Europa League: ese olor a napalm por las mañanas
La segunda competición europea está ganando protagonismo.
Hubo un tiempo no tan lejano en la galaxia fútbol, y que algún día de estos volverá (si los mayas se equivocan), en el que nuestros grandes ‘escoceses’ (tipo “otros equipos” y no whiskies) se refugiaban en diferentes competiciones europeas para paliar el dolor de no haber sacado billete para la Copa de Europa. Fue creación del periodista Gabriel Hanot (los franceses no sólo hacen guiñoles y los informadores para algo sirvieron), muy elitista por definición, el mejor torneo de clubes de todos los tiempos, que partía de una regla indisoluble con su arcaico y rotundo lema: pelearán muchos por el camino, sí, pero sólo llegarán a jugarla los campeones. El Oxford del balompié, la sociedad a la que Groucho Marx si querría pertenecer.
Con ellos fuera del campus, con los ‘escoceses’ de aquí, el ejército de juglares de sus gestas conseguía revertir la situación y encumbrar a torneos secundarios continentales hasta pedestales exagerados. La UEFA tenía más mérito porque había más representantes alemanes, ingleses e italianos. Era más difícil y competida, por tanto. Y la Recopa era un trofeo realmente justo por competir sólo campeones especialistas en pasar eliminatorias y, al ganarla, un pueblo entero se tiraba a la calle. Eran otros tiempos, otras necesidades. El Real Madrid vivía del recuerdo en blanco y negro de sus seis Copas de Europa y el Barcelona seguía a verlas venir porque aún no era tan grande como debía.
Fue en estas que la UEFA, para adaptarse a los días de vino y rosas de la vieja Europa rejuvenecida a costa de la unión hace la fuerza, comienza a ver un mayor negocio, a ampliar miras, a cuadriplicar el rebaño de reses como en el problema de Arquímedes. Ya sustituye al término Liga de Campeones justo en la temporada 1992/93 para poco después dar paso a muchos participantes que no lo eran, campeones, y darle vueltas a formatos con grupos de clasificación, medio ensayados en la edición que ganó el ‘Dream Team’ en Wembley 92. Objetivo: acompasarse al ‘boom’ de las televisiones, ya multicanales, y hacérselo pagar a precio de lo que vale el circo moderno, el opio del pueblo. A precio de oro, 'Cruella de Vil' metal que nunca entendió de crisis alquimistas porque es más, es fiebre.
La UEFA luego liquidó con su mano de hierro la Recopa, en 1999, y despreció la primitiva Copa de Ferias por considerar que no era copa ni festiva (?). Y mantuvo la UEFA, sucesora de la repudiada desde 1971. Así hasta la última modificación, el nacimiento de la Europa League en la temporada 2009/10 previa tortura con un sistema incomprensible de grupos de clasificación ¡impares! El caso es que la UEFA hace pleno con el modelo, un clon algo más poblado pero un clon de la Champions y que acaba siendo hasta resultón, con Atlético y Oporto como primeros campeones, librándose por los pelos del sonrojo de debutar en el palmarés con Fulham y Sporting de Braga. Que no es lo mismo.
El presente nos habla ahora de una Europa League (mejor así que Liga Europa aunque vuelva a imponerse otro anglicismo de ocupación) como ‘quintaesenciada’, revitalizada por el dilema de segunda oportunidad que todo jugador empedernido nunca evita desde ‘El buscavidas’ (Paul Newman, 1961) o desde Fiódor Dostoievski y su angustiosa vida entre par y ‘passe’. Ahí están para explicar la teoría de la reafirmación entidades de la potencia de campeones de la Copa de Europa o Champions League como Manchester United, Ajax, PSV, Steaua y Oporto más algunos finalistas: Atlético de Madrid, Valencia y Brujas.
No es por meter el dedo en un ojo, o devolver una colleja, pero siéntanse legitimados los escasos trovadores de las epopeyas de legiones siempre menos preciadas (con palabras separadas o no) para clamar que sin los ‘escoceses’ también podría existir vida en marte. Desde este jueves, el grueso de la jornada se podrá seguir en Canal +. A ver quién es el valiente que se pierde el Ajax-Manchester Utd. (en directo, grabado en el iPlus o en multidifusión) con siete copas, algunas de esas con orejas tipo judías, entre sus dos museos. Porque, de repente, la Europa League es “como el olor a napalm por las mañanas”. Y toca surfear a cañonazos.
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