Italia, Alemania y la batalla del Azteca en 1970

Italia y Alemania jugaron una inolvidable semifinal

Ninguno de los 22 hombres que saltarán al Estadio Nacional de Varsovia en la semifinal de la Eurocopa, había nacido cuando sucedió aquello: la primera gran batalla del estadio Azteca, monumento futbolístico que recibió en 1970 a dos equipos en busca de un lugar en la fiesta reservada para Brasil. Dos estilos dispuestos a enfrentarse, entregarse, a sudar y sangrar en un partido que pasaría a la historia como uno de los mejores en la historia del fútbol.

Por encuentros como aquel, Italia y Alemania se temen y respetan; aquel día ganó una selección, pero no existió un perdedor…

Italia llegó a aquel mundial como campeón de Europa, pero inmerso en una lucha de poder en la plantilla que tenía a Sandro Mazzola y Gigi Rivera como protagonistas. Ambos encarnaban un estilo propio y tenían divididos a un país embriagado de pasión futbolística. Gianni Rivera era el símbolo del Milán, mientras que Sandro Mazzola (hijo de Valentino, uno de los futbolistas que murió en la tragedia de Superga) llevaba años abanderando a los "nerazzurri" del Inter. Jugaban en posiciones similares, aunque Mazzola había comenzado en labores más atacantes. Pero por encima de todos ellos, en aquella Italia brillaba el gran Luigi Riva, apodado como el "rombo di tuono" (el sonido del trueno); letal, mágico, brillante y en un magnífico punto de forma.

Riva había guiado al Cagliari al título de liga; un campeonato que llevó serigrafiado el nombre de Gigi Riva, "Capocannoniere", con 21 goles y emblema del conjunto sardo. Hombre de extraordinaria lealtad a su club, rechazó ofertas que le hubieran hecho ganar muchos millones de liras, juró fidelidad al Cagliari y el equipo se lo devolvió retirando su camiseta años después.

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En México, el seleccionador italiano Ferrucio Valcareggi, le encomendó la tarea del gol, pero Riva fue en muchas ocasiones un náufrago en busca de balones. El fútbol estaba cambiando, y como más tarde se confirmaría, Brasil sería un equipo inabordable con la magia de Rivelino o Tostao, y los últimos minutos de Pelé en la Copa del mundo.

De Italia no se esperaba que maravillase, pero sí que existía la exigencia propia a un campeón de Europa, que además llegaba herido y tocado desde el anterior mundial. Esta vez los Coreanos del Norte, pesadilla en 1966, se habían perdido por el camino; Italia pudo respirar, pero lo hizo tras una primera fase rácana en fútbol, sórdida en resultados y con una sequía de goles alarmante. En el primer partido ante Suecia, Angelo Domenghini marcaba un gol que sería el único de Italia en la primera fase.

Valcareggi se excusaba como podía y navegaba entre la guerra de clases que se había instaurado en aquel equipo. Sus palabras tras el primer encuentro fueron categóricamente explícitas: "mejoraremos en los siguientes partidos".

Pero Italia no mejoró… e incluso estuvo cerca del ridículo, ya que solo pudo empatar a cero contra Uruguay y la debutante Israel. México esperaba en los cuartos de final.

Los aztecas dominaban a la perfección la escena con la altitud como arma y un público entregado a la causa, pero la "azzurra" no defraudó y tiró de oficio para imponerse 1-4 con dos tantos por fin, de Gigi Riva.

El 17 de Junio de 1970 a las 16:00 horas, Alemania e Italia se jugaban la vida bajo el sol de Ciudad de México. El Azteca viviría una tarde escandalosamente vibrante que rozaría la más absoluta épica futbolística.

Alemania había llegado milagrosamente viva a las semifinales tras remontar y derrotar a Inglaterra en la prórroga. Los alemanes contaban con toda una pléyade de estrellas: Beckenbauer, Muller, Overath, Seeler, Vogts…

La primera parte no encontró un dominador firme, aunque fue Italia, ayudado por el rapidísimo tanto de Boninsegna, quien se hizo con el balón en los primeros compases. El delantero, que acompañaba a Riva en la punta de ataque de la "azzurra", se zafó de su marcador y batió a Maier de disparo duro.

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El gol no cambió los planes de los alemanes, pero si que dejó ciertamente aturdidos a los hombres de Helmut Schon. Alemania volvía a ir perdiendo en el marcador, pero no era algo nuevo en el torneo, ya que se había producido anteriormente frente a Marruecos, Bulgaria y en el choque ante Inglaterra. Tal vez por eso, los germanos no se desordenaron y siguieron confiando en la contundencia de sus hombres defensivos, efectuando la presión muy lejos del campo italiano. Italia controlaba la pelota y no recibía de momento, ninguna señal de alarma por parte de su rival.

Mediado el primer tiempo, Alemania salió de su cueva e hizo trabajar al magnífico arquero italiano Albertosi. Liderado por un incisivo Overath en medio campo, las tímidas incursiones del principio se transformaron en peligrosos ataques. Italia seguía siendo un muro, pero el trabajo de Seeler (ovacionado por el público mexicano cada vez que tocaba la pelota) y Grabowski, empezaba a generar sus frutos. Además, cada balón suelto y dividido, volvía a ser una acción de verdadera agonía para Italia, ya que Beckenbauer, dotado de un excelente disparo, se sumó con asiduidad al ataque en las postrimerías del primer tiempo.

El dominio de la Mannschaft se intensificó en la segunda parte, en la que Italia retrasó clarísimamente sus líneas. Jugando con el crono y la picaresca, ahora sí que era la Italia que todos esperaban. Los contragolpes transalpinos eran fácilmente frenados por los cada vez más intensos y contundentes centrales alemanes. Riva y Boninsegna acusaban cada vez más el cansancio, y solo Rivera, que había salido en el segundo tiempo, tenía algo de fútbol en las filas de la "azzurra".

Alemania buscó el empate de todas las formas y maneras. Remató a salida de corner, en carrera finalizando rápidas incursiones de sus alas, a la caza de los peligrosos pases largos de Beckenbauer… pero unas veces la mala fortuna y en otras la figura de Albertosi, evitaron la alegría alemana. El gol sin embargo, pudo llegar en una acción infantil; el portero de Italia sacó rápido y el esférico rebotó en la espalda de "torpedo" Muller… por muy poco, consiguieron alejar los italianos el peligro.

Alemania atacaba como en el primer minuto de la segunda parte, un corner tras otro; un centro tras otro, alcanzando todos los rechaces y levantando jugadores italianos del terreno de juego. Los de Valcareggi se veían en la final, y entonces llegó el centro de Grabowsky que el defensa del Milán Schnellinger remató al fondo de la red. Alemania había forzado la prórroga en el último instante, pero la batalla del Azteca terminaba de comenzar.

Porque pocas veces se han vivido unos 30 minutos de tiempo extra tan intensos como aquellos… en muy pocas ocasiones la victoria y la derrota han caminado tan firmemente agarrados en un partido tan decisivo de la Copa del mundo. Y es que Italia, rota por el esfuerzo y aparentemente sin argumentos, levantó lo que ningún transalpino hubiera pensado. La prórroga se convirtió en un cúmulo de despropósitos y errores defensivos; primero Muller se aprovechó en el minuto cuatro de un mal control de Fabrizio Poletti en su propia área. Italia parecía muerta ante una Alemania muy acostumbrada a levantar partidos durante todo el campeonato.

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A la heroica, y por si fuera poco, con su estrella el Káiser Franz Beckenbauer con un brazo en cabestrillo, los teutones parecían abrazar la final… pero antes del descanso de la prórroga, Italia le había dado la vuelta al marcador. Primero Burgnich, aprovechándose de uno de los pocos errores de la zaga alemana y rematando con sangre a la red, y más tarde Riva, el "capo cannonieri", el hombre gol que aparecía cuando más se le necesitaba, estableció el 3-2 con una bonita acción en el área alemana.

Pero el dramatismo sería todavía más grande. Los futbolistas corrían, unos defendiendo, los otros buscando la enésima oportunidad, abrasados por la caldera del Azteca… y Alemania empató con otro cabezazo de Muller, que se adelantó a su defensor que era precisamente Rivera, el hombre que acabaría con el drama y que pondría la última piedra de este torrente de pasiones en el que se convirtió la semifinal de la Copa del mundo de 1970.

Los alemanes celebraban el tanto, el empate que volvía a darles vida… pero en el siguiente momento en el que tocaran la pelota ya irían de nuevo perdiendo. Y es que Italia sacó de centro y trazó una jugada por banda que Rivera finalizó con un sutil toque de pelota. El 4-3 llegaba tras sacar de centro, la locura colectiva se apoderaba de los millones de televidentes que seguían extasiados el partido. Rivera, el "bambino de oro", establecía la ventaja que por fin sería definitiva para Italia.

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Nadie olvidará aquel encuentro, y es muy difícil que un Italia-Alemania vuelva a tener una intensidad parecida. 22 héroes dignificaron su deporte.

Primero Italia, haciendo buenas sus armas y cambiando por completo el guión establecido cuando perdió su ventaja, reinventándose en una prórroga en la que parecía muerta. Y sobre todo Alemania, la derrotada que firmó uno de los mejores encuentros de su historia, que nunca se rindió y demostró abarcar tal cantidad de recursos que pocos podían dudar de que aquel equipo marcaría época en el fútbol mundial… y la marcó.

Que el fútbol vuelva a regalarnos momentos de tanta extrema belleza y emoción, la batalla inolvidable del Azteca tendrá a buen seguro continuidad hoy, en la despedida del Estadio nacional de Varsovia de la Eurocopa 2012.

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