Jakub Błaszczykowski, el carácter sobre la tragedia

La vida de Kuba está marcada por un episodio durísimo.

Repasamos la trayectoria de Jakub Blaszczykowski, jugador de Polonia y Borussia Dortmund, cuya vida quedó marcada por un episodio durísimo.

Dicen que el carácter y la personalidad de un individuo se ven irremediablemente condicionados en su forja y definición por las circunstancias vitales que rodean a éste. Los acontecimientos que salpican nuestra vida, muchas veces incluso de trascendencia meramente anecdótica, van definiendo progresivamente un perfil que no hará sino reforzarse con el paso del tiempo y la acumulación de vivencias. Jakub Błaszczykowski es el ejemplo perfecto del triunfo de la fortaleza y el carácter por encima de la tragedia.

Kuba, como este jugador polaco es conocido, sentía devoción por el fútbol desde niño y demostraba con su talento que había nacido para ser futbolista. Lo que en un principio no era más que el entretenimiento de dos hermanos para pasar las horas muertas se convirtió en un sueño, el de ser los representantes de su país con la selección. Ambos comenzaron jugando en el equipo local, el Czestochowa. Club al que volvería Jakub tras un periodo de barbecho en el que se apartó del fútbol pero al que regresaría impulsado por su tío, Jerzy Brzeczek, que veía en él a un chico capaz de ser internacional como él mismo fuera en más de cuarenta ocasiones. Para dar el salto en su carrera fue necesario que abandonase el Czestochowa de manera definitiva con veinte años para fichar por el Wisla de Cracovia, con el que obtendría el título de Liga en su primera temporada.

Desde ese instante su carrera solo hizo crecer. Al año siguiente cumpliría su sueño de jugar en la selección polaca. Sus cualidades y su madurez dentro del combinado le permitió convertirse en un jugador que cada vez tendría más presencia en el equipo hasta hacerse fijo apareciendo por la derecha con su característico ritmo, puntería y visión de juego. Precisamente, del equilibrio entre sus apariciones internacionales y su potencial dentro del Wisla surgió el interés de equipos europeos de nivel superior. Finalmente, el elegido, sería el Borussia Dortmund, al que llegaría en 2007 y donde participaría en la consecución de dos títulos consecutivos de liga aunque pasara bastantes minutos en el banquillo. Su perseverancia, cambios de ritmo y sus precisos centros para dar vida al juego aéreo son su punto fuerte. En estado puro, es uno de los jugadores más destacables de su selección. Tal y como demostró en la pasada Eurocopa de Polonia y Ucrania, donde junto a Lewandowski siendo amos y señores del ataque polaco. Incluso se permitió anotar uno de los mejores goles del campeonato ante Rusia demostrando la calidad de su disparo y la potencia de su pierna.

En su país es adorado pero como todos los héroes tiene su propia historia de superación. De caída y resurgimiento. A simple vista, Blaszczykowski parece un jugador normal. Uno de tantos que consigue materializar su deseo de jugar en su selección y en un equipo de nivel. Llevar una vida acomodada con caros coches, lujos, viajes, dinero y popularidad. Sin embargo, si se ahonda un poco, se descubre a un chico apesadumbrado por un doloroso fallecimiento. Hace varias semanas, acudió junto a su hermano al funeral de su padre. Una pérdida que se hizo oficial con quince años de retraso pues, para él, su padre murió cuando asesinó a su madre en su presencia en 1996, privándole de la persona que más ha querido en su vida. De inmediato su progenitor fue condenado y jamás volvería a dirigirle la palabra. Desde ese momento su vida cambió por completo. Quedó huérfano de ambos, su madre muerta y su padre en la cárcel sin que él volviera a tener contacto, y pasó con su hermano a ser cuidados por su abuela. Ella se hizo cargo de ambos tratando de que la normalidad volviera a sus infancias tras aquella desgracia. Por aquel entonces Kuba había perdido la ilusión por jugar, pero su tío se esforzó en encauzarle y que recuperase las ganas de ser futbolista como siempre había deseado.

El resultado se aprecia hoy día. Aunque no olvida lo sucedido y no tiene ninguna respuesta sobre el motivo por el que le tocó vivir aquel triste suceso, ha conseguido convivir con su destino. Su carácter se endureció, se vio obligado a madurar a marchas forzadas y se empeñó en superarse para que los que confiaron en él se sintieran orgullosos. Ahora está recogiendo los frutos de su esfuerzo continuado tanto dentro de los terrenos como fuera de ellos desde el nacimiento de su hija. A sus 26 años le queda suficiente carrera para seguir demostrando lo que muchos ya han descubierto en la Eurocopa 2012, que tiene talento para ser decisivo y carácter de capitán, de los que no se acobardan ante las adversidades.

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