Héctor Cúper, el hombre serio

La historia de Héctor Cúper en los banquillos

Cuper se marcha de Santander con la sensación de haber perdido la partida. Luces apagadas, pausas atronadoras y silencios perturbantes. Así es Cúper, un hombre de hierro sin sonrisa que encuentra la calma trabajando en un campo de entrenamiento. Para el argentino, el banquillo ha supuesto una poderosa tortura que ha terminado por lastrar su temperamento.

Fue un futbolista peleón. La crudeza de su estilo se manifestó después en sus propuestas de juego. Su imagen andina, con pelo largo y nobles rasgos sudamericanos contrasta con el Héctor Cúper que vimos en Europa. Comenzó a labrarse una carrera en el difícil mundo de la dirección técnica con el mismo espíritu que siempre demostró mientras jugaba. El fútbol como forma de vida, el respeto a su propia filosofía como arma. Precísamente con esa base de trabajo Cúper se iba a convertir en un hombre de éxito en muy poco tiempo.

Mallorca

Su llegada a Mallorca fue silenciosa. Prometía empeño, ganas y sacrificio; aterrizó como uno de tantos entrenadores sudamericanos que parecen llegar con la solución escrita en un almanaque, pero Cúper era distinto. El argentino hablaba poco y madrugaba mucho, que distinto a los Menotti, Maturana o Alfio Basile. En Mallorca le asignaron una fábrica de retales ; su misión era la de guiar a un equipo recién ascendido en la complicadísima Liga de las estrellas.

El Valencia pensaba que había conseguido hacer el negocio del año gracias a endosarle un paquete de varios jugadores que no le servían a ese recién ascendido insular. Con lo que no contaba era con que los Engonga, Romero, Gaby Moya o Iván Campo iban a ser reciclados por el cerebro de Chabás en su heróico intento de llegar a la cima. El Mallorca se convertiría en menos de dos años en uno de los mejores equipos de Europa.

El nombre de Héctor Cúper ocuparía muy pronto portadas y horas de televisión. Su aspecto infranqueable y tosco le hacían merecedor de la admiración del fútbol español. El equipo funcionaba y su carácter de hierro era la excusa perfecta para que recibiera el halago fácil. Como siempre que se gana, la victoria convierte en perfecta la personalidad del triunfador. Esa soledad e introversión sería años más tarde la que sembraría la semilla de su fracaso profesional.

Con Valencia otra vez en el camino de Cúper, el Mallorca disputó allí la final de la Copa del rey de 1998. Un partido defensivo perfecto del Mallorca, donde el Barcelona no pudo batir la portería de Roa ni siquiera cuando los bermellones jugaban con 9 hombres, condenó a los dos equipos a la lotería de los penaltis. El Barcelona de Van Gaal quería ganar el doblete mientras que el humilde Mallorca esperaba pasar a la historia habiendo firmado una memorable resistencia. Las cosas se pusieron de cara para los de Cúper; pero el serbio Stánkovic falló su lanzamiento para respiro de los catalanes. Terminarían cediendo gracias al fallo de un ex-barcelonista Xabi Eskurza. La leyenda negra de don Héctor Cuper había comenzado.

Finales europeas

Cúper tenía un filón con las eliminatorias a doble partido, su estadística es de esas que asustan con solo mirarla. Debutó en las competiciones europeas en 1999 en un partido de la Recopa , el Genk como rival y el estadio de Heysel como escenario del inicio de su gran serie de victorias. Hasta el año 2003 solo perdería dos eliminatorias europeas, una frente al Feyenord en la Copa de la UEFA 2002 y otra contra el Milán en la Liga de Campeones del año siguiente. Dicho así, la impresión no es grande pero si lo contamos de la siguiente manera la percepción cambia: los equipos de Cúper jugaron tres finales y llegaron a dos semifinales en cinco años.

La historia presenta a Cúper como un perdedor, culpable de derrotas y dueño de una fortuna siniestra, pero los números de sus primeros años europeos invitan a pensar lo contrario. De las tres finales que perdió (Cuatro si contamos la de copa), dos fueron por penaltis y solo en una fue claramente inferior, la de la Liga de Campeones de 2000 en París.

Su paso por el Inter también es recordado de forma tumultuosa. Muchas son las críticas que recibió el argentino por no saber guiar a sus estrellas, entre ellos Ronaldo. Lo que olvidan esas críticas es que aquel no era el mejor Ronaldo y que el Inter no ganaba el Scudetto desde el año 1999. Por si fuera poco, los interistas sufrieron el acoso arbitral, que benefició en un par de ocasiones decisivas a su máximo rival, la Juventus de Turín.

Morir tantas veces cerca de la orilla y ser degollado por la furia de sus enemigos sesgó el carácter ganador del argentino. Cúper se encerró en si mismo y permaneció en silencio mientras muchos jugaban a apostar cual sería su siguiente tropiezo. Parma, Betis, selección de Georgia fueron lugares de paso para un cerebro anestesiado. La pizarra seguía divirtiendo al de Chabás pero el campo de juego se empeñaba en demostrarle que le faltaba la frescura de ideas que tuvo en sus inicios.

Santander se presentaba como una oportunidad de reencontrarse con su fútbol. Pero esta vez los retales se encontraban demasiado estropeados. Nunca sabremos hasta que punto el éxito de aquel Mallorca se debió al ingenio de Cúper o a la casualidad de que se encontraran una generación talentosa de futbolistas en el mismo equipo. Lo cierto es que su fútbol estático y defensivo no ha dado al Racing la solvencia que se esperaba.

El hombre serio tendrá que buscar un nuevo puerto para intentar dibujar por fin la sonrisa.

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