El silogismo del superclásico
River y Boca se vuelven a ver las caras en una nueva edición del superclásico en la Copa Libertadores. 21:30 horas es el partido.
“Aquí nos encontramos otra vez”, dijo una vez un presagio. Ese presagio, que usualmente es amigo de lo repetitivo, de lo fugaz, de las emociones desaparecidas. Lo constante, nunca es constante en su plenitud. Hay un punto en donde aparece el desgaste. Especialmente cuando se miran las caras tan continuamente. Lo novedoso genera impacto. Lo reiterativo, mengua las ganas. Ahora sí, no sean boludos: todo lo que escribí anteriormente denle la espalda. No escondan emociones que en realidad están, pero que no quieren mostrar. El utilitarismo buscará razones para menospreciar el acontecimiento, generará especulaciones, se dirá que el clima no es el mismo. La mentira es reinante para tapar futuras frustraciones. Son silogismos para guardar bajo llave el cagaso que se tiene. Silogismos que aparecen cuando las consecuencias que se construyen son altas.
El superclásico tiene esto de: el resultado es importante, pero nunca se ha sentido tan cómodo como ahora. Los eufemismos que surgen en un River-Boca o un Boca-River, esconden lo interno y lo transforman de tal manera para parecer más machos. “Ni en pedo quiero mostrar vulnerabilidad contra ellos”, dira alguna conciencia interior. Después saldrá una voz que se exterioriza, que son voces que inventan paraguas para amortiguar las futuras consecuencias que se siguen construyendo.
Yo siempre me pregunto: ¿te imaginas que estas creaciones subjetivas se trasladen al futbolista? Es interesante plantear como el jugador de fútbol convive con las demás subjetividades. En esta época donde las nuevas tecnologías han modificado las condiciones de existencia de las personas, las subjetividades se topan cada vez más con otras subjetividades. Y hay subjetividades que te invitan a formar parte de ella, inconscientemente. Te llevan y te envuelven.
Es en esa inconsciencia de subjetividades trasladadas, donde miro al futbolista y una de sus tareas principales, es administrar sentimientos y pensamientos especulativos y de incertidumbre que giran a su alrededor, donde se deben generar anticuerpos para tener ese grado de inconsciencia que se necesita para jugar al fútbol. Después vendrá lo que cada equipo puede mostrar a partir de la explotación de sus virtudes y reducción de puntos débiles. Los automatismos que se logren edificar. Los detalles y los factores que surjan. Las necesidades que afloren durante el partido y puedan ser resueltas, etc.
El futbolista reconoce que este partido es útil. Un jugador de futbol cuando juega un superclásico no tiene en su cabeza su grado de utilidad. Un superclásico representa un poder simbólico donde se denota el rasgo sociológico que posee este deporte. Solo hay que tener buenos interpretes que dejen de inventar eufemismos para tapar ideas.