Venezia - Bari: La mala traducción de Tuta
Fue criticado por marcar un gol
De la mano de Montse García continuamos un especial en el que recordaremos varios presuntos amaños históricos en un partido de fútbol.
"Quiero aprender rápidamente el idioma para entender y hacerme entender sin la ayuda de traductores “ fueron las primeras palabras de Moacir Bastos en su presentación al fichar por el Venezia. No sabía que meses después la falta de conocimiento del idioma sería empleada como excusa para defender la inexistencia de amaño.
La fecha de aquel partido entre Venezia y Bari aparece junto a las de los episodios más turbios del fútbol mundial en cuanto a pactos entre clubes se refiere. El 24 de enero de 1999 ambos conjuntos se enfrentaban en la Serie A con el objetivo claro de no descender. Necesitaban ante todo puntuar y mirar de reojo los resultados del resto de implicados en la lucha salvar la categoría. El encuentro empezó sin ninguna actuación fuera de lo normal. Desde el primer momento el Venezia se hizo con el control del juego y con el marcador. Pippo Maniero anotó el primero en menos de diez minutos y se mantuvo esta diferencia hasta la segunda mitad. De Ascentis obró el gol del empate. Fue entonces cuando cayeron en la cuenta que las tablas era un resultado favorable para ambos, teniendo en cuenta el resto de marcadores de los que se encontraban en su misma situación. Así que desde ese instante el ritmo del partido decayó considerablemente. Los que tenían el balón en su posesión se limitaban a mantenerla sin generar ocasiones claras en la portería contraria, mientras los que defendían no ponían demasiado ímpetu en recuperar el balón. Conforme se acercaba el final del encuentro el empate a uno parecía inamovible pero entonces entró en escena un jugador que, sin saberlo, se convertiría en protagonista y verdugo.
Cuando faltaban poco más de diez minutos para que se pitara el final del partido, Walter Novellino decidió efectuar un cambio con el fin de perder algo de tiempo y acortar la espera. El uruguayo Álvaro Recoba fue el escogido para salir del campo. En su lugar entraría Moacir Bastos, el atacante que meses antes desembarcaba con muchas esperanzas puestas en él, pero que tan solo había conseguido un par de goles en la temporada, aunque uno de ellos fuera a la Juventus.
Como todo jugador con ansias de demostrar su valía ante la afición pisó el césped con el claro objetivo de hacer lo que mejor sabía: marcar goles. Su empeño por participar en cada jugada contrastaba con la apatía del resto de compañeros que evitaba integrarle en las jugadas para que no pusiera en peligro el empate que les satisfacía a todos. El destino quiso jugar a favor de Tuta cuando éste, en el último minuto del encuentro, consiguió introducir el esférico entre los tres palos. Su explosión de júbilo por hacer realidad el gol que daba la victoria a su equipo contrastaba con las caras de desconcierto de sus propios compañeros. Algunos llegaron a ponerse las manos sobre la cabeza demostrando su incredulidad ante lo que estaban presenciando. Para disimular su contrariedad acudieron a felicitarle tímidamente bajo la furiosa mirada de los rivales del Bari. Su reacción no se hizo esperar de camino a los vestuarios donde De Rosa y Spenise intentaron agredirle. Perplejo ante lo que estaba viviendo, no comprendía cómo un gol asqueaba tanto a los de su vestuario y enfurecía de esa forma al contrario.
Con todo este revuelo la comisión trató de investigar el partido y las luces de alarma del amaño se encendieron tras las declaraciones de Moacir Bastos. Con la inocencia de un niño aseguró que Maniero le había invitado a mantener el resultado porque era mejor para el equipo acabar 1-1. No tardó demasiado Maurizio Zamparini en restarle importancia a las palabras de Tuta respondiendo de manera tajante que todo era un problema por la falta de entendimiento del idioma y de ahí la confusión.
Todo quedó en nada. No hubo sanción y el jugador abandonó el club a final de temporada. En su carrera pasaría por equipos como Flamengo, Palmeiras o Gremio e incluso llegaría a jugar en la Liga Coreana en el Anyyang y el Samsung Suwon. Allá por donde iba siempre tenía en mente que su razón de ser como futbolista era marcar el máximo número de goles y proporcionar los tantos decisivos que darían títulos a sus equipos, sobre todo en Brasil. Parecía que el Figueirense sería su última casa tras rescindir contrato antes de tiempo por enfrentamiento con el club pero finalmente siguió pasando por diferentes clubes sin tener asiento continuado en ninguno.
Han pasado trece años desde aquel 24 de enero de 1999 pero permanece intacto el incidente sucedido en Italia, uno de los más cómicos que se recuerdan en cuestión de supuestos partidos amañados. Para él fue un punto de inflexión en su carrera que pudo destrozarle. Quiso ser el héroe del partido pero se convirtió en el centro de todas las burlas por hacer su trabajo.
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