Banquillos xenófobos

Las selecciones exigen técnicos nacionales

El fútbol inglés se está mintiendo a sí mismo con Fabio Capello como seleccionador. Así lo piensa Jamie Carragher, al que le duele ver un entrenador extranjero sentado en el banquillo de los Pross. "Si no hay un entrenador bueno es culpa del país y se debe trabajar por desarrollar mejores entrenadores. Contratar a un extranjero es una forma de engañarte y personalmente lo veo como algo embarazoso", expresó el defensa internacional del Liverpool.

Las palabras de Carragher despiertan un debate en las islas británicas sobre la conveniencia de continuar apostando por un técnico extranjero para liderar a la selección inglesa. Los dos últimos experimentos en este sentido han resultado un absoluto fracaso. Ni Sven-Goran Eriksson ni Fabio Capello han logrado triunfar en el banquillo de los Pross.

El sueco llegó se convirtió en seleccionador de Inglaterra en 2001 sin haber siquiera entrenado a un equipo de la Premier League. Sus éxitos se limitaban a un par de títulos en Portugal e Italia. Su absoluto desconocimiento del fútbol británico se tradujo en un batacazo. Durante los cinco años que estuvo en Inglaterra despertó poco más que odio entre los aficionados ingleses y sumió a la selección inglesa en una crisis de identidad.

Sven-Goran Eriksson

Capello tampoco tenía experiencia inglesa cuando asumió el banquillo de los Pross en 2008, pero su currículum invitaba a ilusionarse. Tras el desastroso paso de Steve McClaren por la selección inglesa, la llegada de Capello suponía el inicio de una nueva era en el fútbol inglés. Sin embargo, el estilo del técnico italiano y el del fútbol británico no han encajado e Inglaterra fracasó en el pasado Mundial, pese a partir como favorita al título.

Una selección representa la idiosincracia futbolística de un país, muestra sus ideales, sus virtudes y también sus carencias. Exportar un producto extranjero se convierte en un elemento discordante formando un cóctel con tendencia a fracasar y más en un ecosistema tan particular como el del fútbol británico. Los banquillos de las selecciones son xenófobos. La historia apoya esa teoría. Los grandes triunfos en Eurocopas y Mundiales han estado protagonizados por técnicos nacionales llevando a sus respectivos países a la gloria: Del Bosque con España, Lippi con Italia, Scolari con Brasil, Jacquet con Francia, ...

La fórmula del entrenador extranjero está condenada al fracaso. La excepción que confirma la regla es Otto Rehhagel, el técnico alemán que llevó a Grecia hacia el triunfo en la Eurocopa del 2004. Las pruebas son contundentes y, escocida por las últimas heridas, Inglaterra apostará de nuevo por un entrenador nacional. Parece mentira que haya tenido que hablar Carragher para abrirle los ojos al fútbol británico.

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