Quique Setien y la ruptura del mito “no se tiene con que”
El Betis esta demostrando que más alla de tener recursos mas bajos, es la causa del juego lo que te lleva a la consecuencia del resultado.


El Barcelona no es una plaza más. Corresponde a ciertas normas, ciertos valores que lo caracterizan. Esa caracterización requirió de alguien que lo encarnara. Que le otorgue personería. Ese rostro fue Johan Cruyff. Rostro que proporciono en su entonces un sentido de distinción y pertenencia con respecto a las demás instituciones. Construyó un poder simbólico: jugar, jugar y seguir jugando. No es gratis que un jugador que arribe al Barcelona tenga que adaptarse a una dinámica totalmente diferente. Algunos han podido cuajar. Otros no han podido comprender el juego de espacio-tiempo.
En su arribo a la estructura culé, Cruyff impregno la idea de que el gol es tan hijo de sus especialistas, como del juego. Tenía la clara convicción de que para jugar bien había que generar opciones. Y que las diferentes líneas debían ser relacionales, asociativas. Desde el arquero, pasando por la defensa, llegando al corazón del juego que es el mediocampo, hasta llegar a la zona de definición. Pudimos ver algunas de esas señales en el Barca de 1992, donde Koeman era generador del primer pase, el arquitecto desde atrás para conducir, generar supremacía, romper líneas con receptores cercanos o alejados. Donde Guardiola, jugador físicamente poco dotado, era el eje del centro del campo y hacia correr la pelota como pocos. Un Barcelona que defendía atacando. Que sorteaba el contacto físico. Que corría con la pelota y no detrás de ella.
Esa ideosincrancia se fue expandiendo hacia otras mentes. Genero curiosidad, intriga, investigación, reflexión, observación, curiosidad. Muchos buscaron beber de esa fuente, de robar esas ideas, de exprimirlas. Una de esas mentes es Quique Setien. Director técnico actual del Real Betis. Un equipo que vislumbra y deslumbro en el Camp Nou, el fin de semana pasado, principios del Cruyffismo: el jugador que no tiene la posesión de la pelota, no es un mero espectador, sino que genera juego posicional para crear espacios, la velocidad entendida al compás de la pelota, la superioridad numérica en diferentes zonas del campo, el arquero como parte del juego, movimientos de salida desde la base del juego, permutación de posiciones, circulación rápida, juego en espacios reducidos, presión en campo rival, recuperación breve en poco segundos.
Mi video-analisis del tercer gol del Betis al Barcelona. Gol de Lo Celso. Mi equipo preferido de esa temporada. pic.twitter.com/jCdZmmMskj
— Germán (@polilla_lagger) 13 de noviembre de 2018
Setien convive en una época donde el ser humano busca la estabilidad ante tanta incertidumbre. Entrenar el riesgo, la innovación y la imaginación, es absorbida por lenguas conservadoras y temerosas. Ahí radica la predica y el discurso de la desculturización del juego. En esa desculturización, suele confundirse la intensidad con la inteligencia, la velocidad física con la velocidad del juego, aparece la sobrevaloración del esfuerzo, la sospecha hacia el talento, la idea de acumular jugadores defensivos para tener “equilibrio” y “fiabilidad”, el control excesivo sobre los jugadores a través de lo analítico y las nuevas tecnologías.
Dentro de ese ámbito de control y de estabilidad, hay entrenadores ortodoxos que hacen mejor a sus jugadores. Generan un pacto con ellos a través de la creatividad. Constituyen una plataforma para acrecentar sus condiciones. Y hay otros entrenadores que se concentran en el orden, en lo preestablecido, en la influencia táctica y estratégica excesiva, quitándole al jugador espontaneidad, posibilidades de juego, libertad para su intuición e instinto.
El primer axioma corresponde a entrenadores como Quique Setien. Un entrenador de pocas excusas y de poca pereza. Hay técnicos que se anclan en el pretexto de que para jugar de determinada manera hay que tener talento, hay que tener cracks, hay que tener ciertos condimentos. Sin embargo, Setien ha conformado un equipo ambicioso, atrevido, valiente, de ataque permanente, de capacidad creativa a pesar de la realidad desigual en relación al porvenir económico y a la cada vez minoría más rica. En Setien no hay victimismo. Comprende que el fútbol es un juego de posibilidades y probabilidades para llegar al éxito y está en la búsqueda constante de aumentar sus chances de victoria a través del juego coral, en conjunto, de la suma de las partes, de los conceptos colectivos, del juego a través de complementariedades, de la técnica.
Es complicado convivir con equipos románticos como el de Quique Setien. Duran poco los equipos que compiten de igual a igual en tiempos de globalización donde equipos ricos aspiran talentos, estructuras publicitarias y marketineras, multinacionales, centralización mediática. ¿Qué romanticismo puede durar en ese contexto?. Aprovechemos mientras dure. El Betis es un equipo que juega como equipo grande y rompe con el mito de “no se tiene con qué”.