Chelsea: Drogba y la coronación pendiente

El delantero busca un gran título para poner el broche de oro a su carrera

Podrían faltar Eusebio y Colina, aquellos que maravillaron con el Benfica de los 60 siendo campeones de Europa y terceros en el Mundial de Inglaterra. También hubiera estado bien no olvidar al elegante killer marroquí Larbi Ben Barek y sus goles hace más de medio siglo. Sin embargo, la encuesta para desvelar el nombre de los mejores jugadores africanos de la historia con motivo del 50 aniversario de la Confederación Africana de Fútbol (en 2007), repartió elogios en diversas latitudes. Hay quien adora a Roger Milla y su fuerza para ser mundialista superada la cuarentena. Otros prefieren quedarse con el único Balón de Oro africano, George Weah. Y la velocidad y efectividad goleadora de Samuel Etoo siempre arrastrará una multitud de fans.

En el top-ten aparecían otros mitos africanos y uno que apura sus últimas semanas de primer nivel competitivo. Potente, rematador, correoso, corpulento y experto. Pero sobre todo imponente, en físico y en zancada, en fuerza y en mirada, en remate y en pegada. Didier Drogba acumula admiradores desde sus primeros goles en Le Mans, sus melenas en Guingamp y su trampolín en Marsella. Hace demasiado que reclama un protagonismo que el destino no le ha querido otorgar. Un premio que no llegó, pese a ansiado y cercano, con las Copas África, que tampoco encontró a nivel continental y que solo pudo celebrar en pequeñas dosis con galardones individuales. Condiciones, todas. Esfuerzo, máximo. Suerte, ninguna.

Porque Didier ha brillado sobremanera en los ocho cursos que ya lleva dando lecciones en Stamford Bridge. Disfruta en la Premier como el primer día. Refleja su trabajo, su coraje y su perspicacia, pero sabe leer mejor que nadie dónde está el temor del defensor y cómo explotar la fisura de su inquietante figura. Más de 150 goles, más de 40 asistencias y una larga lista de interminables tarde-noches con la camiseta Blue que él ayudó a expandir. Porque fue una de las primeras estrellas en ejercer como tal en un proyecto millonario y porque jamás se derrumbó en la búsqueda de sus sueños. Deseos que unificó a los de su club pues, pese a sus cifras y personalidad, si algo destaca de Drogba es su infatigable armonía con el colectivo. Líder de vestuario pero amigo de sus amigos.

Un icono selectivo para el fútbol africano con una meta que cumplir a falta de, probablemente, semanas para confirmar el que será su retiro espiritual de la competición de máximo nivel. Nos quedarán sus arrancadas en potencia, aquella sensación enérgica en cada una de sus galopadas y las celebraciones efusivas que pusieron al Chelsea en la cima del fútbol más tradicional del planeta. A sus 34 años, tras ganar todo en el universo Premier, haber participado en dos Mundiales y ser consagrado como mejor jugador africano en dos ocasiones, el ‘Rey Elefante’ quiere aquello que le colocaría en lo más alto del fútbol en el continente negro: la Champions League.

Un penalti le dejó sin Copa África y su reinado continental. Otro años atrás le había impedido ser el killer del Chelsea campeón de Europa (cuando a Terry se le aparecieron los tacos de goma en la noche moscovita). Ahora, cuando nadie esperaba verlo en estas fases finales por la mal campaña londinense, con la maleta embarcando hacia un destino exótico (se habla de China) y con el carnet de fin de contrato a punto de expirar (en cuestión de semanas), Didier Drogba llega en plena forma al punto culminante de su carrera. El día en el que la Champions premie a un delantero sin igual para catapultarlo a la cima del fútbol africano. Un regalo en su despedida. Su coronación pendiente.

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