Pochettino, Sarri y la evolución creativa del fútbol en el tiempo
El Tottenham de Pochettino derrotó, por la Copa de la Liga, al Chelsea de Sarri. Dos entrenadores que reconocen los signos de estos tiempos.


El fútbol si algo tiene de evolutivo es su capacidad de reciclarse y de reinventarse a lo largo del tiempo. No es un proceso circular sino abierto. Un deporte ávido a nuevas maneras de implementación metodológica y a novedades tácticas. Aquellos que interpretan al fútbol como un proceso cerrado terminan deteniéndose y arrojándose al descuido. Dejan de evolucionar, de ampliar sus horizontes, de pelearse consigo mismo.
Ayer viendo al Tottenham de Pochettino y al Chelsea de Sarri, se me disparó esta consigna. Los nuevos signos de estos tiempos que acarrea el fútbol, requieren de entrenadores dispuestos a alimentarse de soluciones, metodologías, conocimiento. El entrenador no puede abandonarse, sino seguir sumando registros de juego a su catálogo. El argentino y el italiano son un ejemplo de esto. Y sobre todo en un contexto cómo el inglés donde el mote de ser “inventores del juego” llevó a que sea una liga que respete su tradición con cierta reticencia a entender que el juego emigró. Sin embargo, con el tiempo la cultura del juego donde prima la tenencia ha dejado de ser lo contracultural.
El fútbol ha sufrido a lo largo de su historia un cambio constante. Cambio que debe estar sujeto a la deconstrucción de cada idea, a la reproducción de esa idiosincrasia dentro del campo, a la observación, a la reflexión, a la compresión de tácticas antiguas, a la investigación. Y para poder llevar esa teoría a la practica se requiere de vocación, de capacitación, de conocimiento, de torbellinos de ideas que catapulten al famoso “eureka”.
La mutación es constante dentro de este deporte. Nos podemos remontar a la figura del líbero descolgado (Picchi) del Inter de Helenio Herrera. Un rol más fraternal con al Catenaccio. Un libero que tenía como función cuatro patas: mantener la posición, coberturas, contundencia y concentración. Dicha posición, terminó expandiéndose a la Alemania del 74 con Beckenbauer. Un jugador que actuaba de libero pero que tenia otro proceder: defendía atacando, tenía la capacidad técnica para otorgar el primer pase a receptores, para construir desde atrás, para romper líneas con conducciones y pases rasos.
La salida desde abajo, con el pasar del tiempo, también se topó con la modificación. El arquero dejo de tener la potestad de agarrar la pelota con la mano y se le agrego una obligación: jugar con el pie luego de un pase intencionado de un compañero suyo. Asimismo, la tecnología también llevó a que la manera de ejecutar, sentir y pensar de una línea defensiva, dentro de un campo de juego, sea diferente. Los rivales cada vez conocen más las intenciones de los equipos a los que se enfrentan. De esta forma, los defensores deben tener con mayor frecuencia, herramientas que le permitan contrarrestar y decodificar la información que tiene el rival de turno. La capacidad de lidiar con situaciones, como reconocer cuando progresar el juego a través del pase, del traslado, de dividir al rival y pasar, son cada vez más esenciales. Además de saber cuando achicar hacia adelante, de cómo componerse, organizarse y replegarse cuándo el contrario supera alturas.
Las ideas son del mundo. El robo de ideas y después la capacidad que tenga uno de asumirlas y reproducirlas dentro de su sistema requieren de una gran sensibilidad y sapiencia. Alimentarse, por ejemplo, de la Hungría del 54, donde veremos la implementación del 9 falso con Nandor Hidegkuti o de nutrirse del 5 ventilador (Zagallo) del Brasil del 58 de Vicente Feola o de beber de la fuente de los países latinos y entender que sus jugadores están inmersos dentro de una cultura de libertad donde la gambeta y el regate es su manera de expresión, es inducir que el futbol es un escenario lleno de posibilidades y probabilidades donde hay que bucear.
Como decíamos, aquellos entrenadores que no han podido entender el porvenir del fútbol, se han quedado estacados. Por pereza y por incapacidad. La irrupción de Guardiola y la globalización que hizo emigrar al fútbol, generó un nuevo giro etnográfico en el modo de pensar y ejecutar este juego. El futbolista se ha sofisticado cada vez más y exige que el entrenador lo dote de mayores conceptos, ideas e instrumentos. Ya no alcanza con hablar de números o entrenamientos físicos por cantidad y no por calidad. Hay que mejorarle las condiciones al jugador para lograr credibilidad.