El Rey David, de retos y victorias

El delantero se convierte en leyenda de River Plate

Era el 2 de julio de 2000 y en el Feijnoord Stadion, Italia y Francia jugaban la final de la Eurocopa. A 15 minutos del final del tiempo reglamentario, cuando los bleus perdían 1-0, Roger Lemerre decidió mandar a la cancha a aquel chico franco-argentino que recordábamos en 1998 cuando había anotado desde los 12 pasos en la tanda de penales ante los azzurri en los cuartos de final de la Copa del Mundo tentando quizás el destino. Tras el gol de Wiltord llegaba la prórroga de aquella final hace 12 años: al minuto 103, Robert Pires recuperaba un balón sobre el costado izquierdo llegando hasta la línea de fondo para mandar un pase al punto penal; aquel chico con el dorsal 20 retrocedía dos pasos anticipando a sus marcadores y clavaba un zurdazo al primer palo de Fracesco Toldo que valía un gol de oro que da a Francia su segundo campeonato continental. Aquel gol fue de primera, sin pensarlo, y a la postre ésa sería su “marca registrada”.

De los grandes goleadores de la última década, quizás David Trezeguet ha sido el menos mediático. De pocas palabras, fuera de los flashes de las cámaras y de la crónica rosa, pero no por eso menos letal. Siempre fue hombre de retos, campeón del mundo y de Europa, se dedicado los últimos años de su carrera a pelear ascensos y descensos en vez de cazar fortunas en clubes asiáticos o norteamericanos.

Tras aquella trágica final en la final del mundial 2006, cuando falló el penal que a la postre le dio el campeonato a Italia, volvió a su Juventus que había dejado campeonato nacional pero se la encontraba despojada de dos títulos y en Serie B a causa de Calciopoli. Dudó pero al final no abandonó al equipo que lo había lanzado al estrellato: 15 goles en 31 partidos para acabar con 12 meses dolorosos. Se quedó otros tres años en Turín pero sus lesiones (y las malas decisiones directivas) hicieron imposible que devolviera a la Juve a los sitiales de honor le merecían. Al final, aquel salario de 5 millones de euro por temporada (que, aunque suene una locura, era el más alto de la Juve junto a Buffon) obligó a la nueva directiva a dejarlo en libertad porque su rendimiento ya no era el de antes. Una decisión dolorosa y hasta injusta, se iba por la puerta de atrás el máximo goleador extranjero en la historia del club más laureado de Italia y dejando una descomunal media de 0,69 goles por partido

Se fue al Hércules porque prefirió el estímulo de un recién ascendido siendo titular que suplente en algún equipo de renombre. Nos dejó la postal de aquel gol ante el Barcelona y otros 11; no logró la permanencia.

Al final de aquella temporada, la única ene la liga española, pasó el verano en su Argentina, donde asistió al Monumental para ver a River Plate descender ante Belgrano. Vivió aquel descenso como un hincha más; nunca había escondido que de niño la banda había el amor de sus amores.

Firmó por el Baniyas pero las lesiones y la poca motivación lo llevaron a rescindir su contrato; le pudo más el reto de devolver a primera a River y en enero llegó a Buenos Aires para contribuir con la causa. Y fue entonces que todos quisimos olvidar que se trataba la B argentina y la seguimos para enamorarnos de aquel franco-argentino, de sus goles de primera intención, sus celebraciones mostrando una sonrisa enorme y su empeño ante modestos rivales como si tratara de aquellas noches de Champions en el Camp Nou o el Old Trafford.

El último partido ante Almirante Brown resume su carrera: un penal errado, pero dos grandes goles que devolvían a River a la máxima división. Ni la mala suerte desde los 11 metros acaba con una leyenda de 10 títulos y 257 goles. ¡Gracias Rey David!

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