Anderlecht: Lucas Biglia, un terremoto sin aire

El centrocampista argentino continúa brillando en la sombra y nunca consigue salir de Bélgica

Lucas Biglia todavía no ha conseguido abandonar el Anderlecht pese a su buen juego, sus constantes peticiones para cambiar de aires o los intentos de otros grandes por cerrar su fichaje. José David López nos analiza el misterio de Biglia.

En octubre de 2007 se produjo un terremoto en el este de Milpitas, California. Los datos de la conductividad del aire fueron revisados con máximo detalle, encontrando iones positivos cerca del lugar pero, sobre todo, muchas cargas negativas aumentadas antes del temblor de la tierra. Tras numerosas pruebas en desastres posteriores, se comprobó que cada uno de ellos generó cambios de ionización del aire antes de su inicio. Una serie de medidas y estudios en fase muy avanzada que, sin duda, podrían facilitar la detección y aviso con mayor anticipación a la actual en los próximos años, terminando de una vez por todas con la teoría que coloca a los humanos en la escala más baja en cuanto a percepción de estos seísmos dentro de los comportamientos animales.

En Bruselas, donde la tierra jamás quebró, están más que acostumbrados sin embargo a temblores económicos, reajustes financieros y escándalos políticos. Pero incluso allí, los avances sísmicos también han logrado convencer a través del aire y con el fútbol como particular experimento. Y es que siempre que se origina un problema sobre el Anderlecht, viene precedido de días grises, rachas de viento y una atmósfera desapacible en torno a su jugador más mediático, experto y decisivo. El mismo que perdió la brújula de una carrera que apuntaba grandes retos, metas y proyectos. El mismo que hoy apenas se contenta con generar rumores sobre una marcha que nunca llegó. El mismo Lucas Biglia, el de siempre, el terremoto sin aire.

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El hábitat cambiante del fútbol, que considera plausible el estilo de juego durante los setenta y ahora lo considera lento al igual que cataloga de desfondados jugadores que hoy representan mitos vivientes del deporte rey, decidió hace ya algunos años que el perfil más determinante sería el del mediocentro creador. Un rol que, precisamente por su importancia capital para intentar gestionar lo mejor posible las virtudes técnicas de una plantilla, multiplicó su valor, agigantó su caché y encabeza desde entonces todas las bases tácticas de aquellos equipos que pretenden competir en el primer nivel. No hay suficientes galvanizadores, se demandan constructores, hay déficit de cerebros y todo el fútbol europeo busca la fórmula que sirva para reinventarse a costa de no disponer de un jugador que actúe como segmento de una propuesta inteligente. Hay muchas maneras de entender el fútbol y seguramente eso le hace tan increíblemente adictivo y accesible, pero solo una se crea en base a la lógica, aquella que tiene un iniciador adecuado.

Un altísimo porcentaje de clubes poderosos no han encontrado ese eje sobre el que fundamentar su estilo (otros muchos ni lo quieren tener representado en su vestuario) y por ello, resulta realmente complicado de entender que un internacional argentino que desde categoría Sub 17 ejemplificó su potencial, siga anclado a un fútbol secundario como el belga. Biglia fue campeón sudamericano Sub 17 en 2003 y campeón del mundo Sub 20 con una generación irrepetible para Argentina (Messi, Agüero, Zabaleta, Garay o Gago formaban parte de ella), por lo que jamás le faltó un gran escenario donde contextualizar las miradas de pretendientes, pero fue el Anderlecht el primero que se lanzó a por él, pues meses después de aquella fase final en Holanda, acabó dejando atrás su formación en Argentinos Juniors e Independiente para dar el salto a Europa.

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Y desde entonces, es el único sudamericano de la historia del campeonato belga que suma seis años en el Anderlecht de manera consecutiva, un dato agresivo y que manifiesta un caso único de laboriosa justificación. No le han faltado títulos que sumar (Tres Ligas, una Copa y Tres Supercopas), capitán del equipo desde hace algunas campañas como referente caracterial del sentimiento de vestuario en su equipo (difícil que lo sea un extranjero en un club de potencial) y además, su mejoría en el último año y medio le valió para recuperar la internacionalidad con la selección argentina como competidor por el puesto de cerebro en la nueva etapa de Alejandro Sabella. Todo tipo de condicionantes positivos sobre el crecimiento de un jugador, que con 26 años y todo más que conquistado en su entorno, sigue sin acordar su traspaso a un club de mayor enjundia, generando un sinfín de especulaciones a su paso.

Ha sido capaz de gritar que pretende “cambiar de aires” y que desea “un cambio”. Ha estado cerca del Milan, del Bayern, hace un mes del Real Madrid e incluso ahora sería capaz de contentarse con una salida rumbo a Boca Juniors por sentir la grandeza de la llamada xeneize. Un enorme desvarío, un inexplicable síntoma que siempre alargó su estancia en la capital belga y que parece limitar su radio de acción. Quizás nunca conozcamos la realidad de tantas operaciones frustradas, de su vinculación al Anderlecht y de su falta de carácter para exigir una nueva aventura, pero lleva años haciendo temblar los cimientos de una ciudad y un club. El terremoto ha vuelto a estallar pero, como siempre, viene sin aire…

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