Di Matteo quiere emular a Grant

Un 'interino' a punto de ganar la Champions para Abramovich

Pagar cerca de quince millones de euros por un entrenador que venía de ganarlo todo y ver como ocho meses después le despides con pocas opciones de ganar algún título 'gordo' de los que optabas en agosto. Ese es el panorama que se ha encontrado Roman Abramovich en su enésimo intento de ganar un Champions en uno de los proyectos más ambiciosos de los últimos tiempos, cuando parecía que podría dar en el clavo con la llegada de Vilas Boas a un banquillo que anda caliente desde que Mourinho lo dejó en 2007.

La actual situación del equipo dista de la de aquel entonces y es precisamente por el nucleo duro de aquel equipo, que continúa sin variación desde entonces con el hándicap de los kilómetros acumulados. Siguen siendo decisivos y por ello se les respeta pero también se explica cómo han bajado del nivel máximo en el concierto europeo. Vilas Boas en sus últimos partidos al frente de los Blues quiso limar asperezas con ese grupo de jugadores con los que no había comenzado con buen pie, dándoles la responsabilidad en los partidos clave y aunque éstos respondieron, no tuvieron la fortuno del resultado, haciendo poco soportable la situación.

Ahora es turno para que Roberto Di Matteo, segundo de André, acabe el año de la manera más digna posible y, de momento, aunque el juego no ha variado de manera sustancial, los resultados le han acompañado con dos victorias y ningún gol encajado ante rivales, sí, de inferior nivel, pero que deben de servir para que el equipo gane la confianza necesaria para obrar la gesta de voltear esta noche la eliminatoria ante el Nápoles.

Curiosamente no será la primera vez que el Chelsea afronte eliminatorias europeas con técnicos temporales. El caso anterior fue el que recordábamos de inicio tras la traumática salida del actual técnico del Real Madrid. Avram Grant había formado parte del staff técnico de Mourinho y fue el designado para hacerse cargo del equipo mientras se trabajaba para firmar a un técnico en concordancia con el glamour del equipo. Pero los jugadores le tenían respeto y eso aceleró la introducción de algún concepto diferente al de Mou e incluso se optó, de manera general, por no variar el patrón de presión y contra que había cosido con mimo el luso aquella temporada donde los resultados, eso sí, no habían sido los esperados.

El equipo no ganó ningún torneo local aquel año. La Premier la retuvo el United tras el anterior doblete del Chelsea, pero el equipo se mostró altamente efectivo en Champions. Aunque los rivales tras la fase de grupos no fueron los más duros (Olympiacos en Octavos y Fenerbahçe en Cuartos), el reencuentro con el Liverpool en la semifinal tras el polémico cruce de la temporada anterior valió para que el equipo se conjurase. Estaban a tres partidos de poder lograr 'cerrar el círculo' levantando la Champions y seguro que ese compromiso extra les valió para sacar fuerzas de flaqueza en un partido de vuelta con una prórroga que rozó la épica.

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Después llegó la final de Moscú, la primera entre dos equipos ingleses en la historia del torneo. Un partido igualado que acabó en los penalties y donde el histórico resbalón de John Terry privó al Chelsea de conseguir su ansiada Champions en favor del que había sido su rival no sólo en ese partido, sino a lo largo de todo el año. Se habló mucho durante las rondas que sería casi irónico que el equipo con el que Mourinho había trabajado durante varias temporadas para ganar la Champions lo pudiera hacer con el que había sido su mano derecha y que, a nivel porcentual (aunque fuera sólo durante unos meses) tuviera resultados casi idénticos a los de su predecesores. Ese partido, más allá de las victorias en Liga, fue la que privó al técnico israelí de continuar al frente del equipo comenzando una carrera errática por la Premier.

Esta noche son pocos los que apuestan por la remontada inglesa ante un Nápoles que ya se mostró superior en cuanto a juego y pegada en la ida. El gol de Mata y el cambio en el banquillo pueden ser dos buenos puntos de partida para que Di Matteo, el italiano que había sido hasta ahora la mano derecha de Vilas Boas, pueda protagonizar una historia parecida a la de Grant cuatro años antes.

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