Mesut Özil y la maldición del 10
El centrocampista del Real Madrid muy irregular

Existen leyendas urbanas, supersticiones, afirmaciones relacionadas a gatos negros, a escaleras abiertas, a botes de sal, y en lineas generales a diversos motivos a los que por algún motivo popularmente se les ha relacionado históricamente a la mala suerte, a resultados negativos muy distantes a la realidad que uno busca.
El caso de los números no queda atrás. Cifras como el 13 o el 666 son citadas y relacionadas al mal, a la mala suerte, pero existe realmente, de manera clara y con estadísticas aparentes de que el dorsal número 10 en el Santiago Bernabéu hace años que sobre él recae algo que no llama a la calma. Al menos para aquel jugador que viste dicha camiseta.
Cuenta la leyenda que el dorsal 10 recae sobre el líder, sobre la estrella del equipo, y en equipos plagados de estrellas recae sobre el jugador que entre la excelencia destaca de manera notable. Cuentan las leyendas, las voces del lugar, además, que desde la salida de Luís Figo de Concha Espina con destino Milán para firmar por el Inter de Milán nadie ha sido capaz de triunfar a nivel individual con dicho dorsal.
Maleficio o mala suerte, quien sabe, pero son varios los casos de jugadores que han sufrido altibajos en sus respectivas trayectorias cuando han cogido dicha camiseta.
Uno de los primeros seleccionados por el destino, o por el propio dorsal, quién sabe, fue Robinho.
Una de las auténticas perlas del fútbol brasileño, la gran estrella del Santos de por aquel entonces, sobre el año 2004, se vió inmerso en el culebrón famoso de cada verano. En aquella ocasión la suerte le sonrió a él. Tras meses de negociaciones Florentino Pérez lograba el traspaso de quien era considerado el relevo, el sucesor de Pelé. Un futbolista talentoso, técnicamente exquisíto, goleador que, por lo que sea, parece que dejó gran parte de su variedad de regates y espectáculo en tierras cariocas, ya que en sus tres años como jugador del Real Madrid sus actuaciones lejos estuvieron siempre de los previsible, de lo esperado, de aquel Robinho se encandilaba a cualquiera de los aficionados.
Muy pronto llegaría casi por sorpresa un excelentísimo jugador procedente de la siempre fructífera cantera del Ajax de Amsterdam. Wesley Sneijder llegaba a Concha Espina bajo el mandato del polémico Ramón Calderón, quien veía en él y en Bernd Schuster a dos piezas claves para sumar, por segundo año consecutivo, la Liga. Sí, el campeonato doméstico español llegó por segundo año, y encima de regalo, de postre, de bonustrack un pasillo del eterno rival, el Barcelona. Sus actuaciones no fueron negativas, pero muy lejos quedaron de ese centrocampista que, bajo el dorsal 10, dejaba apuntes técnicos de una zurda de ensueño, pero que finalmente debió salir con destino, curiosamente igual que Luís Figo, Italia, más precisamente Inter de Milán. Una salida por la puerta de atrás que pronto comenzaría a dejar claro que aquella persona iluminada que permitió su salida entendía de fútbol lo que un servidor de japonés.
El dorsal número 10 sigue causando estragos. Su última víctima está siendo, desde su llegada a Chamartín la pasada temporada, Mesut Özil. El centrocampista nacionalizado alemán, de origen turco, está dejando patentes sus enormes facultades técnicas y deportivas. Sin embargo, por encima de las grandes dotes está sacando a relucir una más que tensa, considerable irregularidad que no le permite seguir enamorando con su juego. Jose Mourinho, conocedor de la situación, va alternando al futbolista ofensivo con titularidades y suplencias, buscándole el punto débil, el punto exacto en el que poder explotar al máximo su magia en las botas, especialmente la zurda, que le permite encarar y engatusar al rival como si de un muñeco se tratara.
Algo ocurre, algo pasa cuando un futbolista del Real Madrid se coloca la camiseta blanca (o negra en su defecto) con el dorsal número 10. Irregularidad, imprecisiones y sobretodo desilusión son algunos de los términos relacionados a este, curioso al menos, dato que relaciona muy directamente el número y el rendimiento del futbolista en cuestión. La última víctima, Özil.