David Ginola, nadando en tierras movedizas
El francés no tuvo suerte en la selección

La selección francesa que me tocó vivir como aficionado a principio de los años noventa, eral fiel reflejo de la indefinición. La irregularidad de sus resultados contrastaba con la calidad individual de sus integrantes.
La primera Francia de la que tengo recuerdo, es aquella que se enfrentó a España en la fase de clasificación de la Eurocopa 92. La selección española pasaba por un momento de crisis mayor todavía, pero conseguía clasificarse a las fases finales sin problema.
Francia no había estado en Italia 90 y tampoco brillaría especialmente en la cita de Suecia 92, de la que excepcionalmente, había apartado a España.
Me perdí los éxitos de Platini y de sus discípulos por unos años; aquella selección sin corona mundial de los Giresse o Tigana de la que hablaba todo el mundo. La semifinal del Mundial 82 y la Eurocopa 84. Obviamente, era muy joven para conocer la importancia de Francia en el contexto histórico. Los galos rindieron en el campo y pusieron los cimientos de muchas estructuras que conocemos a día de hoy. Por eso, la selección francesa de los noventa no dejaba de sorprenderme.
David Ginola fue el reflejo de ese fútbol. Recogió el testigo de los problemas que azotaban a todo el fútbol francés. El fracaso que supuso la eliminación de Francia en la fase de grupos del mundial de Italia 90, hizo replantear toda la estructura del fútbol en el país vecino.
Se creó una comisión que debía supervisar todos los pasos que se dieran a partir de ese momento. Desde el reparto del dinero de los derechos de televisión, hasta el funcionamiento de los equipos base de la selección francesa.
En ese grupo de gerentes del fútbol estaba Bernard Tapie, el magnate que transformaba en oro todo lo que tocaba.
El fútbol francés se derrumbó con la misma franqueza que lo hizo aquella grada del Bastia en la semifinal de la copa francesa del 91. La corrupción y el caso "Marsella-Valenciennes" infectó al país. A Ginola le tocó nadar entre aquellas aguas movedizas.
David Ginola fue un gran futbolista. Si hubiera vivido en otra época, habría conseguido desarrollar su trayectoria de forma más exitosa.
Lo recuerdo jugando y ganando al Real Madrid en una eliminatoria de cuartos de final de la Copa de la UEFA; uno de aquellos momentos en los que el fútbol francés tuvo relación con el magnetismo y la épica que contaban los que habían vivido el pasado.
Ginola marcó un gol de volea que traspasó como un resorte la portería del gallego Paco Buyo. El Real Madrid, que había dado una gran imagen en el encuentro de ida, naufragaba en el infierno parisino. La noche recordaba a otro vía crucis madridista vivido hacía muy poco… la derrota ante el Torino de Martín Vázquez.
David Ginola guió al París Saint Germain a la goleada 3-0. Pero como yo todavía era joven, el ansia y las ganas reclamaban más fútbol. Por eso me alegré con el gol de Zamorano que forzaba la prórroga. Un resultado inmerecido para un equipo que volvía a aparecer en el momento más inesperado. Antes de finalizar el encuentro, el carismático Kombouaré establecía el cuarto gol para los franceses.
No hubo prórroga… algo que me encantaba en aquellos años, al igual que descubrir a genios como Ginola.
La tumba del delantero llegaría en Noviembre de 1993; aquella eliminatoria para el mundial de Estados Unidos, donde la selección francesa debía demostrar que lo ocurrido cuatro años antes solo fue un accidente.
Ginola tuvo en sus botas la clasificación, pero el diablo búlgaro sembró de luto el Parque de los Príncipes.
David Ginola y Eric Cantona sufrieron en sus carnes el tropiezo del fútbol francés. La metamorfosis de Aime Jaquet en el equipo nacional ya había comenzado en el camino hacia la Eurocopa de Inglaterra 96. Ginola y Cantona estuvieron en principio en los planes de resurrección francesa, pero desaparecieron con la misma fuerza que tomaron posiciones respecto a su cotización en el fútbol inglés.
Todos vivimos el éxito francés del 98. La explosión de Zidane con los "blue", las reminiscencias de la selección fracasada de principios de los noventa, con Deschamps, Desailly o Laurent Blanc.
Paradojas del destino, David Ginola vivió sus mejores años paralelamente al éxito de sus compatriotas en la selección nacional. Primero en el Newcastle y más tarde en el Tottenham, Ginola deslumbró con su mezcla de técnica y potencia. Poderoso en el choque y con un gran disparo, se convirtió en un icono de la Premier dentro y fuera del campo.
Hace poco cumplió 45 años. La fatalidad se ha cebado con el futbolista de Gassin. Las horas marcarán si David puede superar esta nueva adversidad.
Será siempre para los que lo vimos, una de las primeras perlas del fútbol francés… un referente que nos enseñó a entender gran parte del talento futbolístico escondido en la Galia.
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