Didier Deschamps, el mérito más ingrato

Afronta el gran reto de su siempre infravalorada carrera

Didier Deschamps ha asumido el cargo de seleccionador de Francia tras la dimisión de Laurent Blanc y frente a España disputará su primer gran examen en la fase de clasificación para el Mundial de Brasil 2014. Analizamos su figura gracias a José David López.

“Se juegan las pelotas en este partido, chicos”. Paul Wood, estrellas de los Warrington Wolves (liga británica de rugby), jamás pensó que aquellas palabras efusivas y enérgicas de su entrenador, tendría un sentido tan literal aquella tarde. Wood se lesionó un minuto después de que empezara la segunda mitad del encuentro ante el Leeds Rhinos, pero siguió jugando por la necesidad de sus compañeros y equipo por mantenerse vivos en un partido que se les había puesto cuesta arriba muy pronto. Sus gestos eran dolorosos, tremendamente desagradables en momentos concretos y demostraban una superación y coraje indispensable en aquellos que pretenden ser referentes. Al término del duelo, la lesión fue confirmada y, como bien había pronosticado su técnico, se iban a dejar todo: "Mi testículo derecho se rompió, me dieron un rodillazo un minuto después de que empezara la segunda mitad y tuvieron que quitármelo”, comentó minutos después un Paul Wood que, pese a su gran esfuerzo, no pudo clasificar a su equipo para la final y aquél desgaste fue en vano.

Por suerte para los futbolistas, el deporte rey no suele ser tan cruel con ciertas partes del cuerpo humano, quedando estas a buen recaudo pese al constante movimiento de piernas que amenaza constantemente esa tranquilidad. Pero el dolor, la entrega o la solidaridad, queda reflejada en otros formatos, ejemplos y detalles que marcan el perfil de sus protagonistas. Ser capaz de llevar a toda una final de la Champions League a un equipo sin afición conocida (Mónaco), sacar del infierno a un gigante en días de turbulencias históricas (Juventus) y recuperar el trono nacional de una institución referencial peligrosamente aliada con la polémica (Olympique de Marsella), son las tres aventuras previas que definen a la perfección el éxito, capacidad y fiabilidad de Didier Deschamps. El galo, jugador de rugby en su adolescencia, no ha perdido ninguna parte delicada de su cuerpo pero es, seguramente, el técnico menos respetado del mundo pese a sus increíbles hazañas.

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Bajito, de correcta habilidad pero tremenda habilidad posicional y táctica, los años como jugador de Didier Deschamps, marcaron brutalmente su futuro como entrenador. Líder caracterial, facilidad para ser el referente de un vestuario dentro y fuera del césped pero, sobre todo, un don único para ser respetado allí donde estuvo. Pese a su falta de brillantez técnica o vinculación detalles talentosos que marcaran diferencias (es increíble que pese a ser un mediocentro físico y de desgaste fuera capaz de sumar 21 goles en toda su carrera), nadie le alzó la voz, nadie osó contradecir su palabra y, desde luego, nadie era capaz de superar su inteligencia en el campo, donde armaba mentalmente un sistema defensivo que siguió concienzudamente durante casi dos décadas de impactante trayectoria profesional. Nantes, Marsella, Burdeos, Juventus, Chelsea y Valencia, disfrutaron de sus ajustadas premisas e ideologías vestido de corto, aunque todos siempre vimos en ese pequeño mediocentro, la clara figura de un gran entrenador.

Nunca ha sido calificado como tal y, desde luego, el respeto que se le profesa está muy por debajo de sus espectaculares réditos en todas sus aventuras como entrenador. Inició su periplo con un Mónaco que vivió sus mejores años de historia con resultados competitivos, sorpresas europeas, noches impactantes y hasta una final de Champions League (la que perdieron en 2004 ante Oporto tras haber eliminado a Real Madrid o Chelsea), acudió al rescate de la Juventus como viejo guardián de la Vecchia cuando los bianconeri cayeron al calabozo de la Serie B tras el Moggigatte (lo ascendió en un solo año pese a que su caché como técnico quedó debilitado cuando fue cesado al no confiar en sus capacidades para el primer nivel) y se reactivó profesionalmente con un Olympique de Marsella al que volvió a llevar a títulos coperos y a reinar en Francia tras dos décadas de sequía total en el Velodrome. Nunca ha fracasado en sus cometidos, siempre ha superado con creces las expectativas y de nuevo, vuelve a arriesgar en la que quizás es su mayor tarea, reconvertir a Francia en la potencia de antaño.

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La imagen del otrora capitán nacional levantando antes que nadie la Copa del Mundo en 1998, es una estampa que condiciona muchísimo su imagen nacional pues pese a que en aquella selección había estrellas de potencial planetario (Zidane, Henry, Vieira…), volví a ser el ‘jefe’ Deschamps quien tomaba el protagonismo. Una estampa que ya había vivido a nivel de clubes con el citado Marsella, con el que fue campeón en la polémica Champions de 1993, clave por ser el primer trofeo de ese nivel para el fútbol francés. Por tanto, a nivel de personalidad y autoridad, cualquier comparativa en contra de Deschamps para su nuevo cargo, quedaría gravemente debilitada. Sin embargo, la imagen mundial del seleccionador francés no guarda relación con sus míticos e irrepetibles méritos deportivos, lo que demuestra una vez más que la pelota gratifica y apremia con mayor asiduidad de la merecida, a muchos iconos que jamás podrían alcanzar la aureola estadística del ninguneado míster galo.

Su proyecto no cuenta con grandes cambios, no hay una nueva puesta en escena de jugadores (salvo cambios mínimos como Capoue, Sissoko o Chantome) ni tampoco una ‘limpieza’ de vestuario en busca de saneamientos internos, pero sí un intento de poner una piedra diferente en lo más alto, allí donde él siempre está acostumbrado a ascender. La etapa de Laurent Blanc acabó de manera drástica y decepcionante en la pasada Euro 2012 y la Federación ya tenía la mente puesta en otro legendario héroe de aquella camada mundialista (tiene muchos más referentes donde elegir si lo desea durante los próximos años). Su mejor currículum, que ninguna de sus etapas ha terminado en sonoro fracaso, sino en una lectura positiva que ahora pretende instalar en una selección con más mimbres y capacidad que la que demuestra en los últimos tiempos. Un gran reto para el ex jugador de rugby más premiado, e infravalorado, de la historia del fútbol.

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