Le cuesta la salud

El deterioro físico de Guardiola es evidente

El banquillo del FC Barcelona le está costando la salud a Pep Guardiola. No es que sea una profesión de riesgo la suya (a no ser que tenga alguna dolencia coronaria como su mentor Johan Cruyff), pero el estrés y la responsabilidad están haciendo mella en él de una forma notable.

Guardiola llegó al banquillo del primer equipo del Barça en el verano de 2008. Debutó con bastante más pelo y menos arrugas. Pero, sobre todo, bastante más relajado. Desde que asumió la dirección técnica del club, el de Sampedor ha vivido sólo para conseguir los objetivos marcados. De ahí que sus contratos sean tan cortos. Ya ha avisado muchas veces que el puesto de entrenador del Barça no es vitalicio y que, más temprano que tarde, dará un paso al lado.

Pep Guardiola en su presentaciónSandro Rosell/ Pep Guardiola

La presión es mucha. Sólo hay que recordar como rompió a llorar tras ganar en la final del Mundial de Clubes, una vez que el sextete era una realidad.

Ahora, la tensión empieza a pasarle factura también en el aspecto físico. Ingresado de urgencia en un hospital de la Ciudad Condal tras el partido ante el Valencia, sufre una hernia discal de la que ha decidido no operarse. Los médicos calculan que deberá someterse a un largo tratamiento de fisioterapia y que tendrá que paliar el dolor con anestesia epidural.

Un viacrucis que Guardiola sumará a su estresante jornada laboral. Al entrenamiento y la planificación del equipo se añade un seguimiento exhaustivo de las categorías inferiores del club, además de un análisis de cada rival para poder adelantarse a las estrategias en contra.

Y es que ya lo dijo el propio Pep en una rueda de prensa hace unos meses. Preguntado sobre qué le parecían las declaraciones de José Mourinho en las que el portugués admitía que renovaría a Guardiola cien años, bromeó: "el señor Mourinho me debe querer bien poco si quiere que esté aquí cien años, sólo con tres ya veís como me he quedado".

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