Jose Mourinho y sus fantasmas del pasado

Antes de Iker Casillas, el portugués ya tuvo enemigos en sus plantillas de Chelsea e Inter de Milán

Jose Mourinho vuelve a desafiar al Real Madrid y al madridismo dejando a Iker Casillas en el banquillo contra el Malaga, en su cruzada por señalar a los iconos como ha hecho en todos los equipos por los que ha pasado.

Jose Mourinho mantiene una guerra fría en el interior del vestuario del Real Madrid contra Sergio Ramos por cuestiones ajenas a lo deportivo y le dejó fuera del once contra el Manchester City en un claro castigo disfrazado de decisión técnica. "Hay cero problemas entre ambos. Se trata sólo de una decisión deportiva", mintió Mourinho en rueda de prensa. El siguiente en ser castigado por el luso ha sido Iker Casillas, quien ha sido suplente contra el Málaga. La suplencia de Iker fue un correctivo de Jose Mourinho hacia su jugador siguiendo exactamente el mismo 'modus operandi' que ha utilizado también durante su paso por Chelsea o Inter de Milán, cuando combatió los problemas de la misma manera en la que está actuando actualmente para apaciguar el vestuario del Real Madrid.

El técnico portugués, quien se creía un tótem intocable por su vestuario, no acepta que se dude de él y en cuanto ha aparecido el primer fuego ha intentado apagarlo con una cascada. El carácter contestario de Sergio Ramos, más sincero que diplomático, aterra a Jose Mourinho. Las críticas del defensa andaluz le recuerdan que no es intocable, que puede sangrar y hasta tiene imperfecciones, algo que el portugués es incapaz de admitir. Ramos representa los fantasmas del pasado de Jose Mourinho, la reencarnación de aquellos que se atrevieron a discutir su omnipotente figura. Y esos fantasmas son cada vez más numerosos.

Mourinho encontró los primeros 'herejes' a su causa en el vestuario del Chelsea, donde se encontró por primera vez con jugadores con una dimensión de estrella capaz de plantarle cara en un combate de popularidad. Arjen Robben sería quien estrenara los castigos 'mourinhistas'. El extremo holandés fue uno de los fichajes más deslumbrantes del Chelsea con el portugués en el banquillo y en poco tiempo demostró que costaba cada libra que se había pagado. Pronto se convirtió en una de las estrellas de la Premier hasta considerarse capaz de discutir al propio Mourinho.

Durante un partido contra Robben fue sustituido y el holandés se marchó del terreno de juego realizando vehementes gestos de reprobación, dando a entender que Mourinho se equivocaba realizando ese cambio. La respuesta del portugués fue inmediata. El jugador holandés vio el siguiente partido desde el banquillo. En rueda de prensa, Mourinho fue preguntado por la suplencia de Robben y el portugués utilizó exactamente el mismo disfraz para la verdad que con Sergio Ramos. "Ha sido una decisión deportiva", mintió, por primera vez. A partir de ese día la presencia de Robben en el once inicial comenzó a ser más intermitente de lo que lo estaba siendo hasta el momento. Mourinho demostró que era él quien mandaba.

Lo mismo sucedió con otro fichaje millonario como Andriy Shevchenko. El ucraniano era el capricho de Roman Abramovich y lo trajo del Milan a precio de oro. Mourinho ya había logrado establecerse como el rey del vestuario de Stamford Bridge y la llegada de Shevchenko, apoyado además por Abramovich, hacía peligrar su estatus. Por esto, en cuanto los resultados sufrieron un pequeño bajón Mourinho le señaló como culpable y le dejó en el banquillo. "He detectado falta de compromiso en algunos jugadores", explicó Mourinho, otra expresión que ha utilizado durante este arranque de temporada en el Real Madrid. Tras esta decisión, nació una profunda enemistad personal entre los dos que derivó en vejaciones públicas. "En mi casa mando yo, pero cuando Shevchenko escucha un grito de su mujer se esconde debajo de la cama", llegó a declarar Mourinho.

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Durante su paso por el Inter de Milán vivió situaciones similares. Su principal quebradero de cabeza fue Mario Balotelli, con una personalidad similar a la de Sergio Ramos en lo que a desafiar a la autoridad se refiere. El delantero italiano es un rebelde sin causa y constantemente ponía en dudas las decisiones de Mourinho. La ruptura completa de la relación entre ambos se produjo durante las semifinales de la Copa de Europa cuando el portugués hizo jugar a Balotelli durante diez minutos y el italiano, enfadado, se dedicó a pasear por el campo. El italiano no volvió a jugar y desde entonces se han intercambiado dardos en forma de declaraciones envenenadas.

Iván Córdoba, otro símbolo del Inter de Milán, también sufrió los enfados dirigidos de Mourinho. Después de un partido en el que los nerazzurri encajaron tres goles en apenas media parte, el técnico portugués echó la culpa a sus jugadores. El defensa colombiano no aceptó las acusaciones y las puso en duda en zona mixta. El siguiente partido lo vio desde el banquillo. "Nos dijimos cosas muy duras el uno al otro", reconoció Córdoba poco tiempo después. En este caso, hubo reconciliación. Al igual que con Ricardo Carvalho. El central luso criticó su suplencia y Mourinho le castigó duramente, pero en cuanto el jugador pidió disculpas públicamente todo se solucionó.

Queda claro, por lo tanto, que se repiten los mismos patrones que Jose Mourinho ha aplicado en sus anteriores equipos para no verse ensuciado con los malos resultados. Culpas a los jugadores, acusaciones de falta de compromiso y suplencias por decisiones deportivas son el paraguas de Mourinho para evitar que le salpiquen las derrotas. El portugués ha conseguido mantenerse inmaculado hasta ahora, pero Sergio Ramos no es una persona con un carácter fácil de someter. Los fantasmas del pasado han reaparecido. El tótem intocable corre peligro.

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