campeón de Asia; el Al-Ahly, campeón de África; el Auckland City, campeón de Nueva Zelanda; y el Sanfrecce Hiroshima, que tiene el único honor de haber ganado la liga japonesa. Ellos serán quienes busquen en Tokio alcanzar un trofeo al que la FIFA cada vez tiene menor intereses. Con lo bonita que era la Copa Intercontinenal...

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