Dani Alves: el comodín de la batucada

Brasil eliminó a la selección argentina por las semifinales de la Copa América. Dani Alves demostró su valía. Desandemos.

En ciertos resquicios comunales se suele reparticionar, fraccionar el juego del fútbol. Los defensores hacen su parte, los medios la suya y los delanteros tienen que ser parte de la definición. Sin embargo, con la llegada de Guardiola al Barcelona en 2008, se volvió a dilucidar en el dialecto una tendencia inversa: el fútbol es una síntesis. Todos deben formar parte del juego. Los medios necesitan de los defensores y los delanteros de los medios para que el rival se mueva y no fije tan sencillamente las marcas.

Hay jugadores que agitan los esquemas, lo movilizan, lo oxigenan, lo llenan de registros del juego. Esa tipografía de futbolista, se encarna en el concepto de comodín dentro del fútbol. ¿Cómo un equipo puede tener la alternativa y la flexibilidad de pasar de un esquema al otro? Bueno, las respuestas se vislumbran en la capacidad versatil y ductil de dar ventajas en el juego a partir de la relación que se posee con distintas posiciones, roles y funciones.

Si tenemos que personalizar lo que estamos escribiendo, debemos hacerlo desde la representación de Dani Alves. Un lateral que no se sabe a ciencias ciertas si es un 4 o un volante creativo. Capaz de ubicarse en diferentes zonas del campo, con vocación ofensiva. Estimula el juego asociativo y relacional, las superioridades numéricas, los mecanismos de salida, las fijaciones internas y externas para generar espacios. Combina la estética motriz brasilera con el rigor táctico y la aptitud técnica y mental para saber qué hacer con antelación, controlar rápido y jugar a uno o dos toques.

Hay futbolistas que son peculiares y se perpetúan en el tiempo. Los plazos son de largo alcance. No son convencionales los jugadores que a sus 36 años llegan en optimas y pletóricas condiciones. Dani Alves se sostiene en la elite, porque tiene los condimentos para hacer de su longevidad solo un accesorio. Condimentos que están emparentados con el engaño, la inteligencia y la técnica innata.

Sin embargo, el talento no solo viene de la cuna. El virtuosismo no es el principio. Sino también como uno va transformando y reciclando su juego. A Dani Alves-cómo a todos-, los años y el físico van presentándole problemas, incapacidades que en antaño no poseía. Mas allá de esto, dentro de su catalogo de juego tiene todo para resolver esos obstáculos que se le van presentando: ser más horizontal para dosificar sus transiciones, control y pase para no necesitar de largas frecuencias individuales y conducciones verticales.

Dani Alves, cuando entra en contacto con el juego, rompe fronteras y convierte por un rato a aquellos que no lo son en brasileros. Representa la idiosincrasia del pensar y sentir brasileño. La felicidad, los pies descalzos, la batucada, el disfrute, lo libérrimo. Un jugador de la hostia.

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