Ya no alcanza con ganar como sea

River perdió contra el Al-Ain por penales y no jugará la final del Mundial de Clubes. Primer equipo argentino eliminado en semifinales.

Las habladurías del medio, se olvidaron. Real Madrid y River era la final que se quería. Pero querer no es poder y Al-Ain se entrometió en la fiesta. Ya no se gana como sea. Ya no se gana con una tarjeta de presentación rudimentaria o elemental. La historia, la camiseta, los nombres, el escudo, cada vez tienen menor incidencia, en un deporte que ha hecho un giro etnográfico en su panorama económico y futbolístico. EL juego emigró. Se internacionalizó. El talento se exportó. La globalización hizo que las fronteras se difamaran y se sofisticaran equipos y jugadores.

El partido de River y Al-Ain, se puede entender desde lo micro, donde los dos equipos, divagaron en la poca estabilidad y consistencia en diferentes facetas del juego: la defensa, la recuperación y la gestación. River dejo pasar una buena oportunidad. Por no jugar bien, y, ¿por qué no?, por la carga emocional con la que venían los jugadores, después de todo lo acontecido en el superclásico. Una burbuja que acumuló estrés, tensión y sentimientos. Y cuando estalla esa burbuja, uno se vacía. Y les digo: qué difícil es después no abandonarse y llenarse. Sin embargo, Gallardo no es un técnico que promueva la teoría de las excusas. River dejo pasar un tren importante. Pero como todo, venimos al mundo a aprender. No solo en el marco del éxito, como fue la Copa Libertadores ganada a Boca, sino también en el marco de la derrota, cómo fue la eliminación temprana del Mundial de Clubes.

Pero este partido también tiene un entendimiento macro. Hablamos del viraje etnográfico. Viraje impulsado por la ley Bosman, que llevó a que el talento y los conceptos se esparzan a lo largo del mundo. Ya no existe el lema: “es la nuestra”. Lo nuestro, se hizo externo. Europa nos dice como tenemos que jugar. En Asia, cada vez tienen más disciplina táctica y vestuarios internacionalizados, como el sueco Berg y el brasileño Caio en Al-Ain. Los magnates, los petrodólares y los grupos económicos aspiran virtuosismo. Hay mayor acceso y seguimiento de equipos y jugadores. Lo que antes no se conocía del rival, en relación a lo individual, táctico, estratégico y conceptual, ahora se conoce y se busca decodificarlo para contrarrestar lo que se radiografía en el equipo contrario.

Se puede competir mientras no se juega bien. Pero este proceder, cada vez va perdiendo más vigencia. Ya no alcanza con inspiraciones individuales o el azar. El fútbol se colectivizo aún más. Los equipos más felices son los que les dan a sus jugadores una plataforma, posibilidades de juego, condiciones para explotar el talento. El pressing en bloque, la distribución de los espacios, la permutación de posiciones, las intenciones ofensivas-colectivas, la cultura del pase son cada vez más imprescindibles en los equipos.

En esta realidad, regiones tercermundistas como América Latina, pasaron a ser una región vendedora. Y no solo vendedora de jugadores, sino también de fundamentos. Y lo que antes era parte de nosotros, ya no lo es. Se fueron desmembrando identidades y estabilidad. Y si bien hay excepciones, donde se presentan entrenadores y equipos con sus matices y que rompen con cierta pereza, la norma es el deterioro en nuestro juego. Se corre más de lo que se piensa, hay mas fricción que desligamiento del contacto, se piensa mucho con la pelota en los pies, hay un déficit para jugar en espacios reducidos, volantes posicionales y con poca aventura, ubicaciones fijas y rígidas, perdida de lo básico del juego: control y pase.

En América Latina, se ha ido descascarando el eslabón que lo caracterizaba: la calle. Los suburbios como espacio de educación, de expresión, de belleza, de audacia. Mientras se sufre de este deterioro, la poca capacidad de gestión y en parte por la crisis económica-institucional de nuestra región, hizo que lo económico no esté al servicio del mejoramiento logístico, futbolístico y formativo. De esta manera, no se generó una cultura del juego acorde a estos tiempos, que se amolde al giro etnográfico del fútbol. Giro, que, como dijimos, requiere mucho menos del conservadurismo, de la improvisación o de lo impredecible, y si mucho más del juego, del codo con codo, de hacer piña, de lo colectivo, de los fundamentos del juego. Ya no alcanza con ganar como sea.

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