79. Alfonso Pérez Muñoz, la maldición de las botas blancas

Puso de moda las botas de colores en España

El consumo masivo de información en estos días consiguen que conozcamos a muchos canteranos (sobre todo de los grandes equipos) antes incluso de que puedan llegar a debutar con el pirmer equipo. Pero hace unos años no era así. Eran pocos los que conocían con algo de detalle los chavales que despuntaban con los filiales y normalmente ese mismo conocimiento del aficionado solía ir de la mano con el de los responsables de que los chicos llegaran al primer equipo. Si un canterano llegaba al primer equipo solía 'tener algo' en contraposición al ritmo de vender nuevos talentos que vivimos en estos días.

Alfonso Pérez (Getafe, 26 de septiembre de 1972) fue uno de esos canteranos que llego al primer equipo del Real Madrid a principios de los noventa presentado como el que debía ser el relevo generacional de Emilio Butragueño. Un delantero moderno, que no sólo remataría todo lo que llegara por su zona de influencia, sino con clase sería capaz de generar juego para sus compañeros o 'fabricarse' goles.

Debutó con el primer equipo blanco en la recta final de la temporada 90/91 la primera del ciclo del Dream Team culé y la única que no se decidió en la última jornada. Con el que sería campeón escapado, Alfredo Di Estéfano le dio la alternativa con dieciocho años sumando los primeros minutos y dando paso a una trayectoria ilusionante con el equipo blanco que se fue cimentando en las temporadas siguientes participando (aunque no en la final) en la cosecución de la Copa del Rey de 1993 ante el Zaragoza.

El año siguiente debía ser el de su confirmación e incluso los más osados le veían listo para ser llamado por Clemente de cara a la disputa del Mundial de 1994 en los Estados Unidos.

Comenzó aquel curso asentado en el once logrando nueve goles en las primeras diecisiete jornadas hasta que el Madrid visitó el Camp Nou en la histórica noche del 5-0 con el hattrick de Romario. Alfonso no vio sobre el campo ninguno de los goles ya que sufrió una grave lesión que le hizo perderse el resto del año justo antes de que el astro brasileño abriera la lata.

Esa lesión frenó su trayectoria y sirvió para que unos meses después, Raúl ocupara su puesto de futura estrella blanca ya en la próxima temporada donde vuelve al equipo pero de manera irregular y muy pocas desde el inicio.

La celebración liguera de 1995 es amarga para Alfonso, que sabe que no tiene sitio en la delantera blanca con Zamorano, Amavisca y Raúl por lo que la cesión al Betis se presenta como una clara opción de tener minutos y continuar creciendo aunque fuera lejos de los focos mediáticos del Bernabéu. Pero nadie esperaba que su rendimiento como bético fuera tan bueno. En su primer año juega treinta y cinco partidos logrando doce goles desatando la euforia entre la hinchada sevillana y provocando que Lopera en su momento más alto de popularidad, hiciera una fuerte inversión de cara a la siguiente temporada, no sólo consiguiendo una nueva cesión de su delantero, sino trayendo al equipo a Finidi y a Prats, después de perder casi al final la Copa del Rey ante el Barça en el Bernabéu. De la mano de Serra Ferrer y con tan buenos mimbres el equipo no sólo mantiene la categoría, sino que se clasifica para la Copa de la UEFA gracias, en gran parte, a los veinticinco goles que firma Alfonso en la mejor temporada de su carrera donde sólo Ronaldo consigue hacer más dianas que el madrileño.

Tres temporadas más jugaría Alfonso con los verdiblancos pero sin llegar a igualar ese nivel por culpa de las lesiones que le restaban continuidad a sus buenos números y donde su nombre es relacionado en varias ocasiones con la vuelta a Madrid que no se produce, sino que tras la salida de Figo del Barça, su futuro toma un rumbo sorprendente cuando el equipo presidido por Gaspart invierte veinte millones de euros en el verano de 2000 para contratarlo y heredar el dorsal del portugués y regala, durante su presentación, una histórica anécdota en la que el delantero criado en la cantera del eterno rival, se confesaba hincha del Barça en su niñez.

Pero Alfonso, que venía de hacer un buen papel en la Eurocopa de 2000, no encontró en el irregular Barça de Gaspart un escenario para poder confirmarse en el máximo nivel. La presión por hacer frente al Madrid Galáctico, las lesiones y su pobre rendimiento goleador hicieron que Alfonso no cumpliera con las expectativas . En dos años suma veinticinco partidos de liga donde sólo consigue dos tantos (y para más inri, en el mismo partido en Anoeta) y se conviertió en uno de los peores fichajes de la historia culé provocando que tras esos dos años, el Barça enloqueciera a la hora de buscar una salida a un jugador con una ficha importante que no justificaba sobre el campo y vuelve a Helióplis.

Su segunda etapa en el Betis no da tan buenos resultados como la primera viviendo a la sombra de Fernando o Edu, pero logra dos pequeños hitos en su último año: participar en la primera clasificación del club (y de un equipo andaluz) para la Champions y ganar la Copa del Rey en 2005, antes de colgar las botas.

Curiosamente, esa mágica última temporada en Primera, coincide en el banquillo con otro histórico verdiblanco, Serra Ferrer, quien fue su primer entrenador en Barcelona y quien no pudo sacar el rendimiento esperado ni de él en particular, ni del equipo en general.

Tras retirarse se enroló en el equipo de veteranos del Real Madrid en el torneo de fútbol indoor, desechando la oferta del Barça para hacer lo propio y, sorprendentemente, no siendo llamado por el Betis en la gestación de ese equipo. También se rumorea que con la entrada de Gordillo a la presidencia del equipo verdiblanco, se contactó con él para darle un cargo dentro del staff, pero la cosa no llegó a fraguar dado que el delantero internacional no quería desplazarse de Madrid donde fijó su residencia tras colgar las botas.

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