Bayern: La insolvencia del factor banquillo
Le falta profundidad de plantilla al conjunto muniqués

Una de las grandes causas del desequilibrio entre clubes a lo largo de una temporada y aquello que diferencia a vestuarios poderosos de otros más débiles, es la eficacia para dar rendimiento óptimo en cualquier momento del curso. Puede que arrancar el agosto suponga un problema añadido en cuanto a la readaptación de la forma física y que, por ello, algunas de las estrellas no encuentren su mejor potencial hasta semanas posteriores. También puede que a finales en abril, cuando se deciden todos los objetivos de la campaña, esos mismos jugadores hayan atravesado ya su momento de máximo esplendor y recaigan nuevamente por cansancio acumulado. Sin embargo, los grandes clubes del planeta siguen marcando el paso inexorablemente hacia sus títulos y lo consiguen por la profundidad de plantilla, una cláusula que solo privilegiados logran mantener a lo largo delos años.
Hace demasiado que la hiperactividad del curso, la exigencia diaria y las obsesiones en forma de resultados, obligaron a extender las nóminas para confeccionar una plantilla. Todos los clubes poderosos tienen ahora mismo una máxima a la hora de levantar su proyecto anualmente, la de poder doblar puestos y tener así un recambio natural para cada demarcación. Por tanto, no hay que ignorar que lo lógico es que, a final de curso, cada equipo de nivel continental, haya utilizado al menos 18-20 jugadores, siendo 14-15 sus habituales. Si hablamos de un club que aspira a levantar el título nacional, buscar la alegría copera y tener opciones de recuperar el trono en la Champions, esas cifras deberían incluso estirarse pero es ahí, donde el Bayern de Múnich refleja errores en la planificación anual.
Ahora mismo, sólo 15 jugadores de la plantilla muniquesa han superado los 1000 minutos en la Bundesliga (uno de ellos justo en ese límite). Otros cinco han tenido participación testimonial y el resto, cinco jugadores más, son hermanos del ostracismo más profundo. La lectura es simple, existen decisiones difíciles de analizar desde la distancia pero que reflejan errores graves en el manejo del grupo. Un par de lesiones, algo que han tenido que padecer sólo ligeramente este año en el Allianz con Bastian Schweinsteiger y Daniel Van Buyten, han facilitado que en las rotaciones haya tomando fuerza el jovencísimo David Alaba (que probablemente no hubiera encontrado lugar más allá del banquillo semanalmente) pero han vuelto a manifestar la nula profundidad de plantilla que existe en Baviera.
No es nada nuevo porque la necesidad de contratar a un par de centrales es hereditaria de etapas anteriores. Tanto, que durante largas fases de las últimas campañas hemos visto actuando en ese rol a Tymoschuk, Luis Gustavo o hasta el propio Schweinsteiger puntualmente. Este año llegó Boateng, primero para actuar de lateral diestro y posteriormente asentado como central, que se ha confirmado ya como acompañante del intocable Badstuber. Pero parecen ignorar esas obligaciones en pro de mantener la fiabilidad en un grupo reducido, por más que eso limite enormemente su capacidad de maniobra para buscar alternativas y revulsivos en diferentes fases de la temporada.
El Bayern lleva un año completo donde ha luchado por la Bundesliga hasta el último suspiro, donde aspira a la DFB Pokal ya desde la final y donde organiza una final europea que se ha convertido en un reto sin igual para Baviera. Y todo, con 13 jugadores fijos, un par de recambios globales y la enorme sensación de desgaste físico-mental que arrastran sus estrellas. Una merma que, extrapolada al ‘Universo Champions’ y en plena obsesión por imponerse a la armada española (Barcelona y Real Madrid), restringe su capacidad de reacción cuando llegue el momento. Y ese día, es hoy.
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