Manchester United: David De Gea y las rotaciones
Sir Alex Ferguson volvió a dejar fuera al portero español
“La semana pasada cometió un error que pudo costarnos el partido. Él lo sabe y debe aprender de ello”. Como si de un recién llegado se tratara y con la temeridad de la imponente voz que le miraba a los ojos, David De Gea se retrotraía en el tiempo más o menos un año, volviendo a escuchar alguna palabra crítica o al menos aleccionadora de Sir Alex Ferguson sobre su rendimiento bajo palos. El guardameta madrileño nunca ha terminado de lograr continuidad en la portería del Manchester United y su monumental reto de afianzarse como uno de los mejores porteros del mundo gracias a la notoriedad de su histórica camiseta, tan sólo ha degenerado en terribles dudas sobre su verdadera capacidad.
Los porteros siempre tienen un carácter especial. Personajes diferenciales que, por excesivo ruido o escrupuloso silencio, acaban siendo inigualables sobre el césped por su singular soledad. La mayoría acaba pasando desapercibido, recibiendo el premio del ostracismo como bálsamo ideal a sus actuaciones y apenas consiguiendo poder mediático cuando la capitanía que muchos de ellos se aseguran producto de su continuidad (es reiterativo que los porteros sean iconos muy representativos en sus clubes pues es más fácil encontrar un entorno donde centrar su carrera), les sitúa en primer plano con una copa que levantar. Pero para alcanzar ese rol carismático, los peldaños son enormes, más aún en un epicentro futbolístico mundial que no admite errores, esos que por desgracia, han perseguido a David De Gea desde que se instaló en el ‘universo Premier’.
El técnico escocés conoce perfectamente lo que cuesta dar el relevo a un portero que ha marcado una época en un club tan afamado. Lo sufrió cuando Peter Schmeichel decidió colgar los guantes en 1999. Desde el adiós del danés, la portería de Old Trafford quedó huérfana. Por ella pasaron Bosnich, Taibi, Van der Gouw, Barthez, Ricardo, Howard y Carroll sin llegar a asentarse, hasta que se fichó a Edwin Van der Sar en 2005. Fue una traumática transición que se extendió durante seis tortuosos años. Ferguson no quiere volver a pasar por una situación similar y, tras años de travesía, se decidió el pasado año a priorizar esa ‘merma’ con una inversión poderosa para paliar definitivamente para muchos años sus caóticas pesadillas bajo palos. 30 millones de euros eran la ‘pastilla’ para dormir tranquilo pero los efectos secundarios se han multiplicado y De Gea no ha sido capaz de aprovechar sus oportunidades.
Las palabras de esta semana (las del inicio del post), son recurrentes pues ya el año pasado el técnico se vio en la obligación de alternar durante meses a su guardameta, jugando indistintamente De Gea y el danés Lindegaard. No se estableció ninguno de los dos durante muchas jornadas e incluso en la corta participación en Champions, se les pudo ver a ambos, un peligroso coctel que relanza las dudas acerca de la solvencia defensiva de este equipo. El español no ha demostrado estar a la atura de un rango tan poderoso, multiplicando cada cierto tiempo sus problemas por alto hasta el punto de temblar en los últimos partidos cuando la pelota sobrevolaba su área. Una sensación que recuerda a los dolores de cabeza que ya le provocaron el curso pasado, cuando en una tarde aciaga en Anfield, el juego directo y físico de los Reds, evidenció su gran debilidad en esa faceta, explotada por decreto desde entonces por cualquier rival ante la inoperancia del ex atlético.
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Solo una lesión grave de Lindegaard rompió esa lucha abierta la campaña pasada (el danés fue titular casi todo el mes de diciembre y enero, aunque incluso llegamos a ver un partido al canterano Ben Amos) en favor del español, que desde entonces ocupó su rol con más naturalidad que nunca. Este curso empezaba con mayor claridad, sin discusión posible y de nuevo partiendo desde la titularidad, pero solo han hecho falta dos partidos de Premier para que la incertidumbre vuelva a instalarse en la cabeza de Ferguson. Un par de fallos graves y la vacilación constante de De Gea (que tuvo un error grotesco la semana pasada ante el Fulham de nuevo por alto), recuperan el debate en torno a la portería de Old Trafford pues este domingo el titular fue nuevamente Lindegaard. Un año más tarde, la etiqueta de titular no tiene dueño en una posición que necesita tranquilidad, confianza, regularidad y, sobre todo, un elemento firme que instaure de raíz una seguridad defensiva que hace tiempo brilla por su ausencia en el gigante mancuniano.
La sospecha nunca abandonará a De Gea si el español no da un paso adelante en carácter. Probablemente sea quien más reflejos, recursos, experiencia y agilidad tenga. Posiblemente llegará a ser decisivo, elemento diferenciable y futuro guardameta de la mejor selección del planeta. Pero jamás conseguirá cumplir estos objetivos si su frialdad e inseguridad le hacen carecer de la jerarquía con la que sus exitosos predecesores manejaban la defensa. Ferguson duda y, por desgracia, ya no es el único.