Panamá: Rommel Fernández, el hijo de la patria

Recordamos la figura del célebre jugador panameño

España se enfrentará a Panamá en un estadio que toma el nombre de Rommel Fernández, uno de los futbolistas más célebres del fútbol panameño que tuvo un trágico final. Recordamos su figura en este artículo de José David López.

Movimientos tectónicos y una enorme actividad volcánica, generaron hace tres millones de años un nuevo istmo que separó las aguas del Caribe-Pacífico, unía América Norte-Sur y creaba el Mar Caribe. Esa transformación salida del mar, también alteraba el clima mundial pues su ubicación acabaría calentando las costas europeas y estableciendo una nueva sabana africana. Pero olvidando su historia geológica, Panamá representa, ante todo, un territorio de enorme poder estratégico pese a su pequeña magnitud, alterando históricamente las conexiones empresariales marinas gracias a la construcción del Canal de Panamá (considerada la octava maravilla del mundo y que permite a todo el país ser considerado uno de los países con mayor desarrollo de Centroamérica gracias a la economía y turismo).

El primero en dominar suelo panameño fue España, que transportaba sus riquezas por medio de barcos hasta el puerto de Portobelo, desde donde se cargaba la mercancía hasta la Ciudad de Panamá para distribuir a sus colonias en la costa pacífica de América. Esa concentración de riquezas atrajo a piratas y corsarios ingleses pero, sobre todo, acabó aglutinando fuerzas sociales ante la bandera española, ante la que se rebelarían en de noviembre de 1821 para conseguir su independencia (se unieron posteriormente a Colombia y no fueron únicos hasta 1903). Sin embargo, jamás se perderá el vínculo con España, donde el mejor futbolista de su historia, Rommel Fernández, se empeñó en hacerse un hueco, asombrar y triunfar antes de que su particular fragata hacia el éxito, un Toyota Célica, se empotrara contra un árbol en la carretera de Tinajeros cuando apenas tenía 27 años. El ‘Panzer’ había frenado en seco pero sus movimientos, remates, cabezazos y goles (32 en España), ya lo habían convertido en un ídolo de masas para la posteridad.

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Fuerte, robusto y corpulento, sus dotes parecían más vinculadas a las de un zaguero poderoso por el juego aéreo (su gran virtud), pero su capacidad de explosión en el aire, destrozaba redes cada vez que aparecía en el área. Había nacido en El Chorrillo, el barrio más popular de la capital panameña donde las calles pronto se convirtieron en su entrenamiento diario, entrando con solo cuatro años a las divisiones inferiores del Plaza Amador (club más popular de país), cambió al Atlético Panamá y finalmente debutaría en el primer nivel nacional con Alianza. Rommel solo necesitó dos temporadas para demostrar que su capacidad era superior a lo habitual, pues los chicos del país suelen preferir la pelota de beisbol en la mano que el balón de fútbol en los pies. Su fuerza, potencia y habilidad para desmarques previos a una certera definición, le abrían puertas pero su salto a la élite europea iba a ser más que singular. Aterrizó en España en 1986 para disputar el Mundialito de la Emigración en Tenerife, ciudad a la que siempre tendrá un recuerdo imborrable y a la que se adaptó de manera fulminante por las similares condiciones de vida que en su país.

José Antonio Barrios, por entonces secretario técnico del CD Tenerife, había viajado hasta el torneo chicharrero en busca de nuevos detalles y algún jugador por el que apostar y aunque incrédulo, acabó enamorado en una mañana. Ocho goles de Rommel en la primera fase de aquél ‘mundialito’, llamaron poderosamente la atención del cuadro tinerfeño, que lo contrataría apenas dos días después. Cierto que los insulares lo ficharon para sus categorías inferiores (sin ir más lejos, empezó en Categoría Preferente), pero en solo unos meses se ganó el salto al primer equipo, logrando mayor impacto gracias al descenso a Segunda División en la campaña 87-88, propiciando así minutos para jugadores nuevos. Allí entraba Rommel, encontrando minutos aislados en las decisiones de Benito Joanet (técnico reconocido igualmente en Cádiz), al que le costaba otorgarle la titularidad pero al que no le quedó más excusa que inventarse pues el panameño disfrutaba y rentabilizaba sus apariciones. Al segundo curso, su explosión fue absoluta, encontrando la luz con 20 goles que lo convirtieron en ídolo tinerfeño para el ascenso a la élite, donde se convertiría en el segundo futbolista panameño en conseguirlo.

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Pero una potente oferta económica personal y colectiva del Valencia, que apareció en la isla con 300 millones de las antiguas pesetas, le pusieron el lazo rumbo a Mestalla. Peleado con la escasez de opciones y la alta competencia (eran los mejores años de Lubo Penev), Rommel acabaría cedido en el Albacete (por entonces, el famoso ‘Queso Mecánico’). En mitad de temporada donde ya había acumulado 7 goles en 18 partidos (estaba siendo el jugador emblema del club), un viaje cotidiano por las carreteras manchegas encontró su fatal desenlace. Un árbol frenó sus ambiciones futbolísticas en un epicentro maldito donde aún hoy, cada 6 de mayo, los directivos del Albacete Balompié junto con la peña manchega "Curva Rommel" se dirigen para llevarle ramos de flores. Algo similar ocurre en Tenerife, donde sigue siendo ídolo emotivo y donde la Peña Blanquiazul logró levantar una cerámica en su honor en los exteriores del estadio Heliodoro Rodríguez López en que nunca faltan ni velas ni flores en su honor.

Fue el ascenso y fatal frenazo del primer jugador en lograr el Premio EFE (galardón al mejor jugador latinoamericano de la Liga), gloria internacional con la selección panameña y considerado deportista más importancia de su historia hasta el punto de superar en popularidad al mismísimo Presidente de la República. Su pérdida fue la del fútbol panameño, anclado desde entonces en un peligroso ostracismo del que no han logrado sacudirse e incapaz de romper un maleficio que le permita pasar página y honrar con un gran premio la memoria de quien más luchó para ello. Este miércoles, Rommel vuelve a ser protagonista por la visita de su ‘país adoptivo’ (España) al estadio que lleva su nombre (el más grande y costoso del país). Un lindo recuerdo para inmortalizar al ‘hijo de la patria’.

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